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A la mañana siguiente unos lengüetazos en la cara la despertaron. Lara soltó una carcajada divertida y abrazó al perro con fuerza. Era domingo, y eso significaba que era su día libre. Desde que había llegado a Londres, no había asistido al colegio como en San Diego, sino que su tío se dedicaba a enseñarle en casa todo lo que debía saber.

Se desperezó y fue a abrir las cortinas. Afuera estaba lloviendo. Lara esbozó una sonrisa y se apresuró a vestirse. Amaba aquel clima, y Sparkie sabía qué significaba eso, porque el perro llegó a la habitación corriendo con la correa en el hocico. Lara se la puso y juntos salieron, pero antes le tocó la puerta a su tío con una específica melodía que significaba que iba a salir.

Afuera hacía tanto frío que le quemaba la cara, pero Lara estaba tan abrigada que apenas lo sentía. Juntos recorrieron Saville Row hasta detenerse en la casa 221B. Ya quisiera que esto fuera Baker Street pensó Lara.

Golpeó la puerta y unos segundo después una niña bajita abrió la puerta. Era un año mayor que Lara, pero era más baja que ésta. Tenía una larga melena rubia y ojos castaños. Iba muy bien vestida y no llevaba los vaqueros rasgados como los de Lara.

La chica al ver a Lara se abalanza sobre ella y le dio un abrazo apretujado. Lara se lo devolvió con dulzura.

-Iré a buscar a Daphne y salgo en seguida- dijo la chica volviendo a entrar en la casa.

Daphne era el perro de Sarah, que por las coincidencias de la vida también era un Beagle. Habían tratado por todos los medios cruzar a sus perros para tener cachorros, pero Daphne era igual de reservada que su dueña, y no dejaba que Sparkie se le acercara. Siendo que a Sparkie no le faltaban las ganas...

Sarah salió de la casa junto a Daphne que iba vestida con una parca rosada. Lara puso los ojos en blanco al ver a la perra de su amiga.

-Ellos también pasan frío sabes- dijo Sarah captando mi mirada.

Lara hizo caso omiso a su comentario y empezó a bajar las escaleras que daban a la casa de su amiga. Dieron un par de vueltas a la manzana conversando enérgicamente. Si no fuera por Sarah, a Lara le hubiera costado mucho superar aquella noche, ya que de lo único que hablaba con su tío era de eso, que a Lara le hubiera gustado olvidar. Los largos paseos con Sarah, aparte de sumergirse en el agua, era lo único que le permitían hacer como si nada malo hubiera pasado. Aparte como estudiaba en casa, era su única amiga.

- ¿Ya le has hablado a tu tío de qué te gustaría ir al colegio conmigo? - Le preguntó Sarah esperanzada.

El mayor deseo de Sarah era que Lara fuera al colegio con ella, pero Lara se sentía a gusto con las enseñanzas de su tío, y no quería pasar de nuevo por todo ese rollo de hacerse nuevos amigos. Además, sabía que de alguna forma nunca pertenecería al mundo de los corrientes.

-Sí- mintió- pero no me ha escuchado. Ya sabes cómo se pone...

Sarah se detuvo obligando a que Lara también para de caminar.

-Tu tío me volverá loca un día de estos, no entiendo cómo no se da cuenta de que no hay nada más importante que ir al colegio y...

-Sabes... - la interrumpió Lara- hay cosas más importantes que un montón de libros- dijo pensando en sus padres y en todo lo del mundo alterno que su tío le había explicado- como la amistad, por ejemplo. Además, el colegio no lo es todo, hay genios sin estudios e idiotas con doctorados.

Lara le sonrió a Sarah y esta se la devolvió la sonrisa rendida. Caminaron hasta que se oscureció y Sarah acompañó a Lara a su casa. Fue un paseo agradable que recordó a Lara que no todo estaba perdido.

Lara GreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora