¡CUIDADO!

-¡CUIDADO! –Grito con todas mis fuerzas, levantándome con fuerza de la cama.

Pero algo estaba mal, no me encontraba al costado del camino en el cual solíamos pasar todas las noches para irnos a casa luego de un largo día de trabajo, sino que estoy en lo que parece ser un hospital, por la cantidad de máquinas, utensilios y el color blanco abundante en todas las esquinas de la habitación. ¿Qué hago aquí? ¿Qué pasó?, pero no había nadie más que yo en ese lugar, estaba en un cuarto con cuatro camas, yo ubicado en la que tenía a su lado una ventana que daba a la calle, mientras que las otras 3, se encontraban tendidas de una forma pulcra e intactas, sin rastros de que algún alma se haya habitado en ellas. Tan asombrado estaba de dicha situación que no me fijé de mi propio cuerpo, bajando la mirada en dirección a mis brazos aparece una imagen grotesca y chocante para mí, ambas extremidades están repletas de agujas conectadas a través de una fina manguera con bolsas llenas de un líquido parecido al cristal, las cuales están en un atril colgando libremente a dos metros del suelo. Con un mar de temor rompiendo sus olas en mi mente, me armo de valor y me arriesgo a ver mis extremidades inferiores, el sentimiento resultante es una mezcla de tranquilidad y pánico, mi pierna izquierda se ve intacta, en cambio la derecha está completamente recubierta de yeso, el cual la recorre casi en su totalidad. Al verla, mi cabeza es invadida por el terror, nunca antes había tenido un yeso, lo más cercano a utilizar una escayola que he estado, es utilizar un parche curitas sobre las heridas, los cuales 100 pesos en la calle.

No tengo idea de que ha sucedido –Pensaba, mientras hacía círculos con mis dedos- solo tengo la imagen de estar caminando con mi madre de la mano camino a cas... repentinamente mi cabeza se vacía, recién en este instante, intentando hacer memoria para reconstruir mi última escena vivida, me invade el recuerdo de mi mamá. Mis ojos se cristalizan y se humedecen de forma instantánea, ¿Dónde estaba ella? Comienzo a agitarme y a lanzar pequeños quejidos, pero nadie contesta a mi llamado, continuo pero esta vez aumento el volumen de mi voz, pero nadie se acerca, hasta que decido simplemente gritar, gritar con toda mi capacidad pulmonar, dejándolos completamente vacíos, sin absolutamente nada de oxígeno.

El pasillo deja su permanente calma para ser interrumpida por el sonido de una mujer corriendo (identificable por el sonido de sus zapatos) el cual aumenta gradualmente hasta llegar a la puerta del cuarto, la miro fijamente a los ojos, trago un poco de saliva mientras corre un poco de sudor en mi frente y me atrevo simplemente a preguntar, yendo al grano sin caer en presentaciones ni pérdidas de tiempo.

--¿Dónde estoy?, ¿Dónde está mi mamá?, ¿Qué me paso? -Diciendo esta última con la voz un poco cortada por el miedo y el inminente llanto.

Agachando la cabeza y con un gesto de tristeza semejante al que hace un niño cuando hace algo malo, no responde a ninguna pregunta.

--Por favor respóndame –Le digo con suavidad y desesperación.

Pero era demasiado tarde, mi corazón había estallado en un mar de sentimientos y las lágrimas bajaban por mis mejillas de una forma incontrolable, mezclando angustia, miedo y tristeza en un coctel mortal para cualquiera.

--Espéreme un segundo –Dice mientras se da la vuelta y se va.

El momento que se tomó la enfermera en volver, fue sin dudas una tortura que parecía que jamás iba a terminar, jamás pensé que el tiempo podía llegar a ser tan cruel, clavándome en cada segundo mil cuchillos en el corazón, con cada segundo aumentando esta tortura de forma exponencial. Pero ahí se encontraba entrando nuevamente, acompañada de un señor alto, moreno y de finas facciones. Se detuvo a 2 metros de mí, callando por un momento pero soltando un saludo muy forzoso, casi como si este le estuviese raspando sus entrañas.