capítulo dos: trash

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—Son treinta y nueve mil wons— dijo al empujarlo dentro del vestuario

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—Son treinta y nueve mil wons— dijo al empujarlo dentro del vestuario.

Había entrado con el chico a una tienda de deporte para llevar a cabo el trato. Enredaron por el establecimiento y fingieron interés en la nueva línea de aquella temporada antes de tomar un par de camisetas para tener un pase a los probadores.

—¿Desde cuánto vale todo eso?— preguntó a la defensiva.

—Desde siempre. Dame la pasta para poder irme ya de aquí, anda— inquirió presentándole su palma abierta.

Un par de minutos después salió por la puerta con el dinero y una leve sonrisa en la cara. Hacía mal tiempo, al igual que la noche anterior. La llovizna se deslizaba por sus mechones con pereza y las nubes estaban tan bajas que sentía cómo caminaba entre ellas. Adoraba los días así desde que era un niño.

Sin embargo, la razón por la que estaba de tan buen humor —una vez se despabiló— era que en dos horas tenía cita para hacerse su segundo tatuaje. Lo había barajado durante un par de meses y lo que lo había detenido hasta la fecha no era el posible arrepentimiento o miedo, más bien no encontrar exactamente qué plasmar en su piel. En cuanto se decidió habló con conocidos en busca de un buen tatuado que estuviera dispuesto a acatar sus exigencias artísticas. No iba a tolerar que cualquiera pusiera la aguja sobre él siendo los tatuajes para siempre.

Giró la llave en la cerradura y se adentró con un portazo. No saludó; no iba a recibir respuesta y estaba harto de intentar dialogar en vano con esa familia disfuncional de la que era parte.

Se arrodilló en su dormitorio, rodeado por ropa sucia abandonada en el suelo y pósters de bandas con el color desvaneciéndose por la edad. Desenganchó un tablero del sombre de la cama. Había guardado ahí, pegados en paquetes, los ingresos de trabajar para los Acid Blade desde que era un adolescente. Como excepción metía una pequeña cantidad en una hucha a la vista para que cuando Jimin le quitara dinero no supiera dónde se escondía el verdadero tesoro. Introdujo una gran cantidad en su billetera y puso la tabla en su posición natural. Marchó hacia la cocina para llenar con un triste sandwich su estómago antes de irse.

—Oh, estás aquí— se sorprendió al ver a su hermano apoyado sobre la encimera.

Él lo ignoró y continuó devorando la manzana. No se dignó ni a desviar la vista de los claros azulejos.

—¿Vas a hablarme algún día?— enarcó un ceja cansado de su actitud—. Se te ha quedado un poco morado— musitó agarrándolo por la mandíbula, justo donde le había atestado el golpe en la fiesta.

—Ni me roces— sacudió la cabeza para liberarse el menor—. Estoy harto de cómo me tratas.

—Sólo quiero lo mejor para ti— suspiró resignado hurgando en la despensa—. Intento sacar hacia delante esta familia.

—Esta familia no puede sacarse hacia delante, Hoseok. Desde que papá se fue...

—Desde que papá se fue, ¿qué?— lo interrumpió—. No quiero volver a escuchar esas palabras de mierda. Él se buscó lo que le ocurrió y mamá está así por su culpa así que piensa en lo que vas a soltar por esa boquita que tienes antes de abrirla— le sugirió con un tono desagradable antes de darle el primer bocado al sandwich—. De verdad, intento que esta familia avance. Sabes que mis ingresos no provienen de los negocios más legales de esta ciudad y es más complicado salir de este mundillo de lo que parece. Estoy ahorrando. De momento tú limítate a estudiar, eres inteligente y si continúas así podrás estudiar lo que te plazca. No jodas tu futuro por malas relaciones.

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⏰ Última actualización: Dec 03, 2017 ⏰

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