Un verde prado, con muchos olores

1 0 0
                                    

La primera cosa que experimentó al llegar al hospital fueron los aromas. Eran muy fuertes y nítidos, pero sin duda no correspondían a una sala de espera o al suero que se le administraba mientras yacía en cama. Persistían más aún cuando el iba a dormir, en ese breve momento de oscuridad el creía estar durmiendo en alguna casa de campo, al amparo de un cálido Sol. 

Temía decirle a las enfermeras que de vez en cuando escuchaba aves exóticas y trinos totalmente desconocidos para él, que muy bien sabía, no podían encontrarse en medio de una ciudad como esa. A pesar de eso, aquellas experiencias lo calmaban y adormacian como a una mascota en brazos de su amable cuidador. Le apenaba, por lo demás, tener que guardarse toda esa alegría para sí y no porder compartirla sin correr riesgos.

— ¿No te sientes mal porque tus padres se hayan muerto?—Le preguntaba a veces uno de los chicos a los que veía más en el hospital, del cual tiempo después se enteró que padecia un cáncer que no resultó ser terminal.

—No lo sé.

En el fondo no quería admitir nada frente a gente que no le importaba, luego del accidente él sólo sabía que se había despertado gracias al olor de la labanda y una instensa sensación de calor. Esperando abrir los ojos en una apacible pradera se había encontrado con una sala blanca, con olor fuerte a químicos y sudores humanos, pero después de todo nunca se sintió decepcionado porque sabía que estaba vivo.

El Doctor de había dicho que tenía multiples fracturas en la costillas y que sus piernas funconarían mal por algún tiempo después de que lo dieran de alta. Él sólo lo escuchaba hasta que se iba y volvía Anita, la enfermera, a cambiarle el suero, traerle su comida o revisar como estaba antes de que acabara su turno. 

Para él, ella siempre había sido su favorita en el hospital. Era muy diferente a los adultos comunes, constantemente parecía estar en otro mundo, se fijaba en detalles que a la mayoría no le importarían en absoluto y todos los días ella le contaba alguna historia sobre sus turnos en el hospital o su vida en casa con su padre enfermo y sus amigos de la universidad.

—Me gusta hablar contigo, siento que me sacas mucho de encima...

—Me gusta hablar contigo también

Él no era muy comunicativo, más bien hablaba sólo cuando estaba con ella y muchas veces Anita debía preguntarle cosas para entrar bien en contexto de lo que realmente quería decir el muchacho.

No recordaba su edad, digamos, no recordaba cuantos años habían pasado desde su nacimiento, pero sabía, por información de las enfermeras que debía tener casi 19.

Un día se despertó sobresaltado porque había caído en la cuenta de que también había olvidado su nombre, seguro de que se lo habrían dicho apenas llegó pero habiendolo olvidado le preguntó indiscretamente a Anita y en ese momento el tuvo que aceptar vivir bajo el nombre que hace años sus padres le habían otorgado pensando en él, Luciano.

insæiWhere stories live. Discover now