Primera noche.

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1 de Diciembre de 1998. 

— ¿Hola? —titubeó con la voz un poco tímida.

— ¡Hola, buenas noches! —el reloj marcaba las 0:35 de la madrugada del miércoles, y en la mesa junto a su lado no había nada más que planillas, bolígrafos, y uno que otro envoltorio de chocolate. — ¿Te encuentras bien?

—Huh, no...a decir verdad, n-no muy bien.

—¿Qué es lo que pasa? ¿Puedes decirme tu nombre? Así nos será más cómodo conversar —dijo Harry mientras bajaba la vista hacia su planilla, en donde había campos, los cuales obligatoriamente debía rellenar en caso de alguna emergencia:

Nombre y apellido:

Edad:

Dirección:

Ciudad:

—Huh, sí, soy Louis.

—¡Hola Louis! Yo soy Harry, ¿quieres contarme lo que sucede? —sus manos se movieron, para así comenzar a rellenar en la planilla la sección de ''Nombre''.

Muchas personas seguían un protocolo en su trabajo, pero él no. Y en cuanto a su trabajo, Harry no hacía nada, no necesitaba trabajar, había heredado una gran fortuna de su abuelo, y por ende no debía mover el trasero ni para respirar.

Tras haberse llenado de efectivo de forma tan rápida Harry no tardó en gastarlo, no completamente, fue de a poco. Hasta que llegó a cierto punto en el cual se dio cuenta de que el dinero no le llenaba en absoluto. Él podía tener lo que él quisiese, pero no era suficiente.

Necesitaba gente para poder compartir ese dinero, y muchos de sus amigos se celaban apenas acercarse a él, ya que ''él era el niño bonito que había heredado dinero y ahora era un jodido mimado y para peor, forrado en dinero''.

Harry sabía que con dinero no podías comprar amigos ni alguien a quién amar. Por lo que comenzó a hacer actos de caridad. Cada mañana se levantaba temprano y ponía ropa vieja, para luego caminar cuadras y cuadras hasta un viejo comedor.

Ahí donaba gran parte de su dinero para invertirlo en comida fresca. Además de donar, se encargaba de ayudar a preparar las comidas, servirle a los niños que asistían al lugar y finalmente, quedarse a limpiar.

También ayudaba a refaccionar el comedor, ya que los techos estaban manchados con humedad, rotos y hasta amenazaban con caerse. Harry era bueno, generoso, amable, era ideal, un cliché de Príncipe azul. Y la gente siempre lo supo, siempre le agradecían que fuera de esa forma. Siempre agradecían que diera todo sin esperar recibir algo a cambio.

Incluso había sacrificado dos de sus navidades ayudando a hacerle la cena a vagabundos y personas sin hogar en un famoso comedor navideño llamado ''Plato Caliente''.

Harry Howell era alto y tenía ojos verdes como el césped. Su tez era media pálida, pero no tanto, estaba justo en el punto normal. Vivía en Londres, Reino Unido.

De su cabello se desprendían rizos rebeldes que a veces debía correr con una sacudida de cabeza. Su contextura era un poco rara. Su espalda era ancha y sus caderas pequeñitas. No tenía nada de trasero, pero sí tenía unas buenas piernas. Su rostro tenía un par de labios color magenta y una nariz perfectamente delicada.

Era guapo. Pero para la lástima de las chicas, él había descubierto que era gay hacía bastante tiempo. Contarlo, para él, era una pérdida de tiempo, ya que la historia sonaba como un típico filme sobre la homosexualidad. Él era ''heterosexual'' luego comenzó a ver chicos. Los empezó a ver de otra forma y ¡bum! ya no le gustaban las chicas.

Volviendo a su trabajo, después de pasar años y años ayudando a la gente que realmente lo necesitaba, Harry sintió que necesitaba más, pero no podía conseguirlo. Para su suerte, más tarde, un conocido fundó un call center donde se atendían llamadas de personas con ansiedad, depresión, ataques de pánico, o cualquier persona que necesitara ayuda al sentirse con ganas de morir.

Era una línea de ayuda al suicida.

