Parte 1

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—Preséntate.

Respiró profundamente observando a sus nuevos compañeros serios y a sus compañeras enamoradas por su presencia en su salón.

—Namikaze Naruto, ese es mi nombre-su voz grave las hizo suspirar. Él mismo se sentía incomodo por ello, no soportaría que lo acosaran, por eso iría directo al grano con sus gustos-Antes de que empiecen a molestarme-miró a las chicas que lo devoraban con la mirada-No se ilusionen conmigo, soy completamente homosexual, me tiro a los hombres ¿Entendido?

Los chicos le miraron con asco, se veía claramente en sus caras, sus compañeras quedaron con la quijada al suelo de la impresión.

Era una pena. Otro hermoso hombre desviado del camino correcto.

—Bueno... gracias por decirlo-la verdad no estaba seguro que responder a su nuevo alumno, era valiente o era estúpido. La humillación, las burlas, sintió lastima por él. Se había metido en problemas el primer día-Siéntate donde quieras-habló amablemente.

Buscó con la mirada un pupitre vacio, sintiendo todas las miradas de los estudiantes. A medida que caminaba hasta su lugar, los chicos evitaban rozarlo y corrían su banco como si le temieran.

Ya estaba acostumbrado a la discriminación. Pasó por cuatro escuelas, una más no le mataría. En todos lados, se topaba con homofóbicos. Le pegaban, se reían de él diciéndole afeminado... ya no importaba nada.

No iba a ocultarse, se sentía bien consigo mismo.

Tenía marcas en su cuerpo que no se desvanecerían. Podría decirse que estaba solo en el mundo, aguantando la humillación, pero sus padres siempre lo apoyaban en todo. Le amaban por sobre todas las cosas, defendían a su hijo en las reuniones de la escuela cuando otros padres protestaban por su mala formación como individuo y mentían diciendo que sus hijos eran "Manoseados por su pequeño" con el simple objetivo de ser expulsado porque no soportaban a un homosexual. Podría contagiar a los demás estudiantes.

Tristemente, Naruto fue expulsado. Abrazó a sus padres diciéndoles que todo estaría bien, lloraban por el dolor de su hijo, por todo lo que le pasaba en su corta vida de 16 años.

Y ahora, volvía a comenzar. Una nueva escuela, nuevos estudiantes, mismo dolor. Tal parecía que no existía un lugar para él en el mundo.

Pero debía haber uno, lo soñaba con todas sus fuerzas.

Se sentó al fondo. Los pupitres se movieron y se alejaron de él, suspiró e intentó concentrarse en la pizarra.

—Continuemos con la clase, hoy se dará nuevo tema-le dolía, pobre muchacho, no podría tener amigos. Había sido mala idea decir su condición.

Pero fue decisión propia.

Escribió cada nota que aportaba el profesor, ignoraba los murmullos entre las chicas que repetían "Que desperdicio". Sentía las constantes miradas de odio y repulsión de los chicos.

Pasaron tres horas y un solo recreo. Naturalmente nadie le mostró la escuela y se tomó la molestia de hacerlo él mismo. A su regreso, seguían mirándolo, se sentó en su lugar y la clase continuó al ingresar el mayor.

Todo iba bien, solo eran malas miradas y murmullos. Sin embargo...

Un estudiante levantó la mano.

—¡Profesor!

El mayor se dio vuelta dejando de escribir en la pizarra.

—¿Qué sucede?

Su mano señaló al joven rubio que estaba escribiendo normalmente en su cuadernillo.

Vida de mierdaWhere stories live. Discover now