Esperé durante casi una hora y cuarto, intentando aclarar en mi mente qué iba a decirle cuando la viera, si es que la veía, y de repente se abrió la puerta y por ella apareció Camila, que se detuvo en el instante en el que me vio, pálida.

—Hola —fue lo único que atiné a decir.

Tardó en responderme, pues primero tiró la bolsa de basura al cubo correspondiente y después se sacudió las manos en el delantal.

—Te pedí que no vinieras.

—Tenía que hacerlo… Tengo que decirte muchas cosas.

—Ya te dije ayer que no quiero oírlas, así que… adiós, Lauren.

Hizo el ademán de entrar al establecimiento de nuevo, pero se lo impedí sujetándola del brazo. No hice presión alguna porque no quería obligarla a nada, pero necesitaba que me escuchara.

—Por favor, espera. Por favor —casi le supliqué cuando de un tirón se zafó de mi agarre. Sin embargo, se quedó quieta aguantando la puerta para que no se le cerrara y comenzó a hablar mirándome fijamente:

—No te quiero escuchar por una razón. Ayer me dijiste que la primera vez que te propuse subir a mi casa rechazaste mi propuesta porque te dieron miedo las ganas que te entraron de decirme que sí… Y después, también me dijiste que la noche que cenamos juntas te marchaste de aquella forma porque te diste cuenta de algo que te asustó…

—Precisamente de eso… —empecé a hablar, pero ella me calló con un movimiento de su mano:

—Yo no quiero estar con alguien que tenga miedo de estar conmigo ni de sus sentimientos hacia mí. No quiero a alguien que se pase el tiempo analizando lo que siente por mí porque tiene miedo de sentir demasiado, ni que se asuste de quererme… Solo quiero a alguien que me quiera por cómo soy, Lauren —me confesó sencillamente.

—Camila, yo…

—Lo siento, pero eso es todo lo que tengo que decirte. Por favor, te lo pido de verdad, no vuelvas. Olvídate de mí… te será muy fácil hacerlo con cualquier otra mujer.

Sin dejarme decir nada más entró de nuevo en la cafetería y cerró la puerta a sus espaldas, dejándome fuera.

Mierda.

Bueno, era consciente de que no iba a ser fácil, pero también era consciente de que si quería que Camila me perdonara me tocaría ser perseverante e insistente, por mucho que ella me pidiera que dejara de serlo. Tenía un plan en mente, algo sencillo pero sincero, e iba a hacerlo, pero necesitaba la ayuda de alguien… Alguien que, por alguna razón, no parecía sentir demasiado aprecio por mí.

Me quedé en el callejón hasta que vi a Camila salir de la cafetería a las ocho y diez. Se subió en un auto, imaginaba que era el suyo y que finalmente lo había ido a recoger del mecánico, y arrancó. Cuando estuve segura de que se había marchado y de que no iba a volver entré en la cafetería y sin vacilar me dirigí a la barra. Sophie, la hermana de Camila, se encontraba allí mirándome como si fuera un insecto asqueroso.

— ¿Qué haces tú aquí? —me preguntó mordazmente aunque en voz baja.

— ¿Así trata a sus clientes? Vaya.

—Sé que eres tú el motivo por el que mi hermana ha estado tan apenada hoy, así que no me vengas con estupideces.

Decidí que no me importaba que me tuteara, simplemente necesitaba su ayuda.

—Supongo que te habrá contado lo que sucedió, y aunque me encantaría darte mi versión para que no me condenes tan rápido, no tengo mucho tiempo. Por eso te diré que estoy enamorada de tu hermana y que necesito decírselo de alguna manera.

Sophie parpadeó seguidamente, sorprendida lo más seguro por mi franqueza, y después sacudió la cabeza.

—Pues ve y díselo, es así de fácil.

— ¿Por qué crees que estoy aquí? He intentado decírselo antes, pero como me imaginaba no ha querido escucharme, al contrario. Lo bueno que tengo es que soy una mujer con recursos…

—Y que eres de lo más modesta, desde luego —apuntó ella achicando los ojos, pero la ignoré.

—…Y tengo un plan B. Aquí es donde entras tú. Necesito tu ayuda.

—No sé si te has dado cuenta, pero yo no estoy de tu parte, sino de la de Camila.

Puse los ojos en blanco. Iba a ser más difícil de lo que me imaginaba.

—Ya me lo imaginaba, y me alegra saber que Camila te tiene para protegerla, pero yo no quiero hacerle daño… no más del que ya le he hecho. Quiero hacerla feliz y quiero que se dé cuenta de que puede serlo conmigo. En estos días la he conocido mejor y creo que es una mujer formidable con la que quiero pasar mucho tiempo y compartirlo todo. Pero no podré hacerlo si no me deja, y no me dejará si no me perdona y me da otra oportunidad. Así que te lo pido por favor, Sophie… Ayúdame.

Su hermana pareció pensárselo durante unos segundos en los que estuvo mirando fijamente la barra. Al cabo de un tiempo alzó la cabeza y me miró:

—Solo he visto a mi hermana enamorada una vez y… Dios, espero no estar equivocándome, en ese tiempo nunca la vi tan desilusionada como la he visto hoy, así que me imagino que ella también debe de sentir algo por ti. Ahora, escúchame bien: te voy a ayudar, pero si vuelves a hacerle daño te juro que te cortaré en rodajas y se las serviré de desayuno, ¿te ha quedado claro? —Parpadeé seguidamente, algo asustada, y asentí en silencio, temerosa de abrir la boca. Esa mujer daba verdadero miedo—. Entonces, ¿qué quieres que haga?

—De momento, darme su número de teléfono.

—No te va a responder, idiota.

—Eso ya lo sé. Pero lo necesito para algo más.

Sophie suspiró y sacó su teléfono móvil para darme el número de Camila. No sabía con certeza si estaba enamorada de mí, pero era consciente de que sentía algo por mí. Por eso lo que iba a hacer sería reconquistarla como solía hacerse en los viejos tiempos: sacando el lado romántico que había en mí.



Something (Adaptación Camren) Kde žijí příběhy. Začni objevovat