CAPÍTULO 4: "La invitación"

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En el desayuno, lo único en lo que se puede concentrar mi mente, es en lo fabulosa que se ve la mesa llena de toda esta deliciosa comida y por donde empezaré a devorármela. El no haber probado bocado desde el día de ayer, ha ocasionado que mi apetito aumente a medidas descomunales. Tan descomunal como el atuendo de esta mañana de Gregory.

¡Dios santo!

—¿Por qué estás llevando solo boxers? —le susurra mamá, completamente enfurecida por sus fachas. Mientras tanto yo, me deleito con el goce de verlo sufrir y devoro las tartaletas de frambuesa que preparó Elsy. El mejor momento del día, agregándole que el rubio tonto no está.

Gregory solo levanta los hombros e ignora a mamá, por lo que ella intenta dar una sonrisa forzada a los Grimaldi. Quienes claramente se encuentran incómodos y muy confundidos por las estupideces de mi hermano. Por el contrario, yo sí sé lo que él intenta.

Al extremo de la mesa, surmegida en el manicure de sus perfectas uñas, se encuentra Gretell Grimaldi usando una blusa blanca de hilo, un brasier color negro debajo y un dimunuto short de tela. Claramente ella es verdadero motivo de que mi hermanito muestre sus miserias esta mañana. Como todo hombre, él tiene una extraña afición por su miembro, y cual retrógrada cree que exponiéndolo en el desayuno, Gretell se fijará en él.

Sip, de idiotas.

—La comida está deliciosa, Elsy —comenta papá, solo para aliviar un poco la tensión del ambiente. Ella solo nos da una sonrisa cargada de compromiso sin decir una sola palabra. Sin embargo, no es Elsy quien hace el ambiente denso, es el señor Grimaldi quien realemnte parece estar incómodo por mi hermano.

Entonces, ustedes podrían preguntarse ¿cómo es que él ha descubierto las crueles intenciones de Gregory? Fácil, el muy bobo no ha despegado la mirada de Gretell toda la mañana, incluso no la quita mientras engulle uno de los pastelitos horneados por la propia Elsy.

Vaya, nunca vi a mi hermano tan idiota.

Cinco minutos después, estamos nuevamente en ese silencio tan incómodo como al inicio del desayuno. No obstante, yo estoy feliz porque... vamos, tengo comida super deliciosa a pocos metros de mi boca y por fin, desde que llegué a esta ciudad, no he lloriqueado al recordar que dejé plantado a Richie Lancaster. Incluso parece que el dolor ha aminorado un diez por ciento, aunque sigue latente, tan latente como el recuerdo de la primera vez que lo vi.

Mi melancololía y sentimentalismo son opacados por una voz familiar que se pronuncia en la escalera. Tan pronto logro descifrar de quien proviene, tomo un tenedor y lo incrusto en medio del panquesillo, justo en donde me gustaría golpear al dueño de esa maldita voz.

El rubio camina alrededor de la mesa saludando a todos, incluso a Gregory quien levanta una mano completamente llena de mantequilla y mermelada. El tipo decide obviar el gesto de mi hermano y darle una sonrisa fingida, comprobándome que es aún más estirado que la hermana.

Cuando llega a mi lugar, me observa por un par de segundos sin hacer un solo movimiento. Comprendo que él me ignorará y lo entiendo perfectamente. Por alguna extraña razón le caigo mal y es válido, compartimos el mismo sentimiento. Así que ni por un segundo pienso sentirme ofendida. De hecho estoy agradecida en no tener que chocar mi gloriosa mejilla con esa piel tan pálida y libre de acné.

¿Dije libre de acné?

Al estar en guardia baja, siento unos labios en mi mejilla derecha, seguido de esto un sonido chascuoso de lo que podría ser un... ¿beso? Cuando mi cuerpo reacciona, es tarde. Él ha tomado asiento al lado de mí y me ha dejado muy cabreada con su acción.

LAST SUMMERWhere stories live. Discover now