Epílogo

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Pasaron los días y las noches, las semanas, los meses y los años, crecí y me convertí en adolescente y luego en un joven adulto

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Pasaron los días y las noches, las semanas, los meses y los años, crecí y me convertí en adolescente y luego en un joven adulto. Hoy tengo veinte años y ya estoy en la universidad. No suelo pensar en estas cosas muy a menudo pero cuando lo hago, todo lo que pasó aquella ocasión vuelve a cruzar por mi mente y siempre me ataca la duda inmutable que me ha hecho pensar y pensar durante todo este tiempo: ¿fue eso en verdad sólo mi imaginación?

Y aunque aún a mi edad actual, y habiendo pasado ya bastantes años de por medio entre aquél raro incidente y el día presente, a pesar de que ya no me asusto al oír gatos deambulando entre la noche, a la distancia o en las cercanías, siempre me he preguntado qué habrá sido aquello que escuché esa noche a mitad de la madrugada, mientras estaba acostado en la cama de la habitación, en el cuarto en el que dormíamos mis dos hermanos y yo.

Qué habrá sido aquello que turbó mi noche y algunas de las noches subsecuentes; eso que me despertó a mitad de mis sueños y que me hizo temerle más todavía a la oscuridad en aquella época. Qué habrá sido eso que gritaba desde la lejanía entre las tinieblas y el frío de las oscuridad nocturna; eso que llamaba con una voz infantil y espantosa y que, aparentemente, sólo mis oídos de niño temeroso pudieron escuchar.

Siempre me preguntaré sí aquello se trató sólo de un macabro producto de mi torcida imaginación o si fue parte de un extraño sueño, aunque yo recuerdo nítidamente haberme despertado; o sí en realidad fue algo más, algo real, si se trató de algo que llamaba desde la noche fría y oscura y cuyos alaridos verdaderamente llegaron a aquella habitación... ¿Qué habrá sido esa cosa? Creo que nunca lo sabré.

Mientras escribía estas últimas palabras pasó algo sumamente curioso; una de esas "coincidencias" de la realidad, una de esas casualidades que lo ponen a uno a pensar y pensar, sobre todo cuando se tiene una mente tan activa:

Me encuentro en una nueva habitación, construida ya hace tiempo en un segundo piso, sobre el cuarto que compartí en aquél entonces con mis hermanos; estoy sentado redactando todo esto en una mini laptop. Es casi medio día. Mi hermana, quien hoy ya es una licenciada, tiene un perro y este está conmigo, en mi habitación. Se asoma a la puerta abierta de mi cuarto y comienza a gruñir desde las escaleras en dirección hacia el patio/taller de la casa.

Miro por la amplia ventana que adorna la pared de mi habitación y veo por qué la mascota ladra: curiosamente, desde afuera, en el muro de la casa vecina, va pasando un gato color blanco y con manchas oscuras en el cuerpo, camina con dificultad porque parece que trae una pata herida. Este no es ningún desconocido, y de hecho suelo saludarlo tiernamente cuando lo encuentro fuera de la casa por las noches al volver de la escuela. A él también lo he oído maullando, pero es uno de los llegados, uno de muchísimos gatos que cruzan por esta colonia, de los pocos que ha decidido quedarse por más tiempo.

He dicho que es "curioso", porque quizá, y sólo quizá, lo que me despertó aquella noche pudo o bien haber sido otro de esos gatos que deambula en busca de pareja en temporada de celo, o bien pudo tratarse de algo más, algo que también deambulaba por ahí, fingiendo ser un felino. O tal vez, y peor aún, sólo imitando el sonido de un gato: digo esto porque, a decir verdad, yo nunca me asomé por la ventana en aquella madrugada.

Y ahora que pienso en esto, después de ver al gato blanco desaparecer de la ventana y caminar por la pared que divide a mi casa de la casa vecina, he dicho en voz alta: "Qué bueno que no lo hice... qué bueno que no fui a ver..."

Quién sabe con qué pude haberme topado aquella vez. Quién sabe qué hubiera visto de haberme hecho el valiente, salido de la cama, caminado hacia la ventada, corrido la cortina y mirado hacia afuera, hacia arriba, cuando algo, o quizás alguien, parecía gritar "¡Ayúdame!" desde el exterior de la habitación, en la oscuridad de esa noche; una de las noches más inusuales y aterradoras que he vivido.


[Escrito en 2017. Editado por última vez en 2019.]


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