(Capitulo 7)

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Sentado frente a su escritorio, me mira con seriedad

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Sentado frente a su escritorio, me mira con seriedad. ¿Cómo puede parecer otra persona ahora?

—Siéntate —me ordenó.

Lo hice sin decir una palabra. Las piernas me tiemblan.

¿Un Alfa de Seyh? ¿Es en serio? Esto es incluso peor que si fuese un líder.

Porque además no se trata de cualquier Alfa, sino que de el mismísimo demonio de las historias de terror que se cuentan en Becka. De las que asustan a niños e inclusive a adultos. De historias que son reales.

Y aquí estoy yo, frente a él, sintiéndome solamente intimidada por su expresión y apariencia, que no coincide para nada con lo que contaban.

Con el corazón acelerado y en completo silencio, lo vi sacar del cajón de su escritorio un par de papeles que leyó con desinterés.

—Según el reporte del médico, estás en un excelente estado de salud —me comentó, y luego volvió a fijar sus ojos sobre mí—. Esto significa que podrías irte.

¿Qué? Fruncí el entre cejo. ¿Había escuchado bien? ¿Él me dejaría ir?

—¿Devuelta… con mi padre? —me animé a preguntarle, sintiendo la garganta seca.

—Sí.

Poniéndose de una forma más cómoda, descanso el codo encima del escritorio para recostar su mejilla sobre la mano hecha un puño.

No supe que más decir, porque no puede ser verdad, ni tampoco tan fácil. Quizás… solo quiere jugar conmigo.

—¿No me crees? —sonrió de costado.

Y entonces vi un destello rojizo en el color de sus ojos, y comprendí por qué actúa tan diferente, su instinto lobuno está un poco despierto, queriendo dominar sus emociones.

Por lo que ahora es mitad emociones humanas, y mitad instintos intensos de lobo. Una combinación peligrosa para quien no la sabe controlar.

—Incluso, podrías irte hoy mismo —destacó.

Aparte la mirada por un momento y observé el librero, no tiene muchos libros, pero los que hay son solo de temas relacionados con el Reino, quizás de sus políticas, por el color de sus tapas, azul y dorado.

—Pero… ¿No sé, supone que me tienen aquí por seguridad, por ser una donante? —volví a verlo.

Él asintió.

—Y por eso no te irás a otro lugar que no sea la casa de Lhaia —pronunció el nombre de la guardiana con confianza.

¿Podrían ser amigos? De solo pensarlo la piel se me eriza, y me preocupa ser consciente de que ella ahora mismo está con mi padre. ¿Y si intenta hacerle daño? Porque las guardianas pueden ser tan fuertes como un lobuno o un Desterrado.

Destinos. © Where stories live. Discover now