Interludio III

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Era de noche y había, finalmente, recogido las zanahorias que su maestro le encargó.

Su día estuvo lleno de niños con problemas absurdos, y de los otros niños, con problemas de adultos, a unos les pedía una "paga" mayor a cambio de su ayuda, como unas piedras de cierto color que se encuentren cerca del arroyo, pero que no estén húmedas, y a otros pedía cosas simples como lirios, o flores de corazón, regalos que usaba para hacer felices a las chicas del pueblo, que lo adoraban.

Había vuelto a buscar aventuras, regalándole sus ansias a la persona equivocada.

—Un poco tarde, Reshi, pero te traje...—Su maestro estaba ahí, con los brazos cruzados, cronista ya no se encontraba en ninguna mesa del lugar, por lo que pudo adivinar que se había ido a dormir. Y si Cronista estaba dormido significaba que, no solamente era tarde, si no que ya casi volvía a ser hora de levantarse de nuevo.

—Qué bien disciplinado eres, mi buen alumno, pero me temo que pretendía usarlas para el almuerzo de esta tarde—Su mirada seguía de ese verde opaco, enojado.

—Lo siento, Reshi, yo...

—Si no pensabas llegar a la hora de dormir, podías haberme informado—El de ojos azules asintió apenado—Por cierto hoy le conté la historia a Cronista.

—¿Cuál de todas?—Por fin se atrevió a acercarse.

—Cuando te conocí—Estaba jugando con Bast, pues aún no llegaba a narrar aquello, solo quería que el chico lamentara no haber estado presente.

—¿Le hablaste de mí con tanto gusto como cuando hablaste de Felurian?—Su maestro casi sonreía al escuchar ese tono rencoroso.

—No, Bast, le informé cómo has sido siempre tan perezoso, despreocupado y mujeriego—Entonces lo vio indignarse claramente.

—¿Y qué hay de mis ojos, Reshi? ¿Y mi cabello? Igual es de un negro profundo, ¿Y las habilidades que tengo? No olvides lo que puedo hacer—Se quejó el chico—Quiero que corrijas todo mañana... Como si no supieras que soy mejor que Felurian, en cualquier aspecto.

—Pues demuéstralo y deja de lle..

—Bueno, te mostraré—Interrumpió, dejando caer al suelo las molestas Zanahorias.

"Besó a su maestro, primero de manera dócil y afectiva, tan delicado, como si fuera su primer beso, porque se trataba de Reshi, al que tanto adoraba, y después con profundidad, mordiendo los labios contrarios y probando la lengua ajena con la suya, estaba devorando esos suaves labios con el deseo que había guardado los últimos días, era imposible no enamorarse de él, de su vida, de sus hazañas y sus tragedias, sintió los delgados dedos de Kvothe enredarse en sus cabellos negros, pero no era lo que más le importaba en ese instante, cuando comenzó a besar con fiereza el blanco cuello de Reshi, su Reshi, y le escuchaba jadear, aprisionándolo contra la barra, dejando su lengua saborear cada parte de esa piel tan suave, la succionaba, mordía y dejaba sus marcas..."

—¿Sí, Bast? ¿Qué me mostrarás?—Ahí seguía, de brazos cruzados, espectante, recargado sobre la barra con aspecto de cansancio.

Entonces la sensación de seguridad en sí mismo recorrió el cuerpo de Bast, quien avanzó con la mirada fija en su maestro.

Ahora el pelirrojo lo miraba con una ceja elevada, hasta que sintió como su alumno tomaba su rostro entre sus manos.
—Reshi, yo soy mejor—Dijo en un susurro, antes de besarlo en un instante, de a penas unos segundos, en los que Kvothe podría jurar que conoció los secretos de la felicidad y el sabor de la frescura, de la libertad, de todo eso que era Bast, tan natural y agradable como un día de buena cosecha, con sabor a bosques y ríos cristalinos, a una noche tranquila en la que el viento soplaba, pero aún así lo apartó con un suave empujón.

Era cierto, fueron solo 10 segundos, y Kvothe tenía claro que ninguna caricia de Felurian le había hecho sentir de esa manera, y si alguien hubiera mirado su rostro en ese preciso momento, habría visto el brillo en sus ojos, los de Kvothe el Arcano, el Sin Sangre, y no la vacía mirada de un simple posadero.

—Bast—Fue lo único que pudo decir.

—¿Si Reshi?—Su alumno ya se encontraba recogiendo las zanahorias que había dejado caer, y esperando un sermón.

—¿A caso crees que puedes coquetear conmigo como lo haces con esas muchachas? ¿Te crees que soy una tonta adolescente? —El Fata sonrió al notar que ese verde opaco en los ojos de Kote el posadero había cambiado, resultaba que ese brillo tan especial había aparecido, ahora relucían hipnóticos e intensos.

—No, eres mi Resh.. Maestro, mi maestro—Se corrigió con rapidez, recogiendo la última zanahoria del suelo.

—Bien, espero que lo tengas en mente—Dijo, subiendo ya las escaleras hacia su habitación y dejando a Bast a solas, entre la penumbra, mesas y uno que otro plato sucio, distraídamente pasó su mirada por el lugar, y se encontró con una hoja de papel esperándolo sobre la fría y oscura madera de la barra.

"Tu cena está en el horno, Bast, ya no volveré a consentirte si sigues llegando tarde."

La letra de Reshi le parecía tan bonita, caminó hacia ahí para encontrarse con una tarta de manzana, esa que tanto le gustaba.

Tomó una rebanada y la comió un silencio, con una sonrisa, cual niño orgulloso de una travesura, aunque realmente ignoraba si a caso había hecho enojar a Kvothe, pero estaba enormemente satisfecho, había visto a su maestro recuperar esa esencia de su verdadero yo durante unos momentos, y el causante había sido él mismo, con un pequeño beso, y sobretodo, la tarta de manzana tenía un sabor espectacular.

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⏰ Last updated: Feb 17, 2018 ⏰

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Kvothe x Bast [Kvast] - InterludiosWhere stories live. Discover now