La sombra de Neken II parte

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II PARTE

Recuerdo que antes, para mí, cuando era un niño, ser cobarde era lo peor que se podía ser. No era sólo que no se me pasara por la cabeza renunciar al honor por algún que otro golpe, es que me asqueaban las personas que se dejaban apabullar por sus miedos. Y ahora ¡fíjate! ¡qué rápido ha sucedido todo! De héroe a villano, y para mí es como si no hubieran pasado ni un par de años. Lo asumo, he sido un niño. Habían pasado ¿qué? ¿un par de meses? Ni lo recuerdo. Todo el suceso de la ciudad subterránea había sido borrado por completo de mi memoria hasta la mañana del 29, cuando me desperté con los titulares en mi mesa del desayuno “Aparece una mujer asesinada al borde del abismo”; la web relataba con extraordinario detalle cómo habían abierto el estómago de una camarera de treinta y pico años hasta desangrarla viva. Lo más chocante del artículo, sin embargo, era el lugar: uno de los accesos del norte de la ciudad. Sabíamos que aquella zona marginal cada vez resultaba más indistinguible del submundo, sin embargo, esto era la confirmación de que nuestro trabajo tenía que convertirse en una caza de brujas a la antigua usanza: el sospechoso era nada más y nada menos que un civil del núcleo de la ciudad de Neken. Las armas utilizadas para el asesinato no eran objetos al azar, sino artilugios, instrumentos quirúrgicos seleccionados cuidadosamente para la tarea ¿el método? Especialista. La persona que había perpretado los crímenes no era un simple asesino o un analista principiante, no, se trataba de alguien con una carrera brillante, con talento, alguien con una confianza en la ferocidad y precisión de sus manos como pocos en nuestra ciudad. Pero, por supuesto, todo aquello no venía incluído en mi desayuno. Apenas había apagado la pantalla de la mesa cuando la pantalla me reclamó. El Dr. Nolan había decidido incluirme en la investigación; pero, por lo visto, debido a la gravedad del caso, otros practicantes y especialistas más tenían que dar el visto bueno a cada paso que dábamos.

A pesar de la pluralidad de teorías, “LaWeb” y otros medios hicieron todo lo posible por simplificar el asunto y reducirlo a una serie de desgraciadas coincidencias: la mujer, que tenía graves apuros económicos, había decidido probar suerte en la ciudad subterránea en un ataque de desesperación, y lo más probable es que alguien la hubiera confundido con una extraña. Sin duda, se trataba de un hecho aislado y los demás estábamos a salvo… A salvo, pero ¿de quién? Todo se complicó en cuestión de días. El gobierno, asustado por la presión ciudadana, que se incrementó a raíz del asesinato, y que había encontrado un nuevo portavoz en Ze Yang, un hombre de familia que trabajaba como mecánico en una de las pocas fábricas que quedaban al norte de la ciudad, decidió imponernos una serie de medidas hasta declarar la cuarentena en la ciudad subterránea y determinadas zonas de Neken. Sin embargo, como no había un lugar al que trasladar a todos los vagabundos del subsuelo y a los ciudadanos que comenzaban a mentener relaciones con los extraños, de poco sirvió esta medida, salvo por supuesto para reducir las precauciones sanitarias, y provocar más infecciones. Aquello se convirtió en el infierno, o eso pensaba. Durante semanas de bombardeo informativo sobre la problemática de los extraños, los medios nos hicieron olvidar aquél asesinato azaroso, pero a pesar de los esfuerzos, el engaño no tuvo tiempo de convertirse en verdad.

