Capítulo 1

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-No, no me digas nada, no voy a cuidar a un niño- decía la voz gruesa de un hombre preocupado.
-Es una niña, Marcus. Es tu hija.- replicó la mujer de este. Sonaba igual de preocupada y molesta.
-¿Una niñ...? No. No voy a cuidar a ningún bebé. Se te tiene que ocurrir algo.- manoteaba el hombre.

La pareja estaba tan aterrada por haber tenido a la pequeña bebé rubia, que reposaba en el colchón hundido y desordenado de ese húmedo y frío departamento. Tan frío como la vida que le esperaba al lado de esas dos desobligadas y jóvenes personas.

-Voy a salir, y espero que se te ocurra algo bueno antes de que regrese.- tomó su abrigo y, a pisotones y pasos largos, salió dando un portazo.

La mujer tomó a la bebé. La tomó en sus brazos envolviendola en la sucia sábana que anteriormente cubría la cama. A pesar de la temperatura del lugar, la pequeña se mantenía cálida y calmada.

Sus mejillas rosadas y sus pequeños ojos cerrados, hicieron que la madre entrara en llanto, sabiendo que cosas terribles pasarían si ella continuaba con el cuidado de este diminuto ser.

Al igual que el hombre, la mujer salió tan rápido como pudo, esperando que en el corredor algún plan se le ocurriese. Lo único que llegó a su mente antes de cruzar el marco de la puerta, fue pedir un taxi y decir que la llevase lejos de ahí.

Al principio, ella pretendía escapar con la bebé. Lejos, muy lejos del lugar, con una pequeña esperanza de que, si se alejaba lo suficiente, podría darle una vida digna que la niña merecía. Pocos pasos después de salir de aquel viejo y horrible edificio, cayó en cuenta que eso sería imposible. Ni siendo dos podrían cuidarla, mucho menos ella sola.

Antes de cruzar la metálica puerta y bajar las escaleras de entrada de la construcción, empezaron a caer gotas de lluvia. Finas gotas de lluvia que acompañaban la gigante nube que empezaba a cubrir la ciudad. Poco a poco dejaba de ser una lluvia fina y tranquila. Pasó a ser algo constante y después a ser un diluvio.

La mujer volteó a ver el cielo, negro. No sé apreciaba una sola estrella que ella esperaba ver. Solo veía nubes, juntándose más y más, avisando la tormenta que venía.

Armandose de valor y, cubriendo la cabeza de la bebé, caminó al filo de la acera, buscando un taxi o un milagro.

Tal como inició su plan, hizo que un taxi parara a pocos centímetros de ella. Abrió la mojada manija, entró a la parte trasera del auto, e indicó al conductor que siguiera recto, hasta salir a la avenida.

Depositó a la niña a un lado de ella. El auto era frío, pero el chófer tenía la mirada relajada, como si de su hábitat natural se tratase.

La mujer, intentando ver entre los mojados vidrios, estaba buscando algún lugar que le diese una idea. Una señal.

El auto continuó avanzando recto hasta que llegó a la avenida, como la pasajera indicó.Llegando a la esquina de una calle, no esperaba que la señal fuese una señal luminosa. Fue el letrero de un cabaret que dio a ella una loca idea, la cual, no sería la primer cosa que a una madre igual de desesperada se le ocurriera.

Bajó del auto. Aún seguía lloviendo y parecía que el cielo se caería. Dijo al conductor, con una voz algo apurada y nerviosa, que esperase un momento, que no tardaría nada. Tomó a la bebé en brazos, esta seguía dormida y calmada y se aproximó hacia ese tan reluciente letrero de una bailarina voluptuosa, que se iluminaba ante ella y la lluvia.

Entró a un callejón oscuro, parecía la entrada a cualquier infierno. Pero, este daba hacia una de las paredes de aquel cabaret. Encontró la puerta trasera de este y caminó hasta ella, temblando.

Su primer plan, era que ella trabajaría ahí para dar a su hija algo para sostenerse, pero, su egoísta mente, hicieron que cambiara de opinión y se retractara de es aidea tan absurda.

Los planetas se alinearon y parecía que en ese momento todo estaba a favor de su ambicioso plan. Encontró una caja semi-seca en la que podría dejar a la bebé. La tomó y la dejó frente a esa puerta trasera. Metió a la bebé dentro y, con toda la fuerza que le quedaba, tocó la puerta, como si fuera una emergencia. Lo cual lo era.

Tan rápido como pudo y, trastabillando, corrió de nuevo al taxi, dejando así a lo que para ella pudo ser el fin de su vida.

Last Life.Where stories live. Discover now