12 | Nada entre nosotros

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"Con la lengua se tropieza más seguido que con los pies"


Samantha

14 de septiembre, 2018

La sala de cine estaba repleta de gente que conocía. No era de extrañar que medio instituto estuviese allí ese viernes cuando había promoción de dos por uno en boletería y, además, era el único centro comercial que había en el pueblo.

Apreté la mano de Asher, quien me guiaba por las escaleras hasta nuestros asientos. Que hubiese tanta gente a mi alrededor me ponía muy incómoda y él debía saberlo, porque se había negado a soltarme desde que entramos a la sala hasta que me tuvo sentada en mi lugar.

Emily resopló cansada una vez que se acomodó. Había ido allí con Ethan, Asher y los Fletcher, aprovechando, no solo la promoción, sino que mi padre no volvería a casa hasta más tarde y no se enteraría de que me había ido. Con todo el tema de mis calificaciones, había estado un poco renuente a la idea de dejarme salir y la única forma de respirar aire fresco era escapándome.

No estaba orgullosa, claro, pero a veces una chica tiene que hacer lo que una chica tiene que hacer para ser feliz.

La película empezó diez minutos después de que nos sentáramos. La había escogido Cam, alegando que era una de superhéroes que llevaba días esperando y ninguno había puesto pegas al respecto. Tomé un trago de mi bebida y estiré el brazo para alcanzar un puñado de palomitas, pero en cuanto lo hice, todo lo que toqué fue aire. Fruncí el ceño y me giré hacia Asher, que se encontraba centrado en la película, abrazando la caja de golosinas contra su pecho y devorando su contenido como si el mundo se acabara mañana.

Lo observé en silencio un largo rato, a la espera de alguna reacción. Las luces estaban apagadas, pero aún podía detallar su perfil, ligeramente iluminado por la tenue luz que se desprendía de la pantalla. Notaba su mandíbula angulosa, marcada por una fina capa de barba, su nariz recta, sus largas pestañas y esas cejas gruesas fruncidas con confusión ante lo que fuera que se proyectaba frente a él.

Arrugué la frente, contrariada ante la injusticia. El muy incordio lucía atractivo incluso sin intentarlo.

Supéralo, chica, Dios tiene sus favoritos.

Asher se giró en cuanto sintió el peso de mi mirada y, al darse cuenta de que lo evaluaba, me lanzó la más fanfarrona de las sonrisas.

—Ya sé que soy irresistible, dulzura, pero sigue viéndome así y vas a desgastarme.

Puse los ojos en blanco, haciendo un esfuerzo por reprimir la sonrisa.

—No te miraba a ti, engreído, sino a las palomitas que me has estado negando —señalé la caja—. Eran para compartir, ¿Recuerdas?

—Sí, claro, échale la culpa a las palomitas —respondió sarcástico antes de pasarme la caja para que la administrara yo. La recibí con alegría y levanté el poste separador entre nuestras sillas para ubicarla justo allí y que los dos tuviésemos la facilidad de alcanzarla.

Dos horas más tarde, cuando acabó la película y salimos de la sala, los chicos empezaron a intercambiar opiniones sobre ella. Yo participé tanto como pude antes de que mi atención cayera en Emily. Caminaba varios pasos por detrás de nosotros, con la cabeza gacha, en silencio y con las manos ocultas en los bolsillos de su cazadora.

Me desprendí de la mano de Asher y dejé que se adelantara con los chicos para poder unirme a ella. Me pegué a su lado con complicidad.

—¿Tan mala te pareció la película? —le pregunté. Ella levantó la cabeza y pestañeó, algo confundida.

El arte de fingirWhere stories live. Discover now