capitulo 4

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El hielo que cubría el corazón de Scott se resquebrajó un poco al ver cómo aquella mujer desolada, totalmente destrozada, se deshacía en lágrimas delante de él.

Sus sollozos de desesperación lo removieron por dentro. Si pudiera dar con la cabrona de su compañera de piso, le haría pagar por todo lo que estaba sufriendo Lilith. Incapaz de reprimirse, Scott se acercó a ella, la abrazó y la puso de pie con sumo cuidado.

Ella le rodeó el cuello con los brazos y apoyó el rostro sobre su pecho. Estaban cuerpo contra cuerpo y Scott sintió el estremecimiento de aquella frágil figura, que trataba de apoyar parte del peso de su desesperación en su hombro.

—Tranquila. Todo saldrá bien. Yo cuidaré de ti. Scott acarició el pelo negro y sedoso de Lilith, consciente de que lo había dicho totalmente en serio.

No lo decía para tranquilizarla ni para aliviar su dolor, lo decía porque quería cuidar de esta mujer que había soportado con un coraje digno de admiración los múltiples apuros y vicisitudes que la vida le había deparado.

Sin duda era una persona muy especial y faltó poco para que sus lágrimas le emocionaran. Tomó aire y abrazó con más fuerza su esbelta cintura. Recorrió su espalda con una mano y trazó relajantes círculos para calmarla. Lilith se sentía muy a gusto en sus brazos.

Al inhalar la seductora fragancia de ella se empalmó. Olía a una mezcla de primavera y de Lilith: una fragancia natural y cautivadora que le hizo la boca agua. Deseó que su sexo masculino se estuviera quietecito mientras apretaba contra su pecho el dócil y suave cuerpo de Lilith.

Sabía que no era un buen momento para ponerse cachondo, pero le parecía inconcebible estar a un kilómetro de ella sin ponerse como una moto. Scott quería que todos los problemas de Lilith desaparecieran, que se esfumaran sin dejar rastro, como si jamás hubieran existido. —Lo solucionaremos, Lilith. Yo te ayudaré. Se apartó de él secándose las lágrimas con ambas manos.

—Te he mojado entero —susurró entre sollozos secándole con la mano la parte delantera de la camisa. A Scott le entraron ganas de ponerse a llorar cuando Lilith se apartó de él, pero se limitó a decir: —Da igual. Tras recuperar la compostura Lilith afirmó con determinación: —De nada sirve seguir lloriqueando como un bebé. Tengo que ir a buscar un albergue.

Ahora mismo estoy en la ruina. —Déjate de albergues. Quédate aquí. Tengo espacio de sobra —repuso Scott tratando de guardar las formas, aunque, si Lilith se empeñaba en irse, estaba dispuesto a sujetarla para impedírselo. No dejaría que pisara un albergue.

Puede que ahora estuviera arruinada, pero era una situación temporal—. Sé sensata. Necesitas ayuda y yo estoy dispuesto a ayudarte. Puedes quedarte aquí hasta que acabes el semestre. —¿Por qué? ¿Por qué querrías que me quedase aquí? No me conoces de nada. Le hubiera gustado responderle que sí que la conocía, que sabía quién era desde el primer momento que la vio.

Había despertado algo en él, un sentimiento franco y primitivo. —Necesitas ayuda. A todos nos pasa alguna vez. Yo tuve la suerte de tener a mi hermano. —Scott, no puedo aprovecharme así de ti.

«Que sí, que sí. Y siempre que quieras».

Scott volvió a sentarse para ocultar una erección que iba en aumento y tuvo la suerte de que ella también se sentara para coger la taza de café. —No te estarías aprovechando de mí. Tan solo estarías dejando que te ayudara un poco.

Lilith soltó un resoplido antes de tomar un sorbo del tibio café. —Es más que «un poco». Aún me quedan más de cuatro meses en la universidad y no tengo dinero, ni ropa, ni nada de nada. Scott

Una noche en mi camaWhere stories live. Discover now