CAPITULO III El Taller
La clientela que acudía al taller de costura era variopinta. Las gentes más acaudaladas de la ciudad que encargaban la confección de sus lujosos trajes, a su vez, encomendaban el atavío de sus empleados. Motivo por el que cuando alguien acudía al taller, podía encontrarse a los más altos representantes de la pirámide social de Humania compartiendo espacio y propósito con el máximo exponente de su base, es decir, su más humilde representante.
Cuando las hermanas se incorporaron al taller, esta característica Amantia la encontró muy divertida, sin haberlo planeado, dentro de los muros del taller se producía un fenómeno curioso; puesto que en calzones tanto el señor como el siervo, la señora y la doncella cuando se sometían a las pruebas perseguían el mismo fin. Todos querían que los trajes realzaran su figura, querían que su imagen quedara favorecida. Dentro se comportaban todos de la misma manera. Una vez salían al exterior, cada uno asumía su papel, sintiéndose diferentes unos de otros, marcando esa diferencia como lo que les daba un lugar en el mundo, y se imbuían en lo que sus vestiduras representaban, ahogando todo atisbo de reconocimiento o de semejanza en el otro.
Fanatia, se encargaría de escoger las telas adecuadas para la confección de los trajes, tomaría medidas a los clientes y escucharía atentamente sus peticiones para aconsejarles y guiarles. Era frecuente que un cliente expresara que deseaba un traje de un corte determinado para que, una vez confeccionado, concluyera que no se ajustaba a lo que quería.
Amantia, una vez que su hermana le facilitara los materiales, estaría completamente dedicada a la costura de los trajes, permanecería en el interior del taller dedicada a la confección lejos de las miradas de los clientes. Esto le daba la libertad para hacer lo que más le gustaba, coser y cantar
Mientras Fanatia se dedicaba a la atención de los clientes, desde el fondo del taller se oía una delicada voz, alegre y despreocupada. A Fanatia oír el canto de su hermana mientras atendía cualquier pedido, le hacía sentir su presencia constantemente. Cuando dudaba ante la elección de cualquier tejido o veía la necesidad de aconsejar a algún cliente que así lo requiriera, ante la más mínima dificultad, ponía su atención en el canto tenue de su hermana que se escuchaba desde el fondo y, en silencio acompañaba el canto de su hermana, tal y como siempre habían hecho en su hogar cuando se dedicaban a la costura, uniéndose en un acorde único silencioso que le transmitía la armonía y serenidad necesaria para el momento.
Esto daba a Fanatia tal seguridad que cuando así sucedía, se transformaba en la más eficaz y amable empleada que jamás hubo pasado por el taller. Transmitía la armonía que, en esos momentos llenaba su ser, a toda labor que tuviera entre manos. Decía la palabra precisa, escogía la tela adecuada; olvidaba todas sus incomodidades y esfuerzos para imbuirse en la belleza del canto silente que vibraba en su corazón y, así lo manifestaba en sus palabras y actos al exterior.
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Amantia y Fanatia
Historical FictionEl tesoro de la sociedad de Humania ha perdido su valor real. La codicia, como infección, se ha extendido entre sus ciudadanos y se precipitan a la escasez en todos los ámbitos de la actividad social. Amantia vivía de dones; Fanatia vivía de afanes...