10. Cómo no perder a tu jefe y morir en el intento

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Lloraba en el baño de la editorial, como una tonta y no podía detenerme desde hacías horas

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Lloraba en el baño de la editorial, como una tonta y no podía detenerme desde hacías horas. Me faltaba el aire y cada vez que trataba de decir algo solo terminaba sollozando peor y sin poder hacer algo con respecto a eso. Me dolía el pecho y no entendía cómo algo así podía afectarme tanto. Me sentía como Bella Swan en Crepúsculo cuando no paraba de llorar y los meses pasaban y pasaban porque había perdido al hombre que amaba. Tal vez yo era igual que Bella, tal vez me había vuelto una persona que dependía de un hombre del que poco sabía, poco sentía.

Sí, sé que están esperando que les explique que pasó, pero yo tampoco entendía que había sucedido y como había pasado de ser la chica besada en el ascensor a la ignorada en el mismo lugar. Me di cuenta que Marcus había hecho algo que jamás había esperado que hiciera. Marcus me había decepcionado.

Cuando Susan, mi supervisora, se fue de mi casa y quedamos nosotros dos, noté en Marcus una mirada que no había visto nunca antes. Estaba asustado, más bien aterrorizado y yo me sentí invadida por ese sentimiento al mismo tiempo que él.

—¿Por qué nos preocupa tanto esto? —quise saber confundida porque no entendía su mirada mientras se sentaba en el sillón y mi gato lo miraba de mala gana—. ¿Marcus? ¡Ella no puede venir a amenazarme de ese modo cuando...!

—No entiendes, Lizzie... no funciona todo como tú crees —me dijo con un tono que me molestó, como si yo fuera tonta, como si yo fuera ignorante. Y lo era, pero porque él no me dejaba entrar y en ese momento me estaba dando cuenta.

—No lo entiendo porque tú no me dices nada. Crees que podemos mantener esta relación en donde solo una persona se abre y cuenta sus problemas —reclamé sin darme cuenta que mal estaba sonando. Es decir, yo sentía que ahí era la única que demostraba cosas y no sabía nada de él—. Me dijiste que para tener sexo hay que tener una conexión y para ti eso significa química física.

—Entonces tal vez no deberíamos tenerlo.

Fue como un golpe y me quedé en silencio sorprendida por sus palabras, como si fuera una persona totalmente diferente frente a mi. ¿Qué era lo que sucedía? ¿Qué le ponía así cuando me había demostrado que podía ser una persona totalmente diferente? Yo no quería eso, yo quería saber quién era y no saber pedazos que iba juntando como si estuviera jugando con un puzzle.

Por eso, tragué y me condené virgen para toda la vida. Porque si no lo hacía con él no lo hacía con nadie más. Ahí estaba mi gran debate. ¿Aceptaba sus reglas y cerraba la boca para perder mi virginidad antes de los 25 o simplemente aceptaba que tal vez nadie regaría las plantas en mi jardín? Quise ponerme a llorar con una especie de pataleta porque había llegado tan lejos y eso sucedía. Pero no podía, creanme que no podía, simplemente no iba a dejar que eso sucediera. Yo quería una conexión, pero no de la que él hablaba. Yo quería lo que veía en las películas, en las series y en toda novela de amor que a mi me encantaba.

—Bien —dije con firmeza, demostrando seguridad en mis palabras.

—¿Bien? ¿Así nomás? —inquirió sorprendido por mi seguridad y fruncí el ceño. ¡Por supuesto que sí! Me molestaba que le sorprendiera o tal vez estaba demasiado emocional porque no sabía que iba a pasar—. No puedo contarte todo, Lizzie... nos conocemos hace poco tiempo.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Where stories live. Discover now