Capitulo - 12 -

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—Qué me dices, ¿estoy guapo?

Miré sonriendo a Daniel, ¿Qué podía decirle? Habían pasado diez días desde la paliza, su cara seguía siendo un espanto. Me limité a darle un beso en la mejilla y a revolverle el pelo. Lo habían subido a planta y en unos días le darían el alta, la paliza había sido más seria de lo que en un principio parecía; pero al menos su madre había dejado a aquel espécimen y no se separaba del lado de su hijo, si aquella mujer llegara a saber las perversiones sexuales que le había enseñado a su pequeñín, me arrancaría el pelo por arpía. Pero gracias a dios, ella pensaba que aquella amabilidad extrema que sentía por su hijo era únicamente un bonito cariño fraternal.

—Deja de mirarme así —dijo al adivinar mi mirada—. Lo pasado, pasado está.

—No te estoy mirando de ninguna manera. —Suspiré—. Solo que me sigue sin parecer bien lo que hiciste. Daniel, podría haber terminado en algo mucho peor.

Esta vez no dijo nada, y se me heló la sangre de pensarlo, fue al día siguiente de mi golpe cuando me pusieron al tanto de lo ocurrido. Carlota llevada por el consejo del mismísimo Izan, le reveló a su hermano lo que habíamos averiguado sobre su padrastro; no se sorprendió en exceso, pero se empeñó en descubrirlo delante de su madre, ella, como era de esperar, ignoró la confesión de sus hijos, y eso llevó todo a otra disputa familiar digna de un guion de película. Varios días después, Daniel había quedado con Cristina, y por cosas que solo el destino sabe, vio pasar a su padrastro con la tipa esa, lo demás es historia. Se enzarzaron en una pelea de la que Daniel salió mal parado, y, justo cuando había estado a punto de pasar algo peor, Alan apareció por casualidad y reconoció a Daniel; aún se llevó más sorpresa, cuando vio que su hermana estaba enganchada a la espalda de aquel hombre para que soltara a su amigo. No se lo pensó dos veces y se despachó a gusto contra aquel mal nacido, cosa que aprovecho Daniel para venir corriendo a mi casa, que estaba a tan solo unos metros. Alan estaba volviendo a mi casa cuando se encontró la escena, ¿venía a contarme la verdad? Nunca lo sabría, pues no había vuelto a querer saber nada de él.

Cuando salí del hospital, sentí que algo nuevo empezaba. Cuando mi hermana se enteró de lo ocurrido con Alan, me obligó a que pasara unos días en su casa, solo aguanté tres. Luego me fui a casa de Carlota; mis sobrinos acababan con mi paciencia, pero daría cada año de mi vida por ellos. Alejo me había dado varios días libres, cosa que agradecí, había puesto mi apartamento a la venta, y estaba buscando una nueva casa donde empezar de cero. Me había cansado de mi anticuado piso, y pensé que me saldría más barato comprarme uno nuevo que reformar todo. Antes de que el cartel llevara más de dos horas expuesto recibí una llamada, el comprador estaba dispuesto a pagar la cantidad que yo pedía, así que respiré tranquila, con eso podría pagar el resto de la hipoteca y aún me quedaría unos cuantos miles de euros para empezar. Luego me enteré de que mi vecino también había puesto a la venta su piso, y que mi mismo comprador había adquirido, se iba a hacer un estupendo dúplex, suponía que sería alguien con muchísimo dinero. ¿Y si encima de rico era guapo?

Me quité la idea de la cabeza, en diez días había hecho más cosas que en todo un año. Había salido del hospital, había puesto mi piso a la venta y ya tenía comprador. El karma debía sentirse culpable y ahora me echaba una mano en todo lo demás, bueno, seguía enfadada, pero que todo lo demás me saliera medianamente bien ayudaba. Miré mi reloj, ya llegaba tarde a la cita con la inmobiliaria, recibí un mensaje del agente diciéndome que me esperaba en la ubicación acordada. Puede que estuviera loca, pero estaba decidida a salir del tumulto de la cuidad, había visto anunciado un pequeño pisito/ático con vistas al mar, la verdad que eran apenas ochenta metros cuadrados, pero las vistas de aquel lugar me habían enamorado por completo. Llegué con diez minutos de retraso, el agente estaba entretenido mirado su móvil, hasta que escuchó la puerta. Pese a que hacía frío, el olor a mar me volvía loca, y por suerte había salido un día soleado, increíble. Caminé decidida hacia él, ahora gastaría más en diésel, pero aquellas vistas merecían la pena. Raúl me saludó con una enorme sonrisa de oreja a oreja, se llevaría una buena comisión si conseguía venderme algo. A veces era tan fácil hacer feliz a la gente.

ÍDEM  (Pre-cuela De Si Tan Solo Fuera Sexo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora