Que tengas un buen día

1K 92 12
                                    

Agosto 2007, 12 años.

«Maldito transporte público.» —Pienso al ver que el bus no se detiene donde debía, incluso cuando toqué el timbre con suficiente anticipación para que el conductor pudiese oírlo y frenar. 

Me hago espacio entre las personas y avanzo afirmándome de los respaldos de los asientos laterales hasta el lugar del chofer. 

—Disculpe, quería bajarme en la parada anterior.

—No tocaste el timbre.— Me dice el hombre con evidente mal humor.

—Si, si lo toqué.

—Pues no sonó.

«O tú eres muy sordo, o el sistema es una mierda y todos los timbres están malos» —pienso.

—¿Podría bajarme en la próxima, por favor?

No me da ninguna respuesta y se detiene en el siguiente paradero. Con suerte tendré que caminar menos de cinco cuadras hasta la casa de Cami. ¿No puede haber una tarde con mis mejores amigas en la que yo no sea la última en llegar, como siempre?

El autobus arranca en cuanto yo salto fuera de él y le dedico una mirada de desagrado al conductor, aunque él ni siquiera se toma la molestia de mirarme una sola vez antes de cerrar las puertas y marcharse. 

Me acerco a paso apresurado al cruce peatonal y camino por encima sin fijarme realmente en mi entorno. Sólo voy mirando mis pies y concentrándome en ir rápido para no llegar tan tarde.

—Hey.— Una voz masculina me detiene en medio de la calle. Es un hombre anciano vestido de traje y corbata azul muy oscura. 

—¿Sí?

—¿Cuál es tu nombre, hija?

Lo primero que me viene a la mente con esa pregunta es mi papá repitiéndome hasta el cansancio que jamás debo revelar información personal a desconocidos. Mucho menos en la calle.

—¿Por qué quiere saberlo? —Le pregunto, tratando de sonar tan amable como me sea posible. No quiero ofenderlo tampoco, se ve como una persona bastante inofensiva. Pero de todas formas, ¿por qué querría saber mi nombre este caballero?

—Disculpa, es que me recuerdas mucho a mi nieta. Pero muy bien al no decírmelo, siempre debes cuidarte. Te felicito por eso.

Tuerzo mi rostro en una sonrisa al no saber que decirle, aunque es un hombre muy adorable. 

—Usted me recuerda a mi abuelo, de hecho. —Le digo y me río. 

—Toma, voy a darte esto—dice y abre un poco su chaqueta, tirando de una de las solapas. Saca un dulce de menta del bolsillo interior y me lo entrega. —Por ser una niña tan educada y cordial.

—Muchas gracias.— Sonrío sorprendida. 

—Que tengas un buen día.

—También usted.

—Y pórtate bien. ¡Adiós! —Me dice y continúa su camino por el lado del que yo ya provengo. Yo sigo en dirección a la casa de Cami, pero ahora llevo conmigo un dulce de menta y una sonrisa. Voy a guardar este pequeño obsequio apenas vuelva a mi casa por la noche.

No empieces, Eff.Onde histórias criam vida. Descubra agora