Capítulo 2*

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Camille

No había bebido tanto como para que me doliera la cabeza, pero aún así sentía ligeras puntadas en la sien. La cama de al lado yacía vacía, Alessia debía haberse levantado para tomar una ducha y yo comencé a recordar los sucesos de la noche anterior.

A las cuatro de la madrugada casi todas estábamos ebrias. Alessia había pedido a la camarera un vodka en el mismo instante en que nos dejaron entrar, y desde entonces no se había detenido. Martinis, Crème de Cassis*, Ron, Vodka, y todo tipo de bebidas habían pasado por nuestra mesa.

No éramos unas alcohólicas sin control, simplemente cuatro chicas que deseaban divertirse y pasarla bien juntas. Íbamos a la misma Universidad, y pese a haber escogido carreras distintas, todas éramos las chicas artistas de Francia.

—Necesito otro trago —gritó Alessia riéndose como si acabasen de contarle el mejor chiste del universo—, pero mañana debo seguir estudiando, así que es probable que no sea la mejor idea que he tenido.

—Creo que coincidimos en eso —le contesté, fingiendo seriedad mientras la abrazaba con cariño.

—Somos jóvenes, cariño. Debemos disfrutar la vidaaaaa. —Odette adoraba imitar a Alessia, sus expresiones graciosas, sus risotadas, pero era aún más divertido que lo hiciera cuando ambas estaban borrachas.

—Están locas—Terminé de un sorbo mi bebida y desbloquee mi celular para ver la hora.

Hacía más un largo rato que Victoria bailaba eufórica un chico altísimo. A decir verdad, era muy guapo, moreno y de ojos tan oscuros como las noches de invierno, hasta parecía salido de una película de acción.

—Creo que es hora de regresar a casa —comentó Alessia, haciendo un gesto de asco al ver todas las botellas vacías en la mesa.

Dicho eso, recogimos nuestros abrigos ligeros de primavera y le hicimos señas a Victoria. Ella se acercó con una sonrisa de oreja a oreja, agradeciéndonos en silencios por haberle dicho que se acercara a hablarle a aquel chico, quien había estado observándola toda la noche.

—Otra vez no —refunfuñé con la cabeza metida en mi bolso.

Odette me miró con cara confuso y me preguntó qué sucedía.

—Olvidé mis llaves en casa —respondí, poniéndome las manos en la cabeza. Aún vivía con mis padres, y estaba segura de que si regresaba a tocar la puerta Arabella y Peter me matarían por despertarlos. Era viernes, por lo que habían estado trabajando todo el día y debían estar agotados.

—No te preocupes, ven a dormir a mi departamento—Alessia y yo vivíamos a seis cuadras de distancia, por lo que era conveniente que me quedara allí y por la mañana regresara tranquila a casa.

Acepté agradecida y todas nos retiramos del local. Odette y Victoria compartieron un taxi hasta casa, mientras Alessia y yo compartíamos otro.

A pesar de ser las cinco de la madrugada, teníamos buena apariencia. Nuestro maquillaje estaba en su lugar y no había ninguna mancha en nuestra ropa. El único defecto eran los ojos vidriosos por el alcohol y el olor a cigarrillo que Odette y yo habíamos dejado.

Le pagamos al taxista y nos bajamos. Alessia estaba abriendo la puerta principal del edificio cuando alguien gritó tras nosotras. Al darme la vuelta, vi a un muchacho bajarse corriendo de un taxi que acababa de llegar. Era un chico común, de cabello oscuro, sin nada especial que le destacara entre la gente. Pero sus ojos verdes me eran extrañamente familiares, me recordaban a alguien. A Alessia. Al volverme hacia ella, estaba estupefacta y con la llave aún puesta en la cerradura. Fue todo cuestión de un segundo, pues él llegó desesperado y la tomó entre sus brazos, alzándola con un amor inexplicable. Yo no comprendía qué estaba sucediendo, quién era aquel chico, y no sabía si era efecto del alcohol o verdaderamente era mucho más alto que yo, lo cual era bastante curioso teniendo en cuenta que rozaba el metro setenta y ocho.

Comenzaron a discutir como si yo no estuviese ahí, pero yo observaba la escena desde la puerta, tratando de comprender, sin éxito, lo que sucedía. Decidí que lo mejor era darles privacidad e ir directamente al dormitorio de mi amiga, por lo cual me adentré en la oscuridad del departamento, intentando no despertar a nadie.

Aproximadamente cuarenta minutos después de haberme acostado, Alessia había entrado en la habitación llorando y yo había fingido estar dormida. Conocía a mi amiga y prefería no molestarla y que ella me contara qué sucedía cuando estuviera lista. Sospechaba que se trataba de un ex novio oculto del cual no estaba enterada. 

Sacudí todos los recuerdos de mi mente y me levanté, al mismo tiempo que me masajeaba con delicadeza los contornos del ojo, intentando aliviar la molestia. Luego de cambiarme y soltarme el cabello, fui hacia la cocina a tomar agua. Tenía la boca seca, necesitaba beber algo con urgencia. Definitivamente no volvería a tomar alcohol por un largo tiempo. Planeaba preguntarle a Alessia si se encontraba bien y si deseaba hablar del tema, pero la casa parecía estar vacía. En parte agradecí eso, ya que tenía un aspecto desagradable, estaba acostumbrada a tomar una ducha cuando regresaba a casa luego de una salida al bar.

Lana, la abuela de Alessia, nunca se encontraba en el departamento los domingos por la mañana, solía ir a caminar por el río Sena hasta el mediodía con su perrito salchicha. De verdad amaba ese departamento, que era lo suficientemente grande para que vivieran tres personas, aunque cabían cuatro a la perfección. Me sorprendió ver a Alessia sentada en la cocina junto a su madre y el muchacho con el cual discutía la noche anterior.

  —¡Buenos días, Camy!—me saludó Michelle con entusiasmo, no estaba segura si era genuino o solo una señal para que detuvieran la conversación por mi presencia.

Muerta de verguenza intenté fingir que no me había dado cuenta de ello, y puse mi mejor sonrisa, aún consciente del aspecto que tenía.

—Buenos días—contesté, echando una mirada rápida a mi celular. Eran las doce del mediodía, debía regresar a casa para luego irme a trabajar a la veterinaria de mis padres. Me agradaba la idea de ir solo sábado y domingo, ya que el resto de los días los dedicaba a estudiar.

—¿No quieres faltar al trabajo y quedarte a almorzar con nosotros?  —me suplicó Alessia leyendo mi mente, con ojos que demostraban que no había dormido muchas horas. Negué con la cabeza casi con tristeza, consciente de que algo muy extraño sucedía allí.

El muchacho de ojos verdes se veía incómodo, como si no supiera qué hacer exactamente. Y Michelle pareció percibirlo, por lo que decidió presentármelo.

—Él es Adiran—dijo con rapidez—, mi hijo mayor.

Me quedé boquiabierta y enfoqué mi mirada en él. Tenía los mismos ojos que Alessia, y ambos eran bastante altos, pero más allá de eso no se parecían en nada. Pero sus expresiones lo delataban, en especial esa manera de entornar los ojos, como si estuviera analizándote poco a poco.

—Un placer, Camy—me dijo con una sonrisa en el rostro. 

Chica de Tinta y PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora