Provisión "AZADUHÍ"

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          - ¿Seguro querés quedarte? Bueno, pero si salís, cerrá la puerta –recomendó la madre – La última vez entró un gato y el cardenal casi muere del susto.

          Atilio cumple lo indicado, ningún gato podrá colarse en la casilla de chapas, la puerta quedó bien cerrada.

          El Capitán duerme la siesta en su cucha, ahí no osa meterse ningún gato, aunque no haya puerta.

          El empedrado de Gualeguay está desierto, pese a la tarde soleada. Otro tanto ocurre con el campito, habitualmente poblado de chiquilines corriendo atrás de una pelota de trapo o goma, allí donde dicen que continuará Bulevar Artigas.

          Atilio sigue por Quesada; en la esquina con Varela  el colorido cartel de lata pregona: Provisión “AZADUHÍ”, de Mesrop Yozgatián.

          Los postigones de madera refuerzan la puerta, pero Atilio sabe muy bien que ésta no permanece cerrada para los amigos ni siquiera un domingo por la tarde. Frota la suela de las zapatillas contra el escalón y entra sin llamar.

          Poco a poco, los ojos del chiquilín (rebosantes de sol invernal) van acostumbrándose a la penumbra del almacén. Lo primero que alcanzan a distinguir son otros dos ojos: los amarillos de Vahakn, el gato barcino que entronizado en el mostrador, parece recriminarle aquella intrusión en su reino de cajones y estanterías.

          - ¡Atilio, te esperaba! – una voz profunda viene a desautorizar al felino, que se desentiende del asunto con aires de dignidad ofendida.

-       ¡Don Mesrop, deje que lo ayudo!

El chiquilín se apodera de la jarra de madzún y la bandeja de kejkés que el almacenero sostiene en precario equilibrio.

          - Sabía que ibas a venir a escuchar el partido – don Mesrop aparta un bollón de aceitunas, haciendo sitio sobre el mostrador para que Atilio deposite la apetitosa carga - ¿Tu papá anda bien?

          - Bien, gracias. Trabajando. El dueño del bar dijo que no podía fallarle justo hoy que, a lo mejor, tenemos festejo...

-       ¡Dios te oiga! ¿Tu mamá y tu hermanita?

-       Fueron al Teatro 18 de Julio, a ver a Paquito Busto.

-       Buen cómico, quisiera verlo haciendo “La Tía de Carlos”... ¡pero no hoy!

-       ¡Claro! Por eso no quise ir. ¿Doña Sirún y Vartanush?

-       Salieron, fueron al karasunk de un paisano.

Atilio sonríe perplejo.

-       Kara... ¿qué?

          -  Karasunk – don Mesrop le alborota el jopo – Cuarenta días después de la muerte de un armenio es costumbre realizar una misa y una comida en honor del difunto.

          - ¿Y usted no fue con ellas por escuchar el partido? – los ojos de

Atilio se abren enormes.

          - No sólo por eso. ¿Sabés Atilio? Cuando voy a esas ceremonias, me acuerdo de un proverbio que mi padre repetía: “Sólo el que ha sido enterrado por su hijo ha tenido realmente un hijo”.

          El chiquilín no sabe qué decir, para no hablar, prefiere llenarse la boca con un bizcochito de semillas de sésamo.

          Don Mesrop sirve dos vasos de yogur y continúa:

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⏰ Última actualización: May 21, 2014 ⏰

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