01

821K 18.4K 4.7K
                                    


 Mis ojos picaban en lágrimas de miedo y, por más que me repetía que no debía ser débil, comenzaban a desbordar mis ojos, humedeciendo mis mejillas. No sabía qué hacer cuando este tipo de cosas sucedían. No solo eso, sino que el alcohol me tenía algo achispada y mi corazón estaba galopeando con fuerza dentro de mi caja torácica.

Nunca debería haber dejado que Sean tomara tanto. Se volvía un tanto violento y no me gustaba en lo absoluto.

—Brrren, nena, no te pongas así. Veeen, volvamos a la cama.

Sentí que tocó mi hombro desnudo con su mano fría y seca.

—No me toques —bramé y corrí mi cuerpo de su alcance—. Estás muy borracho.

Volteé para mirarlo a los ojos y sequé mis mejillas con furia. Quería que viera lo mucho que me había afectado su actitud. Me miró arrepentido e hizo una cara de perro mojado. Luego comenzó a reír como desquiciado y trató de volver a acercarse. Como yo estaba relativamente sobria, lo esquivé con facilidad y me acerqué al sillón para tomar mi chaqueta y largarme de allí. Estábamos en plena primavera, pero de igual manera a la noche refrescaba y no pensaba salir solo con falda y camiseta de tirantes.

—Oh, porrr favorrr, ven aquí, yo te aaamo —arrastró las palabras, demostrando que estaba demasiado ebrio como para siquiera pronunciar bien.

—Nos vemos mañana cuando estés sobrio, Sean.

Me abrigué y salí de allí sin dejar que dijera nada. No quería escucharlo, estaba furiosa y asustada. Eso nunca había pasado antes y tampoco quería que pasara. No estaba física ni mentalmente preparada.

Ni siquiera tenía paciencia para esperar el elevador ni ganas de tomar un taxi, así que bajé las escaleras del edificio lo más rápido posible, salí de allí y comencé a caminar, no sin antes sacar mi iPod y colocar los auriculares en mis orejas.

Aumenté la velocidad de mis pasos cuando recordé que en un par de horas mis padres se estarían despertando para ir a trabajar, y no quería que me vieran entrar a nuestro piso al mismo momento en el que ellos se iban. No me iba a ir nada bien si eso pasaba.

Un rato después de estar caminando, a mitad de camino hacia mi hogar, sentí que uno de mis bolsillos estaba vibrando. Como odiaba la continua vibración, lo saqué lo más rápido posible, quité uno de los auriculares de mi oreja mientras contestaba el teléfono.

—¿Si? —atendí de mala manera.

—¿Así es como atiendes a tu mejor amiga?

Sonreí al instante. Candace podía ser muy molesta cuando quería, a pesar de ser la persona inteligente y razonable en esta relación, pero en momentos como este su voz y locuras me tranquilizaban.

—Lo siento, no me fijé en el identificador. ¿Qué haces aun despierta? Pensé que apenas dejaste el bar te irías a dormir.

Porque era lo razonable. Candace no era como yo, a quien podría considerar como un murciélago. Vivo de noche y duermo de día.

—Insomnio. Cuando llegué a casa no tenía sueño, así que puse la televisión y lo único interesante era una película de terror. Ahí lo tienes, ahora no puedo dormir.

Reí ante su confesión.

—¿Qué película era?

—El Grito.

Reí otra vez.

—Ahora tampoco podrás bañarte sola, ¿sabes?

—Oh, cierra la boca. Cambiando de tema, ¿sigues en lo de Sean?

Mitades perfectas [publicado por Nova Casa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora