Capítulo 3; Pelea

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Le siguió una oleada de adrenalina pura. Sus ojos vagaron de un lugar a otro, paseándose de lámpara en lámpara a medida que se prendían y volvían a la oscuridad, aferrada a lo único que la mantenía en pie: la salida. De haber podido, hubiera sonreído, quizás llorado, de lo feliz que se sentía; o lo más cercano a feliz que pudo llegar a sentirse. De un momento a otro el guardia ya había desaparecido, aunque menos no pudo importarle, a pesar de haber sido él quien terminó por darle aquella oportunidad. Su cuerpo aún dolía y se estremecía bajo cualquier movimiento; su piel continuaba amorfa  y puntiaguda, como una vibración de energía que se anticipaba a lo que estaba por venir.

Sus oportunidades eran mínimas y lo sabía; intentando abatir su optimismo se encontraba la idea de que ella era apenas una muñeca de trapo, desgarrada y carente de gracia, contra el avance tecnológico y, como Oktavia había dicho, el control que tenían sobre su cuerpo. Un grito desgarrador rompió la tensión en el aire y Sapphire finalmente reaccionó. Su primer pensamiento fue sencillo, un plan sin estructura que desechó al darse cuenta de la estupidez que estuvo a punto de cometer. Decidió esconderse y aguardar en sigilo, aunque su respiración agitada y ronca comenzase a dificultar la tarea.

Escondites no habían muchos. Sapphire se encontraba en una sala remotamente vacía, exceptuando la silla en la que aún yacía visible su sangre fresca y los computadores a la que estaba conectada. Una mesita custodiaba los dos sueros que aún faltaban por inyectarle. Con el tiempo pudieron haber desaparecido una gran cantidad de cosas; incluidas el amor que en algún momento sintió por su propia vida y el último atisbo de una sonrisa pintando su rostro, sin embargo, aún mantenía pequeños y débiles extractos de la chica increíblemente astuta que fue en algún momento. Ella no era como el resto. Tomó la jeringa y la examinó, un objeto tan ajeno y cercano al mismo tiempo. Jugueteó un par de segundos con ella, tanteando con sus dedos aquello que solía ser usado para su malestar. La refugió en el pequeño espacio de sobra entre su cintura y la tela del andrajo que exponía una buena porción de su cuerpo.

La calma y la luz vinieron segundos después de haber encontrado un escondite; una abertura en la pared tan fina que solo Sapphire, con su cuerpo tan delgado y flexible, habría sido capaz de entrar. El pequeño escondrijo apenas la ocultaría de las miradas curiosas, sin embargo, esperó que la conmoción causada por el dichoso apagón fuese suficiente excusa como para obviar su presencia, al menos por un par de segundos. Efectivamente, cuando Oktavia reapareció en el interior de la habitación seguida por el doble de guardias, lo primero en resaltar no fue el peculiar bulto que sobresalía en una abertura sin descubrir detrás de la mesa con los sueros y sus ordenadores, sino su inminente desaparición de una silla a la que había estado atada y en un estado de frenesí.

Trató de callar sus jadeos irregulares y las ganas de chillar cada vez que la aguja de la jeringa se clavaba contra su muslo. El calor comenzó a acumularse en su cuerpo, el sudor en su frente y en su cuello. Tan cerca había estado; y aunque quizás no hubiese llegado tan lejos como su instinto le decía, la satisfacción de haber logrado algo iba a ser más placentera que la impaciencia que sentía en aquel instante. Intentó acomodar su posición deslizando una de sus piernas hacia el exterior, pues aplastada entre dos muros sólidos la sensación no era esa de comodidad. Reprimió un sollozo cuando la aguja terminó por enterrarse con totalidad en su muslo izquierdo. Sintió la sangre recorrer su pierna y derramarse sobre el suelo; una mínima cantidad de suero se deslizó al interior de su torrente sanguíneo. Y eso bastó.

Logró contenerse antes de que su voz se transformase en un grito, más ese pequeño desliz de sus extremidades bastó para llamar la atención de uno de los guardias; rapado y con un tatuaje que recorría su cuello hasta desaparecer en el interior de su uniforme. Se giró justo a tiempo para contemplar a Sapphire morderse el labio para evitar un bramido y sin gastar otro segundo, sin siquiera llamar a sus camaradas, tomó la pistola que guardaba en su cinturón, enrollando sus dedos alrededor de la culata y se colocó de cuclillas a centímetros de Sapphire.

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⏰ Última actualización: Aug 28, 2014 ⏰

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