Para convertirnos en especialistas existía un último requisito, o mejor dicho, un trámite que debíamos pasar los futuros especialistas de campo. A pesar de que la redacción estaba devaluada, al finalizar nuestras prácticas debíamos entregar una especie de diario sobre los aspectos más relevantes que hubiéramos encontrado en las sesiones con nuestro mentor. No era más que papeleo intrascendente que nadie leía, pero en esa época yo disfrutaba de la escritura de descripciones detalladas, del apunte de los datos más insignificantes y su posible interpretación. Todo aquello por el mero afán de perdurabilidad, y, sin embargo, visto desde ahora, la mayor fuente de información histórica con la que Neken nunca pensó que se toparía. Los horarios nocturnos eran mis favoritos para realizar estas anotaciones inservibles: casos asignados por sesión, firmados por X o Z autoridad, clasificación de diagnósticos, tanto propios como en comparación con los de otros practicantes, estadísticas en función de la edad y el sexo (bajo las condiciones sociales de la tribu, por supuesto)… Mis cuadernos llegan a detallar la calidad del agua que consume el núcleo de la ciudad subterránea, la temperatura real del sistema geotérmico, o incluso hasta la alimentación de una familia de clase A de esta misma zona. Me encontraba sumergido en la peor pantalla de datos de todo el sistema sanitario de la Unión, cuando llamaron a la puerta de mi habitación. Una mujer de unos treinta y pico me miraba ansiosa a través de la vieja mirilla, sabiendo que yo estaba al otro lado haciéndola esperar “Seguridad: el Dr. Nolan insistió en que le recogiera de camino a la ciudad subterránea” “¿A estas horas?” “¿Quiere abrir ya la puerta, por favor?” Mi primer contacto con la primera ejecutiva del Proyecto de Seguridad no fue el más afortunado y una bocanada de aire rancio pasó por mi garganta al recordar la cara de sorpresa que aún conservaba el cadáver de la camamera, antes de que me lo confirmara. “Ese hijo de puta ha vuelto, tenemos otro asesinato”. Xie Polgár era un prodigio de la Unión, probablemente uno de los pocos, pero lo cierto es que en ella había calado bien el competitivo sistema educativo que había descartado a otros tantos, aunque sólo fuera por casualidad. Probablemente Xie hubiera acabado suicidándose de no ser por su mal carácter: la rabia que sentía contra la Unión provocaba en ella un raro efecto, de tal forma que cada golpe que recibía, cada normativa irracional que tenía que llevar a cabo, cada sustitución repentina y cada injusticia que tenía que pasar por alto no hacía más que animarla para continuar en su puesto, a la espera de un cambio radical que sacase a relucir el lado heróico de una sociedad moribunda. Xie vivía de un sueño que desde luego yo no compartía: Neken no podía ser de otra forma de la que era, y había que asumirlo. Cada cual tenía un papel claro, y la ejecutiva Polgár entendió el mío a la primera “Mira, aún eres un practicante, y ya hay varios de tus compañeros en camino. Mejor tómatelo con calma y ven a primera hora, pero… la próxima vez intenta estar despierto” ¿La próxima vez? En ese momento sólo podía pensar en que nadie estaba pagándome por todas las horas extras y en que el Dr. Nolan se estaba aprovechando de mí para quitarse papeleo de encima ¿Para qué me necesitaba? La Dra. Aoi y algunos compañeros míos podían serle de más ayuda que yo, y sin embargo, se había obstinado en llamarme para revisar cada detalle de la que en realidad era su investigación, y por la que sólo él se iba a llevar cualquier mérito. Pero no tenía más opciones si quería conseguir el título, y para ello faltaba menos de un año.

Este asesinato era diferente. Se notaba que esta vez el dedicado autor había tenido tiempo suficiente para completar su creación, y disfrutarla. Atravesé las fronteras y la laberíntica ciudad de tela a primera hora de la mañana sin poder evitar las desconcertantes miradas de los extraños, mientras me preguntaba hasta qué punto iba a tener que comprometerme con todo el asunto, que al fin y al cabo era responsabilidad del nuevo proyecto de seguridad de Neken. Ya nos aborrecían lo suficiente como para tentar la suerte y convertirnos en dianas a las que los vagabundos pudieran arrojar todas sus desdichas. Todos estos pensamientos hacían que mi cuerpo flotara por entre las calles de este degenerado escenario sin percatarme de que me encontraba en las puertas de otro mundo que estaba por venir, y cuyo creador nos dejaba ver por primera vez, y a unos pocos, su figura de dios y destructor con indescriptible claridad. La sala técnica, donde las bombas geotérmicas continuaban proporcionándonos energía se encontraba a pocos pasos, y aunque no habían dejado de funcionar, la temperatura de la zona era más que sofocante, irrespirable; tuve que apoyarme en la pared para no desmayarme. El tiempo deceleró mientras arrastraba la mano, acariciando las baldosas de cenefas que me conducían hasta la puerta. Entré en trance con la primera pisada, y una premonición me sacudió los nervios dejándomelos congelados. Era como estar en un sueño, y en aquél momento me di cuenta de que el asesino no era sino la muerte. La precisión en unos lugares había permitido mantener viva a la víctima durante las bestialidades infringidas en otros hasta que la sangre lo había cubierto todo. Sin duda, después de al menos cinco horas, la chica había tenido que suplicar por su muerte. La muerte, cansada de ser un instrumento de Neken, había decidido encarnarse en uno de sus fundadores y reinar en el submundo para conquistar la superficie. Sólo esto podía explicar la elección de la segunda víctima, cuyo nombre perdurará en la memoria de la ciudad: Wei Yang.

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