Capítulo 7.

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Antes de cerrar la puerta de casa, observé como Axel seguía esperándome cerca de su moto. Tendió un casco, y lo movió para hacerme saber que era para mí. Esa motocross que parecía que lo llevaba a todos sitios, no parecía un vehículo muy seguro. Sin decir nada, me acomodé en el estrecho y típico sillín de la moto. Saqué las manos de los bolsillos, y torpemente acabé con el casco en la cabeza.

No nos habíamos dirigido la palabra desde que salimos de casa, así que solo me limité a aferrar mis dedos a cada lado de su chaqueta de cuero. Reí cuando mi casco azulado, con un tigre peinado en uno de los laterales, golpeó el suyo. Miró por encima del hombro.

— ¿Preparada?

Era una buena pregunta.

— ¿Cuál es el plan? ¿Me dejarás en la fiesta, y luego te irás?

El motor rugió un poco.

Mis piernas temblaron en ese mismo instante, apretándose contra las suyas para buscar algo más de seguridad.

—Cambio de planes —rió. Podía imaginármelo con una enorme sonrisa, y esos pensamientos que eran difícil de conocer. Axel era extraño, hasta el límite que a veces pensaba que sufría de trastorno bipolar. —Una fiesta. Adolescentes con ganas de pasarlo bien. Y un botín entero de pastillas . ¿Qué puedo pedir más? Es una gran noche.

Su plan era horrible.

Las personas que estarían allí, ante todo, eran mis amigos.

— ¡Ni se te ocurra arrancar....—tarde.

La moto corría por la carretera, sin la intención de volver a casa. El muy cretino sabía que me negaría por completo a ir a una fiesta, donde para él, sería un gran botín de dinero.

Drogas. Drogas. Y más drogas.

Planeaba vender esas pastillas con emoticonos, a jóvenes que ni siquiera eran mayores de edad.

Intenté en más de una ocasión que se detuviera, pero Axel solo sabía preguntar una cosa; La dirección de la casa de Jared. Y en unos minutos, los peores de ese día, nos encontramos delante del enorme hogar.

Jared aprovechó el aniversario de sus padres, para invitar a unos cuantos amigos a reunirse. Lo que él no tenía planeado, era tener visita como Axel. Si de momento todo iba bien, en poco tiempo se iría a pique.

Axel, o el apodo que yo misma le puse, Gamberro, se arregló el cuello de la chaqueta. Me ignoró por completo, y antes de que me dejara allí sola, lo paré. Esos oscuros ojos, no parpadearon en ningún momento, llegando a ponerme de los nervios. Mantenía firme la mirada, algo que inquietaba.

—Por favor —susurré.

Tiraba de los dos, adentrándonos en la casa.

— ¿Por favor, qué? Vamos, hermanita —gruñí—, solo es una fiesta. Tú te diviertes, y yo no pierdo el dinero que ganaría esta noche. Ambos ganamos.

— ¿Y a qué precio, Axel? —Pregunté.

La pregunta del millón era; ¿Para qué quería todo ese dinero?

Desde que llegó a casa, lo tenía todo: Tabaco. Gasolina.

¿Qué más necesitaba?

—Digamos que Jared y yo... —calló. De reojo lo buscaba por el salón. —Tenemos una guerra pendiente. Nadie se mete con mi madre. Así que intenta no estar cerca de ese —hizo unas comillas—príncipe encantador. Puede que salgas afectada.

Bienvenido, GamberroWhere stories live. Discover now