Capítulo 34

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Supo que no debía ocultarle a su padre el incidente con Pablo, pero no habría podido de haber decidido no contárselo

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Supo que no debía ocultarle a su padre el incidente con Pablo, pero no habría podido de haber decidido no contárselo. Al día siguiente quedó con él en la Taberna de Torneo y fue con Julián por si a Pablo le daba por volver a aparecer. En cuanto Ricardo estuvo con ella, el fotógrafo se fue porque tenía cosas que hacer. Padre e hija entraron en el local y se sentaron en una de las mesas cercana a la pared opuesta a la puerta de entrada.

—¿Qué es lo que pasa? He venido lo antes posible...

Raquel se mordió el labio inferior y pensó cómo introducir el tema sin preocuparle mucho más.

—A ver cómo empiezo... —dijo ella y Ricardo acercó su mano a la de su hija para apretarla, indicándole así que estaba allí y que la escucharía atentamente—. Ayer vino Pablo a mi casa y quiso hablar conmigo sí o sí. Pero antes de eso hablamos por teléfono y yo le dije que concretaría con él el día, la hora y el lugar. Como te habrás dado cuenta, no esperó a que yo le hablara para presentarse. Ahora tengo miedo de que vuelva a aparecer... ¿Podrías hacer algo?

—Por supuesto, aunque habría que esperar un poco a...

—¿A que vuelva a acosarme? —preguntó ella y al recordar lo ocurrido el día anterior, agregó—: Fue capaz de decirme, en toda la cara y tras advertirle Julián que no volviera, que lo haría. ¿Cómo voy a poder estar tranquila si en cualquier momento puede venir de nuevo? Le he dejado claro que no quiero saber nada más de él, pero insiste en joderme la vida.

Era la primera vez que hablaba así delante de su padre, pero es que las emociones se amontonaron en su interior. Ya no sabía si quería llorar o echar fuego por la boca, en caso de poder hacerlo.

—No te preocupes, hablaré con un antiguo compañero a ver si puedo hacer algo. Si vuelve a presentarse en tu casa, envíame un mensaje con la palabra que te escribiré en un papel —buscó en los bolsillos de su chaqueta y de su camisa, cogió un bolígrafo, un papel y se puso a escribir. Cuando terminó se lo dio para que lo guardara— y me encargaré de hacer el resto. Confía en mí.

Sonrió y apretó un poco la mano de su hija.

—Lo haré —le aseguró mientras doblaba el papel y lo guardaba en el bolsillo de su pantalón.

El resto de la velada estuvieron poniéndose al día sobre los últimos acontecimientos. Al menos, Raquel habló sobre sus avances con Julián, omitiendo su noche de amor con él debido a la vergüenza, y con su trabajo de fin de grado.

—Estoy un poco nerviosa por la presentación y aún faltan unas semanas para que eso ocurra... —confesó.

—Tu madre y yo estaremos allí para darte todo el ánimo y la tranquilidad que necesitas. Y Marisa también, que no me he olvidado de ella. ¿Se lo has dicho a Julián?

«Buena pregunta», se dijo a sí misma.

—No... No sé cómo decírselo, la verdad.

—Dile simplemente que quieres que asista a tu presentación del trabajo, nada más. Es así de simple.

—Claro, para ti lo es, que no eres el afectado. No quisiera hacer el ridículo delante de él.

Raquel no supo qué hacer con sus manos y prefirió juntarlas sobre su regazo. Su bebida ya se había gastado y no habían pedido nada de comer.

—No lo harás, ya lo verás. —Ricardo sonrió y después añadió—: ¿Te apetece comer algo?

Ella asintió sin decir nada.

Unos minutos después tenían un plato de patatas alioli en medio de la mesa.

—¿Este año vas a ir a la feria? —quiso saber él.

La chica apoyó el codo sobre la mesa para apoyar su rostro sobre la mano. Con la derecha tenía el tenedor con el que cogía de vez en cuando alguna patata.

—No lo sé, tendría que probarme el traje del año pasado. Este año ni siquiera había pensado en la posibilidad de hacerme uno nuevo.

—Aún tienes tiempo para hacerlo —comentó Ricardo—. Si decides ir, avísame por si quieres que vayamos juntos. Díselo a tu madre y a Marisa también por si se animan a venir.

—Lo haré.


···


Volvió al edificio acompañada de su padre y hasta que no entró en su casa, él no se fue. Su madre y Marisa ya estaban en casa.

—Papá me ha preguntado si este año iremos a la feria y que si lo hacemos, le avisemos.

—¿Y quieres ir? —preguntó Cristina.

—No lo sé, tendré que probarme el vestido del año pasado... —contestó la chica.

—Hazlo y nos lo enseñas. —Su madre le guiñó el ojo derecho.

—Antes quisiera contaros algo... Siento mucho que se haya tenido que enterar antes papá, pero ya sabes... Él ha sido policía y...

—¿Qué ha pasado? —preguntaron las dos mujeres, preocupadas al escucharla decir lo último.

—No ha pasado nada malo, tranquilas. —Intentó tranquilizarlas, aunque supo que con lo que diría a continuación no lo conseguiría—. Pablo contactó conmigo hace unos días y ayer vino a verme a casa... Quería hablar conmigo sí o sí, aunque yo me negara... La verdad es que no respetó mi decisión de ser yo quien eligiera cuándo, dónde y en qué condiciones nos veríamos.

—¿Que se ha atrevido a venir ese...? —Marisa estuvo a punto de soltar un insulto, pero se controló—. No te habrá hecho nada, ¿verdad?

—No, Julián llegó a tiempo por suerte.

Marisa se acercó a ella y la abrazó bajo la atenta mirada de Cristina. Después ella se unió al abrazo y le dijo a su hija:

—Bueno, ya pasó... Seguro que Ricardo te ha dado una buena solución en caso de que reincida, ¿verdad?

—Sí —respondió Raquel, aunque su afirmación quedó ahogada en el abrazo.

—Pues ya está. Si vuelve a venir se arrepentirá de no dejarte tranquila incluso sabiendo que Julián está en tu vida.

—¡Esa es otra! —Raquel se separó del abrazo para verlas—. Le dije que es mi novio y ni se inmutó. Es un capullo...

—Me lo has quitado de la boca, preciosa —le dijo Marisa, revolviendo el pelo de su hija postiza.

Cristina, sin embargo, volvió a envolverla en sus brazos y susurró en su oído:

—Siempre supe que serías capaz de salir adelante.

Él no soy yoWhere stories live. Discover now