CAPÍTULO 22.

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Un nudo se había instalado en la boca de mi estomago y me impedía respirar con normalidad. Estaba ya en el aeropuerto esperando a que los padres de Becca vinieran a recogerme. Ellos no sabían sobre mi padre, así que les sorprendió mucho la razón por la que me iba por un tiempo. Les estaba agradecida por que me dejaran quedarme en su casa mientras yo estaba aquí. 

—¡Alexis, aquí! 

Me giré y lo primero que vi fue a Becca, que parecía una bola de piel por culpa de su abrigo de leopardo, y la bufanda que llevaba hasta la boca. Sus mejillas y nariz estaban rojas por el frío, y cuando se quitó la bufanda, vapor blanco salió de su boca. Su aspecto me hizo gracia, y ella al verme reír sonrió abiertamente. Corrió la poca distancia que la separaba de mi y se aferró a mi cuerpo cual koala. 

—¡Te he echado tanto de menos!

—Ni siquiera ha pasado un mes, Becca —me reí y ella me pegó en el hombro levemente. 

—¿Acaso no te puedo echar de menos?

—Puedes echarme de menos siempre que quieras. 

Reí otra vez. Era bueno reír un poco dentro de todo lo malo. 

Saludé a los padres de Becca y nos subimos al coche para ir a su casa. El trayecto era algo largo, y estaba cansada de el viaje en avión, así que casi me quedé dormida en el coche. Si no fuera por Becca, que grito en mi oído que no me durmiera, que si no ella se aburriría. 

La madre de Becca, Susan, encendió la radio “para que Becca se calmara” pero surgió el efecto contrario. Pusieron su canción favorita y se empezó a contorsionar en el coche, en un intento pésimo de bailar con el cinturón de seguridad abrochado. La canción terminó y Becca se dejó caer en el asiento, exhausta, como si hubiera corrido una maratón. Me reí por lo exagerada que era. 

Una canción lenta empezó a sonar en la radio, y mi maldito cerebro se puso a analizar la letra de la canción. No era una canción bonita, que hablaba de el amor y lo que se sentía cuando estabas enamorado, era una canción que hablaba de lo destrozado que te dejaba cuando ese efecto pasaba, cuando te dabas cuenta de la realidad. No entendía por qué cuando estamos tristes nos centramos más en las letras de las canciones. No lo entendía, pero era una verdadera mierda. 

Cuando llegamos era pasada la media noche, pero yo no tenía sueño. Jetlag. Me sentía un poco culpable de que los padres de Becca, y Becca siguieran despiertos por haber tenido que recogerme, y les dije que lo sentía pero dijeron que no pasaba nada, que todo por las amigas de Becca. 

A Becca no le importaba para nada que estuviera allí, ni mucho menos. Se iba a perder más clase de la que ya se perdió cuando se incendió su instituto. Nada más bajar del coche, mi energía se recargó y saqué mis maletas del coche, para luego subirlas por las escaleras hacia la habitación de mi amiga. 

Pósters de todo tipo de actores cubrían sus paredes. Distinguí entre ellos a Leonardo Di Caprio de joven, a Johnny Deep, y a otros más actuales como Dylan O'Brien, Channing Tatum o Logan Lerman. 

—Me siento observada en esta habitación —le dije a Becca con una sonrisa. 

—Yo me siento deseada. 

Solté una carcajada por la burrada que había soltado y me tumbé en la cama, mirando al techo. Un póster tamaño real de Adam Levine me devolvió la mirada. 

—Vale, esto es raro. 

Ella se asomó y miró al techo al igual que yo. Sonrió y puso esa cara de enamorada/obsesionada/psicópata que se le ponía siempre que veía a su nuevo "crush" como lo llamaba ella. No sé si le llegará a gustar alguien que pueda conocer, incluso tocar. Me reí de mi propio pensamiento y la miré mientras ella se tendía a mi lado. 

Un cambio contigo. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora