Un pato amarillo

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Corrió la cortina y metió un pie en la ducha a la vez que giraba el grifo y el agua tibia comenzaba a caer sobre sus hombros. Introdujo el cuerpo entero en el pequeño espacio que era la ducha y corrió la cortina hasta quedarse encerrada en el círculo de vapor que comenzaba a envolverla. Cerró los ojos y dejó que las pesadas gotas de agua golpearan en su coronilla y se esparcieran por todo su cuerpo. Frotó sus ojos con las palmas de las manos y giró sobre sí para tomar el shampoo, el cual comenzó a esparcir en círculos por su corto cabello; luego aplicó la crema de enjuague y cogió la esponja, la enjabonó y empezando a frotarse las extremidades volvió a dar la vuelta para quedar de cara al chorro de agua caliente. Sintió que algo le rosaba la pierna y se sobresaltó; era la cortina de plástico que se había adherido a su muslo enjabonado. Sonrió para sí y continuó con su tarea de pasarse el jabón por el cuello, en un movimiento ascendente y descendente, pero pronto se vio interrumpida al sentir que la cortina volvía a pegarse a su pierna, la retiró, ya un poco fastidiada. Pero la cortina no quería ceder, volvió a adherirse a su pierna, su mano la volvió a despegar, pero el plástico ésta vez no sólo se pegó a su pierna sino que también a su brazo. Comenzaba a desesperarse y soltó la esponja enjabonada para poder usar la mano libre y sacarse la cortina de encima. El agua corría y caía en cascada sobre su cabeza, pero esto tampoco ayudaba a que la cortina cediera. El plástico comenzó a desplazarse debido a sus zarandeos en un intento de zafarse de la masa opresora, la cortina ésta vez se pegó a sus dos piernas y sus dos brazos, lo único que quedaba libre eran su cuello y su cabeza. Había dos finales para aquello: o bien se resbalaba debido a los forcejeos, ya que el suelo estaba empapado y cubierto de jabón; o la cortina avanzaba hacia su rostro y el aire comenzaba a faltarle hasta asfixiarse. La cortina se desplazó rápidamente hacia su rostro y el grito que amenazaba con salir de su garganta quedó acallado por el plástico con gusto a lavandina y jabón. Le era muy difícil respirar debido al agua que comenzaba a llenar el espacio y pronto la vista se le nubló y lo último que vio fue un pato amarillo con ojos saltones que le sonreía desde el plástico. Maldito el día en que compró la cortina con decorado de patos.

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