Interludio II

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Esa mañana Bast se levantó con lentitud, caminando con pesadez y tallándose los ojos con el dorso de las manos.
—Reshi, buenos días—Balbuceó, respirando profundamente el aroma de un café recién hecho.
El pelirrojo sonreía, Bast siempre hacía lo mismo cada vez que bajaba a desayunar: olisqueaba todo, y era una actitud que resultaba muy graciosa de ver.
—Oye—Estaba mirándolo del otro lado de la barra, con seriedad y repentinamente más despierto—Reshi, ¿cómo estuvo la historia de ayer?

—Pensé que te fuiste porque no querías escuchar—La voz de Kvothe por la mañana sonaba incluso más dulce, como miel, como un caramelo, o un jarabe.

—Pero ahora sí quiero—Su maestro suspiró, porque conocía ese tono juguetón en la voz de Bast, mientras lo miraba como un chiquillo que lucía demasiado inocente como para ser verdad.

—¿Qué quieres saber?—Preguntó inclinándose hacia él, y bebiendo de su café matutino.

—¡Reshi!—Escuchar esa risa en su maestro le encantaba a Bast, justo ahora, la que sonaba incluso mejor que su voz al amanecer, juraba que esa risa podría confundirse con algo que proviniera del mundo Fata, pero claro, no le iba a hacer ningún cumplido, ya que al parecer el grandioso Kvothe, se había "equivocado" de taza—Reshi, ese era mi café—Fue todo lo que dijo, mientras admiraba la delicadeza con la que los labios rozados se despegaban de la superficie de porcelana.

Su maestro seguía risueño.
—Solo fue un trago, no te pongas así—Pidió el pelirrojo, y tras éstas palabras de giró para continuar cocinando una especie de estofado.

—De acuerdo—Respondió de la manera más fría que pudo, porque se había tomado un trago de su café como excusa para evadir su pregunta, sorbió ruidosamente para molestar a su maestro, haciéndole darse la vuelta para darle una mirada que decía:

"Deja de actuar como un niño pequeño"

Ah...—Bostezó, ahora con una amplia sonrisa—Reshi, ¿Sabes que si bebemos del mismo recipiente es casi como besarnos?—Eso hizo reír nuevamente a su maestro, un par de carcajadas exquisitas, eran muy inusuales los días que Kvothe no se comportaba como un bloque de hielo.

—¿Y quién te dijo eso?

—Una de esas muchachas con las que...

—Pues se equivoca, —Interrumpió rápidamente Reshi, sin ánimo de escuchar las aventuras de Bast—No puedes creer lo que te digan esas jovencitas inmaduras.

Entonces Bast notó ese molesto raspón en la mejilla del posadero, llevaba días mirándola, y ya estaba cansado de ella.
Se bebió todo su café en silencio hasta que Reshi se dio la vuelta, extrañado por el repentino silencio que hacía en el lugar. De nuevo estaba ahí esa mirada azul traviesa e intensa.

—Acércate, Reshi—La manera en la que estaba sonriendo su pupilo le erizó la nuca, lo hizo lentamente sin preguntar nada, porque con Bast no tenía caso hacerlo, lo miró con detenimiento—Te ves horrible con eso en la cara—Expresó el joven Fata, como si se tratara de algo de severa importancia, logró apreciar una risa silenciosa.

—¿Recuerdas los escrales? Esto va a tomar tiempo, Bast, no depende de mí... —Respondió, aún con los codos apoyados en la barra, inclinado hacia Bast, para mirar sus profundos ojos azules.

—Esto interrumpe la armonía de tu rostro, Reshi, pareces un hombre malvado—La cuarta sonrisa que le regalaba su maestro, hoy estaba siendo un día excepcional, se levantó del taburete con uno esos movimiento tan gráciles que le hacían tener elegancia aún en cosas tan simples como esa.

Su maestro lo miraba bordear la barra de bebidas para quedar justo a su lado, con los ojos azules brillando de emoción.
—Permíteme, Reshi.

De un momento a otro los frescos labios de Bast estaban presionados contra aquella marca que corrompía el perfecto rostro de Kvothe, por otra parte, su maestro estaba sorprendido pero solo a medias, conocía del todo a Bast, sabía que siempre daba lo mejor de sí para que él se encontrara bien, le ayudaba a sanar en todos los aspectos: emocional, mental, y físicamente; porque así era el, quizá porque era un ser Fata, quizá porque era simplemente "Bast".

—Oh, eh, buenos días—Saludó aun a medio camino de bajar las escaleras, Cronista, quien apreció la escena aún adormilado, por lo que tampoco se detuvo a razonar tanto en lo que vio, simplemente se desplazó hacia la mesa de siempre de manera mecánica y se dejó caer en la silla.

—Ya, Bast—Sentía la frescura y suavidad en los labios de Bast contra su piel, era como la primavera invadiendo pleno otoño, así se sentía el contacto con Bast, emocionante, lleno de vida.

El ojiazul se apartó, travieso, y Reshi se detuvo a mirarlo por un segundo, sin tener nada qué decirle, estaba seguro de que Bast lo sabía, así que no hacía falta.
"Le ha gustado"

—¿Y bien? ¿Lograste reponer la "armonía" de mi rostro?—El chico puso una sonrisa triunfante.

—Desde luego, Reshi... Si queda alguna cicatriz de la que te quieras deshacer, puedes decirme—Sabía lo que estaba insinuando, porque su alumno conocía bien esas marcas a lo largo de su espalda.

—¿Por qué no vas por unas zanahorias, Bast? Necesito picarlas para el estofado de esta tarde—Pidió Kvothe, volviendo a jugar a ser un simple posadero y fingiendo no saber por qué Bast tenía una sonrisa demasiado melosa en la cara.

—En seguida, Reshi—Respondió, más animado que nunca.

Kvothe x Bast [Kvast] - InterludiosWhere stories live. Discover now