Capítulo 31

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Hunter

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Hunter

Mentí. Fui un total falso con mis palabras. Y Chloe se creyó cada una de mis oraciones.

Fui en contra de mi corazón, ignoré sus fuertes latidos que, al estar cerca de ella, me decían «dile que la quieres, que te mata la distancia, que te duele. Dile que es tu verdadera razón para todo».

Dolieron mis palabras, como de seguro a ella le dolió escucharlas. Me desesperó escuchar su llanto y actuar como si eso no me importara. Y cuando se fue, me desplomé en el suelo, en mis verdaderos sentimientos que no dije, y oculté.

Oh, Chloe... qué fácil me has creído.

La echo de menos, realmente la echo de menos. Demasiado. En verdad me hace falta, y luchar contra esa necesidad me está enfermando, matando.

Echo de menos su risa, su voz cantarina, sus bromas. Echo de menos su aroma, aquel que se quedaba impregnado en mi ropa y que tanto me gustaba que así sucediera.

Mis brazos echan de menos su cuerpo envuelto en ellos, mis manos echan de menos acariciar su rostro. Mis labios echan de menos besarla como si fuera el último día de la humanidad.

Cada parte de mí la necesita, cada partícula de mi cuerpo necesita de su simple y hermosa presencia.

¿Y por qué si la necesito tanto la alejé así? Simple, porque es evidente que ella no merece esta vida, no merece tener un paciente como novio.

Además, el no poder verla me mata. Pude ignorar mi problema los días que pasamos juntos, y así pude apreciar su verdadera esencia. Pero solo Dios sabe cuánto me gustaría poder verla.

Haz la prueba. Ponte una venda en los ojos y habla con cualquier persona que esté cerca. Es realmente molesto no poder ver su rostro, sus gestos al hablar. Y es aún más triste cuando se trata de alguien a quien quieres demasiado.

Pero claro, tú puedes quitarte la venda y listo, se acabó el drama. Bueno, yo no puedo, mi venda no se quita.

No sé nada de Chloe desde esa última vez que se presentó. Cada tanto Paul se cruza a Marie, y ella le cuenta cómo está, para que luego Paul venga y me pase la información.

Pero ya llegué al punto en donde no quiero saber nada, y hago oídos sordos cada vez que escucho su nombre. Porque cuando echas de menos a alguien, hasta escuchar su nombre duele.

Saber de ella me lleva a contar los días que estamos alejados. Son demasiados, muchas horas. Y no puedo batallar contra el dolor de su ausencia, prefiero dejar de pensar, soltar de a poco.

Qué complicado es dejar ir. Es como si esa persona supiera que estás intentando superarla, y entonces, simplemente se presenta en tus pensamientos cada dos segundos.

Dicen que es cuestión de tiempo, como todo en la vida. Pero todos sabemos muy bien que el tiempo duele cuando se trata de un corazón roto.

—Te estás hundiendo en el pozo que tú mismo cavaste —Paul me quita de mis pensamientos. He aquí otro sermón, ya perdí la cuenta de cuántos han sido—. No suspires como si supieras lo que se viene.

A través de ti (En físico y en Ebook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora