Capítulo I: "Te prometo que volveré"

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Capítulo I: "Te prometo que volveré"

Recién levantada, abrí la ventana y contemplé el cielo. Hacía un precioso día de primavera, el sol brillaba con fuerza, una suave brisa agitaba las hojas de los árboles y los niños jugaban fuera con el balón. La gente me saludaba desde la calle y otras ventanas con una sonrisa de oreja a oreja. Todos están emocionados por el discurso del rey, querían saber las nuevas noticias del reino.

-¡Hey Katherine! -Oí gritar desde debajo de mi ventana, era Scott- ¿Vienes al monte un rato conmigo? -Sonreí por su invitación.

-Claro, dame unos minutos para vestirme y me voy contigo. -Cerré la ventana y le eché un vistazo rápido al armario, cogí una blusa, unos shorts y unas botas de color negro. Me lo puse todo. Cepillé mi pelo rubio platino y bajé a la cocina a por algo rápido de comer, unté mantequilla en una rebanada de pan y salí con ella a la calle- Ya estoy lista, ¿dónde decías de ir?

-Al monte, hoy florecen los cerezos que plantamos hace unos años. -Contestó mientras comenzábamos a andar en dicha dirección. Esos cerezos los plantamos el día que declaramos nuestro amor a la cara, por lo que son muy importantes para nosotros.

El camino hasta allí se hizo algo largo, ya que al ser el discurso del rey, toda la gente del reino se dirige a la plaza central en horas tempranas para tener buena vista del personaje y las calles están abarrotadas de personas con bolsas llenas de alimentos para celebrar un banquete después de las noticias. El monte estaba cubierto por una capa de hierba y enormes árboles que sombreaban todo el terreno. Conforme subíamos, se hacían más visibles algunas rosadas flores procedentes del nuestros cerezos, aún no habían florecido todas, pero iban en camino.

-Pensé que habrían florecido todas ya... -Acarició las delicadas hojas de la planta con mucho cuidado- Es extraño, venimos el mismo día todos los años y siempre florecen a tiempo.

-Pues este año se habrán retrasado -Salté-, dales tiempo, ya florecerán. -Mientras acababa de hablar, me apoyé en el tronco de uno de los cerezos y dejé mi espalda resbalar por él hasta tocar el suelo.

-Cuéntame algo nuevo. -Expuso mientras se sentaba a mi lado y apoyaba mi cabeza sobre su hombro, a la vez que nos cogíamos de la mano y entrelazábamos nuestros dedos.

-Pues... -Comencé a decir mientras pensaba- Anoche, soñé con nosotros... Bueno, más bien fue una pesadilla para mí. -Acabé por decir antes de que una lágrima comenzase a resbalar por mi mejilla.

-¿Tan malo fue? -Restregó uno de sus dedos por mi piel para limpiar la lágrima que caía.

-Sí. Soñé que había un caos en la ciudad y tú me decías adiós. Te ibas por la puerta de la muralla y te perdía de vista en el horizonte. De verdad, espero que eso no se cumpla jamás.

-Bueno... -Comenzó diciendo con una sonrisa vacilante- Si ese momento existiese, yo tampoco quiero que llegue. No quiero decirte adiós, sería demasiado a lo que renunciar...

En ese preciso momento, las puertas de la muralla se abrieron de par en par. Por ella entraron cientos de personas con armadura y se colocaron en fila, sin un hueco entre ellos. A continuación, dieron un paso a un lado y dejaron un pasillo entre ellos, donde se dieron la vuelta, quedando con la mirada vuelta hacia el pasillo. No tardó en entrar un hombre de barba negra a lomos de un caballo, vestido con una armadura de hierro, y una afilada espada colgando de su cintura. Los pelos de mis brazos se erizaron de la sorpresa. Era la primera vez que veía a un hombre armado entrar por las puertas de la muralla. Se quedó parado allí hasta que el rey apareció caminando con soldados hacia él.

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