2.Pesadillas

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Suena mi teléfono. Las nueve de la mañana. Desde que me he tumbado al lado de Rubén, éste no se ha vuelto a despertar. Pero mis noches han acabado siendo iguales que todas las demás durante este mes. Cojo el teléfono para despertar con la dulce voz de mi querida prima.

―Hola Cat.

―¿Qué quieres Lena?

―¿Yo? Nada. Solo quería saber si te lo estás pasando bien con tu amiguito ―puedo notar su sonrisa burlona desde aquí.

―Tiene nombre, y solo estoy cuidando de él.

―Tu madre no opinará lo mismo.

―Claro que opinará lo mismo, nos conocemos desde pequeños. ¿Sabes qué? Déjame en paz ―le respondo con voz cansada.

―¿Y si no quiero? ―la conozco, y sé que su sonrisa se ensancha al otro lado del teléfono.

―Mira Lena, si quieres algo dímelo ya. No estoy para jueguecitos.

―Tú solo dile a tu amiga que no me invite a más fiestas o su casa saldrá ardiendo.

―¡Pero si nadie te ha invi... ―mi voz pasa de sonar frustrada a sorprendida cuando me corta.

―Esta vez te salvas, Catina. Buenos días.

Cuelga. La odio. La odio. La odio. Me lo repito varias veces mientras voy a la cocina a desayunar. La odio. La odio. La odio. Cojo un vaso y lo lleno de leche. Lo coloco en la mesa y abro el armario donde la familia de Rubén guarda las galletas. Enciendo el televisor para sacar la maravillosa conversación con mi prima de mi cabeza. Empiezo el desayuno con mi programa matutino favorito y me olvido de todo.

―Buenos días Álex ―dice Rubén desde el marco de la puerta.

Que raro, no he escuchado el ruido de la ducha, pero se ve que ha estado bajo el agua. Su cabello castaño claro está empapado. Se ha puesto ropa limpia. Lleva unos pantalones tejanos y una camisa azul, acorde con sus ojos del mismo color. El mundo es injusto. A algunos se les otorga la belleza que debería ser repartida. Sé que poseo algo de hermosura, incluso me considero guapa, pero esos sentimientos desaparecen cuando estoy cerca de Rubén. A su lado, mi rostro pálido, mis ojos azules y mi melena rubia se convierten en manchas borrosas.

Rubén se está frotando los ojos medio dormido. Empieza a caminar y alcanza un vaso del armario.

―Álex no viene hasta esta noche ―le digo.

―C―Cat, qué... ―tartamudea, claramente desconcertado por mi presencia―. ¿Qué haces aquí?

―¿A quién esperabas? ¿A tu vecina buenorra? ―musito para mí misma.

Se sienta en la silla que está contigua a la mía y coge una galleta. Me mira, esperando una respuesta a su pregunta. Definitivamente no se acuerda de la noche anterior.

―No te acuerdas de nada, ¿verdad? ―niega con la cabeza y agarra otra galleta. Con la boca llena me dice algo, que entiendo como un "explica" así que empiezo a contarle como me encontré Arnau y Óscar y lo llevé a casa.

―Así que mi dolor de cabeza es simplemente resaca ¿no? ―me pregunta sirviéndose un vaso de leche.

―No creo que sea solo eso. Hasta ayer estuviste con fiebre ¿recuerdas? Pero supongo que la resaca afecta. ¿Cómo estás hoy?

―Mejor que ayer, la verdad. Pero mis pesadillas no cesan. Estoy teniendo un mes de mierda con eso.

―¿Pesadillas? ―¿Había oído bien? Un mes de mierda por unas simples pesadillas. Creía que eso solo me estaba pasando a mí.

EL REINO DEL HIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora