4-03-2017

17 0 0
                                    

Después de casi cuatro horas de vuelo, cinco de espera, otra hora de vuelo y dos y media de trayecto en autobús; llego finalmente a Tartu y a la residencia, a las una del medio día después de haber salido de España a las 21:00 pm. ¿Sentimientos? ¿Alegría por el comienzo de una nueva aventura? ¿Emoción por lo que me deparará el mañana? ¿Curiosidad por los nuevos conocimientos que, espero, adquiriré? La verdad, creo que sí. Pero, todos estos pensamientos, se ven tremendamente tapados y enturbiados por el miedo, un miedo que hará que un despiste mío provoquen lágrimas. Lágrimas a lo desconocido, a un país frío (literal y metafóricamente), lágrimas al miedo de no disfrutar, no aprender y no extraer nada de tres meses lejos. Lejos de mi familia, de mi entorno, de lo conocido y de lo fácil, y lejos de él. Tengo miedo por lo que pasará. Es un sentimiento normal, pero no voy a llorar, hoy será el primer y último día que llore. Voy a disfrutar con miedo y dudas, pero disfrutaré y aprenderé de la experiencia, haré que todo valga la pena.

[Contexto: En este viaje marchábamos Marta, Olga y yo, tres chicas de la misma universidad que no sabían nada la una de la otra y que prácticamente nunca habían cruzado palabra]

90 días en TartuWhere stories live. Discover now