La "date" final

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¿Son los ojos las ventanas del alma? Una lágrima. Una mordida muscular. Si existe el destino, quizá en mi pergamino, se ha escrito dolor por todas partes.

Conocí tu lápida, no tu cadáver. Me abrazaste con tus brazos congelados desde la tierra; pero solo me permitiste detallar tu rostro en el retrato sobre tu tumba.

Estás tan viva en mi muerte lenta. ¿Interpretas mi transparencia? Antes de ver la luz al final del camino, tu historia nada sobre los charcos negros. Palpito en el recuerdo. Tiemblo al mirarte atento. Y hasta ese momento, era melancolía quien me abrazaba. Fueron tus ojos quienes rompieron mi tiempo. Tus pupilas dilatadas antes que tu hermoso cuerpo.

¿Quién puede asegurar que, antes de ti, el pasado no era más que un sueño, una fantasía o reinterpretación del momento?

Quizás tu también seas una ilusión tal cual castigo venidero.

Porque has sido montaña y cascada para mis emociones. Has sido la marea de medianoche. Pero a diferencia del océano, en tu próximo alejamiento, ya no vuelva tu calor a mi pecho. Te recordaré en la orilla como un hombre destrozado por la vida.

«Nosotros los desolados estamos condenados»

Es un eco mortal en mi mente que resuena como cadena. Un sello auto-impuesto. ¿Y quién te lanzó una sonrisa cuando nuestros rostros se encontraron? Quizá algún niño esperanzado. ¿Esperanzado en qué? En un poco de cariño, sin importar si era falso, para distraer el ardor.

Te dejé entrar.

Compartiste espacio con mi solitude. Fuiste objeto de duda para el cazador. Fuiste mi nuevo verdugo, motivo de diversión para el asesino. Eras la ilusión para los 10 años de J. Pero H y W fusionaron una idea: serías una nueva cicatriz. De esas que el niño vio en ti. Te hiciste perversa a modo de defensa.

La vida te hizo prólogo inconsciente de mi capricho. Desaparecías. Y cuando te deseaba con fuerza manifestabas tu nueva estadía. Con tu falda negra, sobre la orilla de una ventana. Tan casual en pasillos monótonos. Y daba la contraria a la crudeza: me verías como basura comparada a tu colección de esculturas.

No poseo una cara bonita comparado a tus muñecos. Aprecio, como pueda, la vida porque no tengo dinero. No tengo la fuerza de tus marineros. Soy el sobreviviente de algún desierto.

Sé que eres consciente de las curvas que posees, de la firmeza de tu piel sosteniendo tu carne. Al igual que sé que nada de eso te valdrá en algún momento; una apariencia candente para un corazón congelado. La niña dentro de ti está muriendo.

Pero sigue allí, luchando. Quizás ella sea la que saludó desde su ventana a mi niño. Se llevaron bien. Y nuestros demonios, como padres de diferentes clases, los limitaron.

Hemos pasado por mucho dolor. Cada uno en su medida y perspectiva. Nos rehicimos según lo necesario. Portamos nuevas máscaras. Así te conocí. Así me olvidaste una y otra vez.

Realmente no recuerdas quién soy y dónde estuve. No recuerdas en qué escena fuimos protagonistas. Para llenar los vacíos, me combinaste con algún fantasma más. ¡Pobre alma en pena y pobre de mi inexistencia!

Eres mi fleur de rosa. Hermosa y espinosa. Me arriesgué a besarte sabiendo que sangraría. Y decidiste cortarme de tu vida con un pétalo marchito. ¿Quién estaba indefenso realmente? No me planteé luchar una batalla perdida. La advertencia siempre estuvo escrita bajo el altar de tus pies. Y la vida decide darme la razón cuando sé que voy perdiendo.

Me dejaste un lindo regalo llamado Milo. Te quiero, también, por eso.

La ironía se volvió maravilla. Convencido de que tu decisión era absoluta, me conformaba con tu recuerdo y me incitaba a eliminarte de mi panorama. Y tú, tan testaruda, te niegas. Me escribes, me llamas. Soy débil. Te acepto. Imagino que tengo tus brazos en mi cuello.

Estuve enojado, lo acepto. Fui agresivo, brusco e inepto. Comencé a sentir que deseabas jugar con lo que quedaba de mi alma de pebleyo. Sentí que me odiabas por diversión y era basura en tu terreno.

La casualidad te hirió terriblemente, te invalidó el caminar y tú manifiestas que pensaste en mí en todo el tiempo. Dudé porque sentí que era un juego; pero inclusive a eso, decidí tomar el riesgo. Y aunque herida y con luces tenues, te vi tan hermosa como siempre. Con tus ojos grandes, tus cejas hindú, tu cabello lacio...

...tu bella sonrisa.

Tenía que volver a besarte porque me hacías temblar. Tenía que abrazarte porque me sentía seguro en esos segundos congelados. Tenía que decirte cuánto te quiero. Estaba por partir muy lejos.

Moría por entregarme a ti. No eran los nervios. Quería entregarte todo porque te odiaba y te quería. Mi cálido cuerpo, mi largo cabello, mi desnuda vergüenza. No me importaba si fingías; reitero, yo te quiero. Estaba congelado sin ti. No se le da fuego a un indigente bajo un puente. No se le da invitación a un exiliado.

Me rechazaste...

...Me dijiste que estabas muriendo. Y aunque comprendí, sabía que no estaba equivocado con mi deseo por ti. La gente que llega a amarme siempre estuvo al borde de la muerte. Pero recuerda lo que te dije: Si mueres, te odiaré por siempre. No se juega con alguien que había perdido el sentido de afecto.

Ahora estamos lejos y aún te pienso...

Pupilas dilatadas.

Sé que te irás de la cercanía de este llanero. Sé que seré reemplazado; no sientes dificultad con eso. Que no querrás tenerme cerca de nuevo.

Y yo lo acepto. No me opongo a eso.

Morirás y aún tendré tu recuerdo. ¡Malditos sean mis versos!

Se ha escrito dolor en todas partes, quizás en mi pergamino, si existe el destino. Una muscular mordida. Una lágrima. Fueron tus grandes ojos, alguna vez, la ventana de mi alma.

J. Widmann Rhodes

Für Krela no era más que un sueño. Tú, Mavia, eres la realidad. Tiempo de despertar.

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2020 ⏰

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