El quinto pecado, cuidarla

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I. (El presente)

Mathew tuvo que sacar a rastras de la habitación a Dianna quien, en un evidente estado de shock al ver tan de cerca en peligro a su amado, no había atinado a nada más que abrazarse a su amigo.

Repentinamente, el sonido del móvil de Mathew despertó a este de aquella especie de trance en que se encontraba al ver a Dianna en aquel estado. El detective contestó la llamada de su oficina.

— Habla — el detective, sin tiempo para entablar una conversación escuchó el informe detallado de su subalterno, el cuerpo de la mujer había aparecido en el fondo de un lago cercano. Posiblemente el asesino había buscado deshacerse de las evidencias.

— El asunto es que...— la voz del subalterno parecía dudar.

— ¡El asunto es que cosa! — respondió el detective francamente molesto, su amigo se debatía entre la vida y la muerte y los incompetentes de sus subalternos parecían no poder resolver nada sin su comando.

— El asunto es que el agua parece haber borrado todas las evidencias del cuerpo de la víctima.

— Siempre hay evidencias — respondió secamente el detective —espérenme, en seguida estoy con ustedes — añadió tras un suspiro antes de colgar el móvil.

Mientras hablaba por el móvil, Mathew había notado que los doctores habían salido de la habitación de Anthony, habían tenido una muy corta conversación con Dianna, y esta había entrado, apresuradamente para verlo. Nervioso siguió los pasos de la muchacha.

— ¡Solo fue un susto! — Dianna exclamaba emocionada — ¡Anthony despertará de un momento a otro!— por primera vez, durante todo el tiempo que Anthony había estado en el hospital, Dianna sonreía.

— Supongo que son buenas noticias — La noticia sin duda le quitó un peso de encima. Ahora solo faltaba arreglar un par de asuntos, capturar a la basura de Raphael era sin duda alguna, prioritaria, así que, despidiéndose de la muchacha decidió encaminarse para poner todos sus esfuerzos en dicha tarea — llámame en cuanto despierte, añadió con una sonrisa dirigida a Dianna.

— Tenlo por seguro — respondió la muchacha devolviéndole la sonrisa.

—0—

II. (Hace un tiempo)

Anthony había renunciado a su empresa, aunque más exacto era afirmar que había golpeado, casi salvajemente, a Raphael cuando este se refería a su propia hija como una cualquiera, tras ser echado del edificio por los guardias de seguridad, tranquilamente había cruzado la calle, redactado una carta de renuncia, envuelto una gran piedra con la misma y, ante los ojos atónitos del guardia de seguridad, había lanzado el paquete hacia la ventana de Raphael haciendo estallar los vidrios de esta en varios fragmentos. No hace falta mencionar que había tenido que huir, a toda velocidad, en su moto, pues la seguridad del edificio no tardaría en llamar a la policía.

Un par de días desde aquel incidente, Anthony pudo comprobar que los ahorros que tenía guardados, más un dinero restante proveniente de la herencia dejada por su padre, le alcanzarían para vivir tranquilamente un tiempo, hasta que ideara el modo de establecer un negocio propio ya que las experiencias con jefes, hasta el momento, no habían sido del todo gratas.

Con más tiempo libre, Anthony y Dianna habían encontrado la manera de verse a escondidas de su padre, o al menos eso creían. El plan de los muchachos, sugerido por Antonella, implicaba que esta ella recibiría a Anthony en su casa a la hora del almuerzo y luego a Dianna una par de horas más tarde. Por lo general sería la misma Antonella quien llamaría a la casa de Dianna, asegurándose de hablar con su madre, o con el mismo Raphael de ser posible. Inventándose alguna tarea o simplemente una reunión, Dianna llegaba a la casa de su amiga. Aprovechando que los padres de Antonella solían viajar muy a menudo, esta dejaría solos a los dos enamorados recluyéndose en alguna habitación y brindándoles espacio a la pareja.

7 Pecados que amo en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora