Capitulo - 11 -

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Hacía varios días de aquella última conversación con el señor Moore, no habíamos vuelto a coincidir en Skype, y eso me alteraba un poco. En aquellos días con la «semi ausencia» de Alan, y la ausencia completa del Señor Moore, me había llevado a tener sentimientos encontrados, y ya era hora de admitir que sentía atracción hacia Moore. La causa en sí, no la sabia, puede que fuera admiración, con una mezcla de misterio; pero aquella sensación me hacía encontrarme mal. Luego me sentía terriblemente culpable cuando pensaba en Alan, estaba loca por él, cada poro de mi piel vibraba con su simple presencia, ¿Qué me pasaba? ¿Se puede sentir algo por dos hombres a la vez?

Deseché aquel pensamiento y miré el reloj, Alejo me había dado permiso para salir un poco antes de trabajar. En aquellos días, intentado no pensar tanto en Alan y en el Señor Moore, había duplicado mi esfuerzo en el trabajo; era un poco triste el hecho de que fuera mis ansias de no pensar en lo que ocurría en mi cabeza, lo que me llevara a estar centrada en mi trabajo. Pero oye, menos da una piedra.

Salí todo lo rápido que pude de la editorial, aquella mañana me había dejado Alan en el trabajo y se había llevado mi coche, así que a la vuelta me tocó hacerla a pie. Tampoco me importó en exceso, últimamente había abusado un poco de la bollería a la hora de almorzar, así que caminar durante un rato me vendría de perlas, quizá hasta con un poco de suerte me pasara por la cafetería a ver a mi hermana; luego pensé en que me encasquetaría a mis sobrinos para hacer alguno de sus recados y me lo pensé mejor.

Me iría a casa y me tumbaría a la bartola, mi hermana sabía que si me necesitaba solo tenía que llamar, –que de hecho lo hacía bastante–.

Cuando crucé una de las calles, vi que el sol se abría paso entre los edificios y lucia cálido y esplendoroso. Y quizá, llevada por un buen humor momentáneo, decidí sentarme en una cafetería con el sol de cara y tomarme un estupendo café con leche. Aunque el ambiente estaba fresco el sol me calentaba la cara, y la verdad que daba gusto. Con todo esto de la prohibición de fumar dentro de los locales, había llevado a que la terraza a finales del mes de febrero estuviera repleta, eso sí, todas con sus abrigos y bufandas, pero felices por fumar mientras tomaban ese café. Para mí, que no era fumadora, la ley era toda una bendición, ahora al menos podías entrar a un local y no salir con un olor espantoso a humo de tabaco.

Sonreí como una idiota cuando un flash de la noche anterior azotó mi mente, era una pervertida, no cabía duda. Había sido una autentica pasada, en cuanto salí de la editorial corrí hasta mi casa donde me duché y me perfumé a conciencia, me moría de ganas por perderme por el cuerpo Alan, de hecho, había tenido pensamientos lascivos durante todas mis horas laborales, estaba como una moto.

Después de dudar sobre mi atuendo, decidí por esperarle desnuda, así captaría el mensaje sin la menor duda. Contaba con que Alan era verdaderamente puntual, así que no moriría congelada durante la espera; y tal y como había imaginado, Alan abrió la puerta de casa y entró tarareando mientras que dejaba las llaves sobre el mueble de la entrada. Con cuidado se quitó el abrigo y lo dejó en el perchero, fueron varios segundos los que pasaron hasta que levantó la vista y me vio allí, de pie, desnuda y ofreciéndome a él con una socarrona sonrisa, creo que pude ver como su pantalón cambió de golpe; me relamí del gusto, nada me gustaba más que ver el poder que ejercía sobre él.

Alan siempre había sido pasional, pero ahora era algo descomunal, ¿podría ser que ahora que se sentía mejor con su físico, diera rienda suelta a todas sus fantasías? Luego me paré a pensar, con veinte años tenía tantos absurdos complejos que jamás se me hubiera ocurrido esperarlo de aquella manera, quizá fuera ese el problema; probablemente si en aquellos años hubiera hecho todas las cosas que hacía ahora, lo hubiera tenido empalmado durante semanas, aunque ahora que caía, aunque mi perversión estuviera oculta, él siempre estaba empalmado, precioso, el amor adolescente.

ÍDEM  (Pre-cuela De Si Tan Solo Fuera Sexo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora