7 Pecados que amo en ti

Mi séptimo pecado, huir junto a ti

I. (El presente)

Preparándose para salir del hospital, ya con la ayuda de Mathew, Anthony se perdió en los pensamientos de los sucesos que habían ocurrido hace pocos días:

Mathew había entrado en el departamento de Anthony, tras tocar impacientemente el timbre, para verse recibido por una Dianna cubierta tan solo por una polera larga de su novio.

Tras haber despertado recientemente, Anthony había seguido a su Dianna, abrazándola por la cintura al saludar a su amigo.

— ¿La amas? — las palabras de Mathew habían desubicado a ambos muchachos.

— Si la amo — Anthony había respondido con la seguridad que solo el amor puede otorgar.

— ¿Lo amas? — sin inmutarse Mathew se dirigía, ahora, a Dianna

— Claro que lo amo — Dianna no podía estar más segura de aquello.

— Entonces aquí tienen — Mathew otorgó les documentos que había prometido, identificaciones falsas que les permitirían viajar fuera del país, incluyó además, los prometidos pasajes aéreos — Y sigo pensando que fue una estupidez avisarle— añadió al recordar el deseo de los muchachos de avisar, en secreto, a la madre de Dianna que partirían para alejarse de Raphael, quien había logrado evitar, gracias a sus influencias, todos los intentos de la policía por detenerlo.

Anthony recordó como las cosas se salieron de control aquella noche, siendo uno de los pocos días que les quedaba en la ciudad los muchachos pactaron con la madre de la muchacha una cita a escondidas de Raphael en un restaurante cercano a su nuevo departamento. Ocurrió, sin embargo, que las cosas cayeron en una especie de vórtice del caos. La madre de la muchacha había llevado a Raphael al lugar del encuentro y este le había disparado instantes antes que llegaran los dos enamorados.

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— Entonces partamos — Sacándolo de sus pensamientos, Mathew salió del departamento guiando el camino de sus amigos.

Tras haber pagado la cuenta del hospital; por cortesía de Mathew, los tres se subieron a un taxi que se dispuso a trasladarlos al aeropuerto.

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Los tres amigos llegaron al aeropuerto con bastante anticipación al vuelo que debían tomar. Aprovechando para tomar un café, el último junto a Mathew, los dos enamorados trazaron planes que una nueva vida les brindaría... un sinfín de aventuras que tan solo dos amantes enamorados podrían plantearse: desde las escapadas más románticas por la playa, hasta el perfil de una larga vida juntos. Sin duda alguna una serie de posibilidades, infinitas, se abría ante ellos.

Terminado aquel último café, un último apretón de manos y un último abrazo con Mathew, Anthony y Dianna embarcaron en el avión que partiría, hasta su libertad, en poco menos de una hora... finalmente podrían ser felices.

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La carta había llegado tras unos meses después de la partida de sus amigos. Mathew había logrado, finalmente, echarle el guante a Raphael cuando este intentaba salir del país, quizá en persecución de su hija. La sentencia, bajo las abrumadoras pruebas aportadas por el detective, había sido irrefutable: la cadena perpetua se cernía sobre aquel animal.

Por su parte Anthony y Dianna habían logrado lo que siempre se había planteado, había colocado un fructífero negocio mientras que Dianna había regresado sus estudios. Gracias a algunos documentos enviados por Mathew ambos habían tramitado la emancipación de la muchacha y realizaban los preparativos para una modesta, pero envidiable boda en la playa.

Adjunta a la carta un par de pasajes y una invitación a la boda sugerían a Mathew unas vacaciones adelantadas aquel año.

En la carta también venia adjunto un pequeño documento, que iluminó el rostro del detective.

— Finalmente son una familia — se dijo Mathew a tiempo que veía la ecografía con el nombre que la pareja había elegido para el futuro bebe: Mathew — buen nombre— se dijo el detective a tiempo que una lágrima de emoción corría por su mejilla. — Buen nombre — se repitió pensando en la alegría que les tocaba vivir, finalmente, a sus amigos.