Capítulo 4

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Al día siguiente, Raquel bajó al patio por la mañana para dibujar las plantas que había

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Al día siguiente, Raquel bajó al patio por la mañana para dibujar las plantas que había. Algunas eran propiedad de los vecinos de la comunidad, mientras que otras lo eran de todos, pudiendo así cuidarlas quienes no tuvieran las suyas. Se sentó en el suelo, apoyada en la pared, y dibujó algunas plantas. Fracasó en los primeros intentos, pero cuanto más lo hacía, mejor le salían.

El sonido del ascensor la puso en alerta y vio salir de él a su vecino, que se acercó a su posición. Sonrió y la miró, deteniéndose para entablar conversación con ella.

— ¿Qué haces? —preguntó interesado.

—Dibujo plantas, siempre me han parecido difíciles... —respondió Raquel mientras seguía con el dibujo. Apenas le dirigió la mirada.

— ¿Puedo ver las que has hecho?

Raquel levantó el rostro y encontró con los ojos marrones de Julián. Su sonrisa consiguió que cediera.

—Está bien, pero no respondo del desastre que puedas encontrar. —Pasó las páginas hacia atrás hasta encontrar el primero de los dibujos de ese día. Le ofreció su bloc de bocetos y añadió—: Ve pasando las hojas hacia adelante para que veas cómo han ido mejorando o empeorando.

Sonrió de manera inconsciente mientras observaba cómo él hacía lo que le había dicho.

—Son bastante buenos, ¿eh? —afirmó él, maravillado con los bocetos que estaba viendo—. Aunque también te digo que yo no sé dibujar, pero asemejo los dibujos con la fotografía. Ambos son un gran arte, ¿no crees? —añadió, devolviéndole el bloc a Raquel.

—Sí, ambos son un gran arte. Me gusta mucho la fotografía, pero el dibujo para mí lo supera con creces. Tiene mayor trabajo detrás, aunque no todos tengan el talento suficiente para dedicarse a ello —comentó ella.

—Si quieres, puedo dejar que dibujes alguna de las mías —propuso Julián.

— ¿Lo dices en serio?

— ¡Claro! Acompáñame.

Raquel se levantó del suelo y acompañó a su vecino a través de unos cuantos pasillos. Llegaron a una zona del exterior con varias parcelas que contenían macetas y plantas que brotaban de la hierba verde. Julián se detuvo en una al final de la larga fila y la miró.

—Aquí están, ¿te parecen aptas para dibujarlas?

La chica miró las plantas y quedó maravillada con la variedad y lo bien cuidadas que estaban. Todas las de esa zona lo estaban, pero por alguna razón, los colores que veía ante ella eran más nítidos, maravillosos.

— ¡Por supuesto! —exclamó, contenta de poder dibujar semejante belleza.

—Espero que no te moleste que mientras tanto esté regándolas y arreglando un poco el terreno... —Julián apoyó la mano sobre la pequeña puerta de madera.

Él no soy yoWhere stories live. Discover now