Vigésima noche.

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29 de Diciembre de 1998.

El teléfono rugía con fuerza, sonando cada vez más fuerte. Y las lágrimas de Louis caían con más fluidez a cada segundo.

—Lo siento, lo siento, lo siento— murmuraba desesperadamente Louis, aferrándose al cuello de su novio.

Los brazos del pequeño parecían pegados al cuerpo de su novio. Mientras que éste también comenzaba a llorar.

¿Cómo se suponía que debía hacerlo? ¿Cómo se suponía que debía decirle a su pequeño de voz chillona que él era Harry?

Suspiró nerviosamente, mientras que trataba de arrullar en sus fuertes brazos al chico de cuerpo curvilíneo.

El teléfono no dejó de sonar. Y Louis se sentía tan cansado como para levantarse.

—El teléfono— dijo con la voz cortada, mientras se separaba del cuerpo de Edward.

Él rizado lo miró y trató de limpiarle las lágrimas, pero fue inútil. Éstas volvían a surgir cual agua en una cascada. Dejando a Louis en el sillón, Harry se levantó y trató de trotar hasta el mueble en donde el teléfono móvil de su novio descansaba. Lo tomó entre sus dedos, mientras que éste volvía a sonar atrozmente.

Cuando volvió, vio a su pequeño luchando contra él mismo para detener las lágrimas. Sorbiéndose la nariz y limpiándose las lágrimas, Louis vio los verdes ojos de su novio y alargó la mano, para poder tomar su teléfono celular entre sus dedos.

Edward se lo pasó y tras esto, se sentó a su lado, tratando de reconfortarlo por lo menos un poco. Louis tomó aire, para luego limpiarse una vez más las lágrimas y apretar el botón correspondiente.

Se llevó el auricular a la oreja, y fingiendo que nada había pasado habló:

—¿Hola?— dijo, mientras que bajaba la mirada y sentía sus ojos arder. —Sí, soy yo.

Harry no podía escuchar quién era la persona del otro lado de la línea, sólo escuchaba a su novio hablar. Y cuando volvió la vista al rostro de Louis, vio la transformación total en su rostro.

El asombro y el dolor reinaron en el pequeño de ojos azules, y en ese segundo, él lo supo.

—N-no...No es verdad— dijo Louis con la voz quebrada, mientras las lágrimas calientes se volvían a volcar sobre las sonrojadas mejillas del pequeño. —No, no, eso no es verdad. No es verdad— repitió, mientras su cabeza comenzaba a moverse de un lado a otro, negando. —¡No! ¡No es verdad!— gritó mientras colgaba el teléfono y lo dejaba caer al suelo.

El corazón de Louis se apretó y el nudo en la garganta que lo ahorcaba comenzó a crecer en él otra vez.

Harry ahogó un grito al ver a su novio cubrirse las orejas con las manos. Éste posó ambas de sus manos sobre los hombros de su pequeño y le giró, para verlo a la cara.

— ¡No, no, no! ¡No! —gritó Louis mientras se levantaba y libraba de los brazos de Edward.

Se paró en el medio de la sala, mirando a todos lados, perdido, poseído por el dolor. No sabía hacia donde correr, o que decir. Por varios segundos Louis se replanteó a él mismo donde diablos estaba, qué había pasado, o siquiera qué estaba haciendo.

Sus manos temblaban y respiraba irregularmente, inhalando grandes cantidades de aire varias veces. Edward simplemente lo observaba, sin saber qué hacer.

Se había incorporado al suelo en el segundo en el que su novio se apartó, ¿pero de qué servía eso? No sabía qué diablos había pasado. Con las piernas temblándole se acercó a Louis, quién lo miró con el alma deshecha.

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