A veces le entristecía saber que mucha de la gente que llamaba no volvía a hacerlo nunca. Harry siempre pensaba lo peor, y le dolía en el alma, porque él había hablado con ellos por lo menos una vez, y para él eso era considerado especial, porque aquellas personas habían conocido a un muchacho llamado Harry que intentó ayudarlas, aunque hubiese logrado su cometido o no.

Sí, era muy sensible, lo había heredado de su madre, Kimberly.

A Harry no le gustaba seguir el protocolo que los demás trabajadores de la línea suicida usaban. Ellos hablaban fríamente y no se preocupaban realmente por quienes llamaban, puesto que sólo estaban ahí por la paga y el café gratis.

Por eso es que siempre hablaba animado y trataba de tutear a todas esas hermosas almas que llamaban y pedían ayuda.

—No me siento muy bien, e-estoy pensando en suicidarme.

—Oh, Louis, no lo hagas, por favor. ¿Qué es lo que sucede?...

—Estoy m-muy triste —susurró el contrario contra el auricular del teléfono.

Las lágrimas se asomaban de sus ojos y sentía que la garganta se le apretaba. Estaba sentado en el sofá de su casa y su gato reposaba entre sus piernas.

Louis King era todo lo contrario a Harry... de contextura pequeña. Su espalda no era grande ni pequeña, su cintura estaba bien formada y tenía un gran trasero. Su cuerpo era tan curvilíneo como el de una mujer, lo cual era raro, ya que él era un hombre.

Su cabello era color chocolate y se extendía por su frente, estaba desordenado y hacía que se viera adorable. Los finos labios de Louis eran una maravilla, al igual que sus tan azules ojos. ''Cautivadores, realmente atrapantes'' era lo que varias personas le habían comentado acerca de éstos a lo largo de su vida.

Haciendo un pucherito para no llorar, Louis acarició el grisáceo pelaje de su hermoso gato de raza Chartreux. Apoyo la mejilla aún más contra el auricular del teléfono y cerró los ojos durante unos segundos, mientras comenzaba a sollozar.

Estaba solo en su casa. No vivía con nadie. No hablaba con nadie. Era siempre él. Él y su amado gato.

—No llores...No llores Louis, está bien, tranquilo, ¿sí? Quiero saber tu apellido y si puedo, tu dirección, ¿será posible? —habló Harry desde la otra línea.

Estaba preocupado y le rogaba a Dios que la llamada no terminara en una desgracia.

—Soy Louis King.

—Tu apellido es muy bonito, ¡significa ''rey''! ¿No sabes de dónde viene? —el tono del chico rizado era apenas efusivo, un claro intento de desviar la mente del chico y calmar la situación.

—Sí —dijo la chillona voz de Louis —, viene de Gran Bretaña, y hum, era de nobles.

—¡Oh! Qué casualidad, te llamas Louis, como un rey. ¡Y tu apellido no sólo significa ''rey'', también tiene descendencia de grandes y nobles!

—Sí...e-eso creo. Aunque no supongo que yo sea un grande o un noble— habló éste, desvalorizándose inconscientemente y comenzando a sollozar con fiereza.

—Oh, no digas eso, ¡aún no lo sabes! Puedes llegar a ser un noble, o alguien grande en la historia...Sólo el tiempo lo dirá. Lou, ¿crees que puedes darme tu dirección? —cuestionó Harry, animándose a llamarlo de una forma más personal.

Tenía miedo y realmente deseaba que no le pasara nada al chico de voz chillona con quien hablaba. Podía ser que Louis fuera una llamada más en la noche, pero Harry se tomaba su trabajo muy en serio, y no dejaría que ni a él ni a ninguna otra persona que le llamase le pasase algo.

—Lo siento, tengo que cortar —respondió el contrario, ahora llorando más fluidamente.

—¡No, no! No lo hagas, no me cuelgues Louis, quiero ayudarte —dijo Harry con claro desespero en la voz.

Necesitaba sacarle su dirección. ¡Una desgracia podía pasar y él podía impedirlo! ¡Era su trabajo!

—Lo siento —y el pitido de la línea comenzó a sonar. 


Línea Suicida.Where stories live. Discover now