12. Se busca vivo o muerto

17 0 0
                                    

Thoromyr era una ciudad pequeña y hermosa con edificaciones construidas en piedra blanca que relucían de forma casi enceguecedora bajo el sol de la tarde temprana. El palacio a su vez, era una masiva colección de torres y cúpulas en la cima de una colina.

Mientras bajaban por las escaleras a la calle Amahrot les dio una entusiasta clase de historia arquitectónica respecto a la construcción del edificio. Según él, la razón por la que los techos eran particularmente altos, y las escaleras del castillo tenían secciones laterales cuyos escalones eran demasiado altos y anchos para ser usados, era que la ciudad solía estar custodiada por gigantes de piedra.

—Eso tiene que ser basura —dijo Fräey mientras Animam reía—. Pura basura.

—No, en serio —el dragonborn sonrió, claramente complacido porque había obtenido la reacción que quería de ellos—. Durante mucho tiempo fueron los guardianes, pero ya no quedan, o al menos no muchos.

—¿Cómo se supone que sabes tanto de la ciudad? —le preguntó el hombre.

—Mi padre me hablaba de sus viajes cuando era pequeño, él también peregrinó mucho al servicio de Nuestro Señor —contestó él con suavidad—. Thoromyr era uno de los sitios que más quería conocer cuando me marché de mi hogar. Pasé unos días aquí antes de seguir viajando al sur.

—¿Por qué no te quedaste? —le preguntó ella.

—Sentí que tenía que seguir, que no era el momento. Mi Señor me habla en sueños, a veces.

—Ustedes los dragonborn y sus patronos y rituales raros... ¿Seguro que no está todo en sus cabezas? —Animam miró al paladín de reojo, y Amahrot le regresó una mirada severa.

—Hace mal en dudar del poder de la fe, mi amigo, después de que la bendición de Mi Señor ha venido en su ayuda.

El hombre se ruborizó y tosió un poco.

—Tiene razón, no era mi intensión ofender —se disculpó torpemente—. Supongo que incluso después de haberlo visto en acción sigue siendo un poco difícil de comprender para un hombre simple como yo.

Amahrot le respondió con una sonrisa gentil y siguió con su tour como si no hubiera sido interrumpido.

Eran sólo ellos tres porque Dantalion estaba demasiado entretenido con la idea de la biblioteca como para querer salir del palacio en lo absoluto, y a Dhaerow le había sido suficiente un vistazo afuera de la ventana para decidir que el sol estaba demasiado alto para ella.

Anduvieron por casi una hora observando la ciudad y a su gente antes de que el dolor de cabeza de Fräey se hiciera peor y se refugiaran en la sombra de una taberna en el centro.

No se dio cuenta de lo hambrienta que estaba hasta que tuvo la comida en frente, y no se dio cuenta de que los otros dos la estaban mirando hasta que casi había terminado.

—¿Qué? —preguntó con la boca llena de papas.

—Nada, sólo... —el hombre hizo un gesto vago hacia la mesa—. Eso fue bastante impresionante.

—Tuve una manzana de desayuno, déjame en paz —contestó con un pequeño bufido, el otro asintió un poco antes de terminarse su segunda jarra de hidromiel.

Amahrot puso una de sus garras enormes sobre su hombro.

—Oye... ¿Y estás bien? ¿Descansaste anoche?

Fräey bajó el resto de la comida con media jarra de agua y se recostó en su silla. Asintió.

—Sí, sólo... tengo este dolor de cabeza de mierda —dijo—. Es como la peor resaca del mundo.

Las crónicas de Dragon FangsWhere stories live. Discover now