Capítulo 6. Sección Ciencia/Medicina

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Finalmente había llegado al anteúltimo nivel del laberinto. El próximo sería la firma, el comentario y adiós.

Para esas alturas me sentía de muerte (literal)

Los efectos nocivos de la "higuera loca" como también se la conoce en algunas partes del mundo, no habían desaparecido en esa nueva sección como había creído.

Me sentía enferma y delirante (ahora más que nunca) pues la ingesta del fruto afectaba el sistema nervioso y provocaba alucinaciones.

No podía ver muy bien los objetos que estaban dispuestos en aquella área, porque todo se veía multiplicado, pero me atrevía a afirmar que estaba en una especie de Sección Farmacia/Laboratorio.

Mi teléfono sonó, y en el primer gesto de empatía del manuscrito hacia mi persona, no fui obligada a leer la consigna impresa en el capítulo correspondiente, sino que esta vez, la voz mecánica de la operadora española del GPS la leyó por mí:

"Deberáz hallar la medicina que alivie tu maleztar. Zolo azí podráz avanzar a la última zezión del Laberinto."

"Eso es bueno y malo. Si lo hago bien gano, sino pierdo y muero. Creo que es más malo que bueno" Reflexioné.

Amén de que sabía poco y nada de medicina. ¡Menos de medicamentos de esta índole!

Debería necesariamente ir a la opción de "Ayuda", donde probablemente tendría que "arrastrarme" hasta un libro o Vademécum de medicina y hallar milagrosamente una solución.

Aunque para mí, escasa, fortuna no fue necesario. Esta vez, cuando pulse la opción de "Ayuda", un comando de búsqueda por voz se activó.

Balbuceé tres veces lo que necesitaba, ya que mi lengua estaba en estado de coma cuatro y finalmente di con el medicamento apropiado para intoxicaciones de este tipo.

Luego visualicé las estanterías e hice contacto visual con ellas, para ver si de alguna manera fantástica el antídoto salía volando hacía mí, pero nada pasó.

¡Hasta ahí había durado mi fortuna!

Me incorporé como pude, pero volví a replegarme sobre mí misma cuando sentí un severo dolor abdominal, un fuerte espasmo.

Aún así, sabía que tenía que llegar a las estanterías y tomar el antídoto o ese sería completamente mi fin y aunque mi deseo funesto siempre había sido llegar al "ocaso de mi vida" con un libro en la mano, NO era bajo ninguna circunstancia, morir dentro de uno.

Respiré hondo, aun cuando aquello me generó nuevos retorcijones y nauseas, y llegué con mis últimas fuerzas hasta las repisas, donde me desplomé con la medicina, sujeta en mi mano entumecida.

Dentro del LaberintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora