El amor verdadero

9 0 0
                                    

Hey Ícaro,

Hoy es 8 de agosto. ¡Felicidades! Llevas un año una semana metido en mi vida. Como regalo, ¿te cuento un secreto? Hace mucho tiempo, cuando las canciones tristes no me hacían llorar y las lunas no me recordaban a ti, mi mamá me contó que el secreto del verdadero amor estaba en encontrar a alguien especial.

En su momento, he de admitir, me dio gracia. Me dio gracia, porque todas las personas que he conocido han sido tremendamente especiales; cada una lleva consigo un brillo que nadie puede igualar... Estoy rodeada de personas que me llenan el alma con cada risa, cada mirada, cada lágrima y cada grito; que me hacen vivir las aventuras más espectaculares que un ser humano puede vivir... Algo así como tomar fotografías a amaneceres, escapar a pueblos perdidos y reír a carcajadas a mitad de la madrugada. Todas son personas que tiene ese brillo en la mirada que reta al mundo en un leve susurro que dice "ven con todo, porque no podrás conmigo".

Y luego estás tú. Al que juré que nunca podría amar verdaderamente, sólo por ser un viejo pirata en el vasto mar. Tú, el que me retaba con la mirada y me hacia querer jugar a ver quién caía en el juego de seducción antes que el otro. Triste castigo divino enviado para amarlo como a nadie había amado antes; todo por el pecado que meses atrás había cometido. Aquí estás tú. Típico hombre que, por muy típico que sea, llena mi corazón con sólo desearlo. Que lo llena, pero no lo quiere. Y no lo quiere, porque su oficio no se lo permite.

Después de conocerte pude confirmarlo: Quererlos a ellos sí era verdadero amor.

Y tristemente quererte a ti, también.

Que nadie te venga con otro cuento que no sea este. Yo solía buscar labios de extraños para impactarlos a los míos cada viernes por la tarde, pero si alguien se acercaba y me pedía dormir a su lado debía saber de antemano que la respuesta no le agradaría. ¿Poner mi cuerpo en manos de un extraño? ¿Compartir con esa persona la cercanía y el silencio de un momento íntimo? Era incapaz de imaginarme siendo tan vulnerable ante una persona. ¿Sentirse pequeña y frágil en los brazos de otro? Si alguien me hubiera dicho que pasaría más de cuatro tardes abrazada a tu cuerpo, y que querría estarlo, me hubiera reído. Pero cuando sucedió parecía algo que estaba destinado a suceder de una manera tan natural que no hubiera dejado dudas de que no podía ser de otra manera, y que respirar tu aliento mientras tú respirabas el mío eran sólo los pasos de un baile que siempre habíamos conocido.

¿Sabes? Siempre me gustó saberme tuya. Desde el primer día que me dijiste que me querías, los labios de extraños comenzaron a ser eso. Labios de extraños que no me producían deseo de impactar los míos a los de ellos. Siempre me gustó que supieras que me gustaba saberme tuya. Y lo sabías tan bien que te gustaba susurrarme en pequeños besos que "no ha llegado, y no va a llegar, otro cabrón que te haga sentir como yo".

Ahora, meses después de nuestro primer beso, sé que quererte ha sido un amor tan triste que sé que ha sido real. Cada vez que estoy frente a ti surge un deseo irremediable de descargar los puños contra tu pecho con la furia de mil bestias para terminar cayendo rendida en tus brazos y sentir que me rodeas con ellos... Porque al parecer, y por mucho que quiera negarlo, eres ese lugar seguro que siempre estoy buscando y nunca encuentro.

Y tengo miedo Ícaro.

Tengo miedo, porque eres un viejo pirata de mar y hombres como tú tienen más de un océano, así que siento que muy pronto te voy a ver partir. Te tendré que decir adiós. Y duele. Adiós es una palabra que no quiero que haya entre tú y yo. El primer atardecer que amanecí a tu lado lo único que nuestras sonrisas podían decirse eran "hola" una y otra vez, guardando en nuestra memoria ese secreto compartido donde dormíamos, de forma clandestina, uno enroscado en los brazos del otro. Así que sí, adiós es una palabra triste que me hace recordar que nunca te lo he dicho, y que sería de mala suerte hacerlo ahora. Un adiós es un verbo atemporal y no quiero vivir con la duda de no saber si te volveré a ver... Aunque sé que si te vas es para siempre.

Mancel Proust dijo una vez que el recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante... Y yo sé que cuando partas, la imagen de tu rostro y de tus brazos rodeando mi cuerpo van a ser mi pan de cada día. Lo sé porque ahora, que aún no te has ido, lo son.

Maldita sea Ícaro, me estás quitando el sueño.

Me estás destruyendo

Pero te quiero.

Conmigo.

Aún si eso significa ser tu juguete sexual,

tu chica de a ratos.

A la que puedes mentirle esperando,

sabiendo,

que ella no te cree, pero lo acepta.

Solo no te vayas, por favor.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 09, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Sobre el sonido de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora