Especial

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Metió el dinero dentro y deslizó el cierre de la cartera negra, mientras sonreía satisfactoriamente. Al día siguiente iría temprano a comprar sus tenis, dejó la cartera sobre su buró, se sentó en la cama y observo el cuadro que tenia frente a ella, era una réplica de la cabaña que se encontraba en el mundo de su imaginación, la única diferencia es que esta carecía de color y  estaba sobre papel enmarcado, ella misma lo había dibujado,  tres meses atrás, era el único dibujo que había hecho sin que fuera un diseño de un vestido o alguna otra prenda. Mirarla la hacía sentir de alguna manera libre.

Salió de su ensoñación y se levantó de la cama para cambiarse la ropa por su pijama. Antes de acostarse se aseguró de cerrar la ventana y se dispuso a dormir.


Salió de la casa  con paso apresurado, llevaba puesto un polo azul turquesa con mangas  largas, jeans  y sus tenis negros algo desgastados.

Decidió ir caminando a la zapatería, no quedaba lejos y tenía muchas ganas de caminar, no haría nada, era domingo y no tenía planes, así que podía perder el tiempo en lo que fuera, ocuparía ese tiempo para conocerse mejor, un tiempo a solas con ella misma, eso sería interesante.

El cielo estaba despejado y no hacia tanto viento como en días anteriores, ahora era solo una suave brisa, que arrastraba  por el suelo las hojas y sacudía suavemente las ramas de los arboles. Su cabello castaño oscuro le acariciaba sus mejillas y Nat disfrutó de eso.

Llego en menos de lo que esperaba a la zapatería, tal vez caminó más rápido de lo que hubiera querido, empujó la puerta de cristal y entró, como era de esperarse dentro había muchas personas. Se dirigió a la zona de tenis pero no encontró el modelo que le había gustado.

-Buenos días Nat– escuchó su nombre a su lado derecho, se volvió y se encontró con la amable sonrisa del señor James - ¿Puedo ayudarte en algo? 

-Buenos días señor James – sonríe - ayer  estuve aquí y vi… unos tenis, eran de color negro con un poco de rojo.

-Ya veo, los vendí esta mañana y era el único par.

En este momento deseó haber ido en auto, así hubiera llegado antes. Vio los demás tenis pero ninguno llamó su atención. Estaba a punto de retirarse cuando el señor James se acercó a ella con una caja de zapatos en las manos.

-Mira  tengo estos, aún no me había animado a ponerlos en exhibición… son unos tenis especiales – dijo con voz perdida.

¿Qué podrían tener de especial unos tenis? pensó Nat

-¿Por qué serian especiales estos tenis? – se aventuró a preguntar.

-Recuerda que alguno de nuestros modelos son hechos por nosotros… bueno, este par de tenis lo hiso alguien quien no tenía mucho talento para esto, el único par que pudo hacer bien fue este, en cuanto los terminó estaba tan emocionado que  dijo: ¨Este par tiene que ser de para alguien especial¨, después de que se fue ese día jamás lo volví a ver, el tuvo que irse lejos, y tal vez nunca  vuelva – la mirada del señor James era triste

¿Yo especial? Era ahora la pregunta en la mente de ella

James sacó los tenis de la caja y se los extendió, ella los tomó y los miró detenidamente, eran completamente rojos, con cordones negros y suela blanca, sin detalles, algo en ellos le gustó, sin embargo no encontró nada especial. Se los probó y le quedaron a la perfección, además le venían bien con lo que llevaba puesto.

-Asi que especiales  – dijo, y James sonrió melancólicamente – Me los llevo.

Nat le entregó los tenis y mientras él los guardaba ella saco su monedero de su bolso para pagar, pero James la detuvo.

-No es nada llévatelos, te lo debo por no tener los que tú querías.

-Pero no es su culpa, es su trabajo – dijo Nat sonriendo

-No importa, estos tenis no podía venderlos, así que llévatelos considéralo un regalo, además necesitaras dinero cuando tenga un par  igual  al que te había gustado

-Se lo agradezco mucho, entonces volveré después, hasta luego

-Que tengas un buen día Nat.

Salió del lugar sintiéndose algo incomoda pero emprendió la marcha. Estaba cerca de una plazoleta donde había una bonita fuente de cantera, se detuvo un momento y tomo la decisión de ir a ella, dio un par de pasos pero no pudo alcanzar los escalones que daban a la fuente porque tropezó con un alambre en el suelo que no había visto.

Tuvo suerte de tener buenos reflejos y alcanzó a poner las manos delante de su cara antes de que se golpeara en uno de los escalones. Sintió que alguien llegaba a ayudarla, tratando de hacer que se pusiera de pie.

-Casi te das un buen porrazo en la cara – Nat no pudo evitar fruncir el ceño - ¿Estás bien?

-Supongo que sí, solo fue una caída, nada grave.

-Conozco personas que han muerto por una caída… mejor dicho, conocía.

De pronto comenzó a sentir ardor en su brazo, lo miro y descubrió su polo rasgado y una cortada de la cual salía algo de sangre que se deslizaba hasta formar gotas que después caían al suelo, el chico también lo vio e hiso una mueca.

-Creo que ha sido más grave de lo que pensabas, ¿Tienes agua embotellada?

-Si claro siempre traigo una en mi… - miro a todos lados buscando sus pertenecías que se habían caído junto con ella, encontró su bolso a poca distancia y lo recogió, mientras El Chico recogía la tapa que se habia separado del resto de la caja de zapatos, luego encontró ésta a poca distancia, la levanto y vio su contenido antes de cerrarla.

-¿Te parece si vamos a ese lugar de allá para que pueda limpiar tu herida? – Dijo señalando una jardincito cerca de la fuente y Nat asintió – tal vez al césped le venga bien algo de agua con sangre, pero antes – recogió el alambre con el que había tropezado ella y lo llevó al basurero.

Mientras El Chico limpiaba la herida con algo de agua, Nat lo observo detenidamente, le pareció guapo, tenia el cabello  castaño claro hecho un lío como si no se hubiera peinado esa mañana, sus ojos  iban del azul al verde, iba vestido con playera blanca, pantalón y zapatos color negro.

Él sacó una venda de su bolsillo, ella lo miró sorprendida.

-Así que traes una venda

-Siempre traigo conmigo una venda, por si a una chica hermosa se le ocurre caerse y se hiere en el acto, es muy útil para conquistar, no te imaginas – dijo sarcásticamente El Chico mientras Nat se sonrojaba – es broma, en realidad no sé cómo es que la traigo, tal vez es el destino. Por cierto me llamo Nicholas, pero puedes llamarme Nick.

-Soy Natasha pero puedes llamarme Nat – dijo imitándolo.

-¿Te importa si te llamo Tash?

-No, de hecho creo que me gusta – Él sonrió

Nick terminó de vendarla y ella se lo agradeció. Él le entregó la caja y al hacerlo ambos sintieron un pequeño escalofrío.

-Espero verte de nuevo Tash.

-Lo mismo digo Nick.

 Ambos sonrieron y se marcharon en distintas direcciones. 

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Hola :-)

Les agradezco mucho a las personas que estan siguiendo esta historia, espero que les guste y espero estar haciendolo bien.

Me gustaria que dejaran su opinión, eso seria muy útil para mi, todas los opiniones son bien reibidas.

Pronto subiré el el siguiente capitulo.

La chica de los tenis rojosWhere stories live. Discover now