Astros en el iris

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Ya me había perdido la primera estrella fugaz por estar distraída mirándolo a él. Apenas pude captar la segunda por el rabillo del ojo. La tercera, me la perdí también. Pude ver la cuarta, pero fue pequeña. Pero la quinta, la quinta había sido mirífica; una larga línea blanca y brillante que se dibujó efímeramente en el cielo y que duró apenas un segundo, pero se quedó grabada en mi retina por un poco más de tiempo.
—¡¿La viste?! —preguntó ilusionado.
—¡Sí! ¡Sí la vi!
En ese momento me sentía como una niña chica, emocionada por algo tan simple como una estrella fugaz, tanto así, que ni siquiera pude pensar en un deseo para pedir, pero ahí entendí por qué había insistido tanto en que fuéramos a ver esa lluvia de estrellas y por qué precisamente ese era su fenómeno natural favorito.
—¡Fue gigante! —exclamé.
Me miró con los ojos centelleantes, como si tuviera los astros en el iris, y se acercó para darme un beso.
—¿Te puedo decir algo?
Yo ya sabía que estaba a punto de revelar ese secreto que yo me había estado guardando por varios días y no me atrevía a soltar.
—Yo también quiero decir algo —declaré en voz baja.
—Te amo —confesó.
—Yo también te amo —admití igualmente.

No empieces, Eff.Where stories live. Discover now