Capitulo Numero 8

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Fui hasta las escaleras, justo donde Fausto le había indicado.
-¡Hey Mil...! Mi...¿Milagros? Quedé boquiabierta.
Milagros y Federico se estaban besando.
Milagros.
Mi mejor amiga. Se estaba besando con mi gran amor. Con Federico Vigevani.
Ambos me miraron, Federico no recitó ni el más mínimo sonido.
Milagros: Hey Rocio.-Me miró de arriba a abajo. Pensé que...pensé que no venías.
Sólo la miré, tenía un nudo en la garganta y seguro mis lágrimas ya paseaban por mi mejilla.
Sólo me dispuse a correr hacia la salida, no dejaba de llorar. Milagros, mi única amiga de confianza, se estaba besando con el chico de mis sueños; había esperado a que yo no vaya a esa fiesta para así poder tener a Federico en sus brazos.
Nadie se había dado cuenta de que estaba corriendo llorando. Estaban todos tan ebrios que ni lo notaron. Mejor para mi.
Me fui a la parte trasera de la mansión, en donde sólo había una pareja conversando y riéndose, y otros tirados en el piso con una botella en la mano.
Me senté sobre el césped mirando una linda fuente que Fausto tenía en el patio.
No lograba entender como pudo haberme echo algo así. Estaba verdaderamente dolida. No podía dejar de llorar y de sentie impotencia por mi misma, por haber confiado en ella, por haber venido a esta maldita fiesta. Tuve que haberme quedado en casa.
Entre lágrimas y más lágrimas, alguien interrumpió mis pensamientos.+

-ho...hola? Estás bien?.-lo veo, y trato de secarme las lágrimas rápidamente, tenía todo el maquillaje corrido.
Era un chico de mi edad, moreno, ojos café, tenía el cabello alocado pero es lindo, se le notaban algunos de sus tatuajes en sus brazos. Al parecer también tenía un buen físico.
-Si, estoy...bien.-Miré para otro lado.
Se sentó a la par mía.
-Que yo sepa las personas que están relativamente bien, no lloran corazón. Estás en una fiesta, ¿Que hizo que te pongas así? Oh por cierto.-se interrumpió a sí mismo.-Soy Mathias. Mathias sellanes, a tus órdenes.-sonrió. Y me hizo dar una pequeña carcajada.
-Rocio Calvo. Un gusto, Mathias. Prefiero no hablar del tema.-levante las comisuras de mis labios.
Mathias: Entiendo, al menos quiero intentar despejarte, es una lástima que alguien tan bonita como tú esté así de mal
-¿Tú que haces aquí que no estás bebiendo o bailando?
M: Sólo acompañé a mi amigo, ese de allá. -apuntó a un chico, que estaba bailando como loco.-Se llama Gilbert, me pidió que si podía acompañarlo y aquí estoy, no soy fan de las fiestas.
-Yo tampoco. -largué una risita.- aunque...no parece por esta ropa, pero la realidad es que soy una de los mejores alumnos de mi Universidad, soy como la chica nerd.-volví a largar una risita.
M: La verdad que no pareces la chica nerd.-reía.
-Si, em...yo, yo creo que tengo que irme
M: ¿Enserio? Pero la fiesta todavía no terminó...
-Lo sé. Pero no quiero estar acá, lo siento Mathias...Fue un gusto.-Seguido a esto, me fui.
Volví a tomar un taxi, rumbo a mi casa.
Está más decir que lloré todo el viaje. Me pegó demasiado sentimentalmente esa imagen.

3:45am.

Al dirigirme a la cocina por un vaso con agua, había una nota sobre la mesa.

"Rocio, cariño. Me salió un viaje a Canadá por trabajo, me iré por dos semanas, disculpa por no despedirme y no haberte dicho antes pero me surgió urgente. En mi escritorio te dejé dinero. Te ama, mamá"

Aish. Genial. Estaba sola, sin mamá. Sin una amiga. Sin un amor. Estaba sola.
No sabes cuanta falta me haces, papá.
Mañana sería un día de hacer: NADA.
Domingo depresivo. Recién comienza el día y ya me siento mal. No tenía ganas de hacer absolutamente nada. No sé como iba a hacer para ir el lunes a la Universidad. Ni para mirarle la cara a Milagros, ¿Y cuando vea a Federico en clases? El mundo se me iba a caer.

Pasé todo el domingo cantando, era lo único que me subía el ánimo.

{Día lunes. 7:30am.}

El sonido de la alarma sono, agh. Porfavor, ojalá llegue y haya algún paro de profesores, o algo, así no tenía que ingresar al Colegio. Pero un milagro tendría que suceder para eso.
No tenía ganas de vestirme producida por que sinceramente no tenía ganas. Me puse unos leggins negros rotos, unas vans negras, una remera Negra y atada a mi cintura una camisa a cuadros rojos. Me maquillé sólo un poco y salí.
El hambre tampoco llegaba a mi.
En el camino me dispuse a escuchar música con mis audífonos.
Al llegar abrí mi locker, busqué un libro de historia, hasta que alguien me habló.
-Rocio...
Era Federico.
-mi corazón se aceleró.- Federico. -dije seca.
F: ¿Por qué te fuiste así anoche?
-¿así cómo?.-Seguí caminando.
F: -Espérate.- me tomó fuerte del brazo.
-soltame. Me estás haciendo daño.
F: No. Ahora dime por qué te fuiste así.
-No te interesa.
Me fui. ¿Ahora le interesaba? ¡QUE LE OCURRÍA!

Me dirigí a la cafetería por una manzana, unos chicos estaban hablando y no pude no escuchar, además estaban hablando fuerte.
"Dicen que la chica que canta es Milagros" "¿Ustedes creen que Milagros es?"
Fue otro impacto más. Creían que Milagros era la chica que cantaba en cada festival.
Un momento. ¿Fed...Federico habrá estado con Milagros por qué pensó que era ella? reí.
Empecé a buscar a Federico, pero se me hacía tarde para entrar a clases así que le diría después. Milagros había faltado hoy.
Entré a clases de historia, y ahí estaba él, fulminadome con la mirada.

La clase se hizo eterna, pero al fin había terminado.
Fui sutilmente al lado de Federico cuando todos se iban del salón, y le susurré

"Milagros no es la chica del antifaz, mala jugada, Vigevani"

La del antifaz|| Federico vigevaniWhere stories live. Discover now