V. Pecado

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❝Crema, 1975

Pies descalzos y de puntillas se deslizaron con sigilo a través del corredor y escaleras abajo, esperaba que no rechinaran y sus pequeñas manos pálidas se aferraban al barandal, a veces tenía pies torpes y lo que le preocupaba de resbalar por las escaleras y llorar al final de ellas era la riña que sus padres le darían por haber salido de su cama. El reloj anunciaba la medianoche, no eran horas para que una pequeña estuviese en vela, debía estar descansando a las 8, justo después de decir sus plegarias, sin embargo rompió su horario y se había quedado despierta, esperando hasta el momento en el que se sintiese segura para salir.

Su cumpleaños número 7 recién había pasado y un vestido rojo le habían obsequiado, con adornos perlados incrustados y bordado blanco.

A Inocencia le encantaba.

Su padre ordenó que lo tiraran.

❝El rojo cuenta historias acerca del pecado❞ siempre le había enseñado.

Inocencia no encontraba nada que dijese pecado en él, de cualquier manera su madre lo arrojó al bote de la basura tiempo más tarde, sin opinar en la decisión de su padre.

Así que cruzó la sala de estar y el umbral que daba entrada a la cocina, se precipitó al bote de basura y durante unos segundos en rotundo silencio no hizo nada, sólo se quedó allí, escuchando no más que el coro de insectos que cantaban fuera de casa y esperanzada de no oír nada que no fuesen ellos.

En su campo auditivo su propia respiración costosa le enojaba, estaba asustada y nerviosa, sin la menor idea de que había desarrollado algo llamado ansiedad pero había decidido que no se despediría del vestido sin habérselo probado al menos una vez.

Levantó la tapa y también sus pequeños pies para ver dentro del bote; allí estaba, sobre un montón de desechos, una bolsa de regalo color rosa adornada con un lazo, contenía su precioso vestido y con él una sensación de emoción.

Tomó la bolsa y volvió a su habitación de la misma manera que salió: con suma precaución. Cuando cerró la puerta tras ella al instante comenzó a dar pequeños saltos con toda la carita iluminada de felicidad, contuvo sus ansias de celebrar pero no su afán, no tardó en sacarlo y dejar la bolsa tirada a un lado. Salió de su pijama en un santiamén y entró en su inocente vestido rojo, corrió a verse al espejo pero al siguiente segundo se volvió en busca de sus zapatillas negras ¡Debía tenerlo todo completo! de lo contrario ¿Para qué se había arriesgado? Muy torpemente se colocó calcetines blancos y calzó en sus zapatos. Estaba hecha. Finalmente contempló su conjunto entero en el espejo, su adorable vestido por sobre todas las cosas y su corazón se sentía tan completo que no tuvo tiempo para pensar en la desdicha de que debía volverlo a su lugar. Pero primero dio muchas vueltas frente al espejo y lo vio ondearse al mismo tiempo, primero fingió que se sentaba frente a su piano y que vestía de gala para un concierto en un gran escenario, frente a mucha gente importante, primero jugó a que tomaba el té con todas sus muñecas y sólo hasta entonces, recordó que debía quitárselo.

Inocencia no se deshizo de su vestido en el momento que debió, se recostó en la cama y descansó en los brazos de Morfeo una hora antes de que el astro brillante despertara.

Después de ello no correría con suerte, pues no fue su madre, que la levantaba cada mañana, quien primero entró en su habitación, sino su padre, que claramente había ordenado que el vestido fuese tirado.

La jaló de sus frágiles piernas hasta el borde de la cama, a Inocencia le tomó varios segundos comprender lo que pasaba y lo iracundo que su padre estaba, gritaba el nombre de Eva y le reñía.

El mundo a su alrededor se volvió oscuro y aterrador, su padre la arrastró por el corredor a una velocidad que sus pies no alcanzaban, Inocencia era un mar de lágrimas y rogaba por misericordia.

Inocencia & Las 21 ArmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora