4. Feliz navidad, Charlie (Ficción general)

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Canción: Silent Night, Holy Night - Julie Andrews (o la versión que prefieran, pero esa es verdaderamente preciosa).

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Mientras la nieve cubría las calles de la ciudad, Charlie se encontraba tomando chocolate en su vieja taza de dinosaurios. Esperaba la llegada de Santa, el traería los regalos y el suyo no faltaría. Había sido un niño obediente y responsable, nunca había faltado a sus mayores, realizó y entregó a tiempo sus deberes en la escuela y mejor aún, fue el mejor de su clase. Su uniforme permanecía finamente planchado y procuraba no ensuciarlo, era un buen amigo e hijo y ahora sería hermano. A sus seis años de edad, Charlie sabía lo que quería y lo que debía hacer para lograrlo.

Esa navidad podría quedarse hasta la media noche —Sus padres le habían concedido el permiso—, siempre y cuando permaneciera en la sala contigua y no viera hacia la chimenea. La idea era preservar la magia y conocer a Santa no lo permitiría. Sentado en su pequeño sofá rojo, sostenía en sus manos enguantadas su bebida.

Iba por el segundo sorbo cuando sonó una campanada. Sus ojos se iluminaron y sonrió de oreja a oreja —¡Ya eran las 8:00 pm!—. Su madre le había explicado que con cada campana que sonará, él debía restar una hora de las cinco que permanecería esperando, por lo que puso el chocolate en la mesa y levantó sus deditos para contar cuanto faltaba para la llegada de la navidad. Abrió una de sus manos frente a sus ojos y con la otra ocultó el dedo pulgar.

—Uno... dos... tres... —decía, señalando los que le quedaban— cuatro. ¡Faltan cuatro, mami! —exclamó emocionado. Elizabeth, su madre, que se encontraba descansando en el otro sofá, se levantó asustada, miró hacia Charlie para comprobar que estuviera bien y sonrió al verlo tan feliz—. ¡Cuatro, mami, ya no falta mucho!

—Sí, mi pequeño, solo faltan cuatro —Se puso de pie con dificultad. Su enorme panza de ocho meses no le permitía mucha movilidad, sin embargo, abrazar a su hijo mayor era importante. Abrió los brazos a su pequeño, quien al verla acercarse se montó de golpe en el sofá y correspondió al gesto—. Te quiero, mi niño.

—Yo también te quiero, mamita —hablaba entre los cabellos de su madre.

El claxon de un auto los despertó del trance en que se encontraban en los brazos del otro.

—¡Papá! ¡Llegó papito! —gritó Charlie, alejándose de su agarre para correr a la puerta. Ya conocía ese sonido, podían existir muchos, pero el de su padre lo reconocería desde cualquier lugar.

Carlos, como de costumbre, dejó las bolsas en el auto. Después de muchos accidentes con los recibimientos de Charlie, había aprendido que los paquetes debían permanecer en campo neutro. Tan pronto dio el primer paso en el salón, el pequeño saltó a sus brazos cual tornado, lo que le hizo trastabillar un poco.

—Papá, papá, solo faltan cuatro horas —parloteaba a su padre, que lo miraba con amor.

—Sí, Charlie —Le dio un beso en la mejilla y lo puso en el suelo para adentrarse en la casa y protegerse del frio que hacía en la calle.

—Vamos a ver a mamá —decía Charlie, mientras lo halaba por el pasillo.

Un cristal rompiéndose fue el aviso de que algo ocurría en la sala, por lo que Carlos se apresuró a ver a su esposa. Al entrar halló a Elizabeth tendida en el suelo junto a un destrozado pocillo. Se había caído y no hacía más que quejarse y retorcerse de dolor.

—¡Mami! —gritó el pequeño.

Lo primero que hizo Carlos fue tomar a su esposa en brazos.

—Charlie, vamos —habló al niño, que miraba con ojos llorosos la escena—. Llevaremos a mami al médico.

Un dramático giro de acontecimientos [COMPLETA]Where stories live. Discover now