Capitulo 2

91 2 4
                                    

-Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.

Esa era Mami, tan dulce y valiente. Ahora ella era la que me abría un poquito la tela que hacia la función de cortina. Desde que empezó la Tercera Guerra Mundial, la gente ha tenido que marchar de sus ciudades y la mayoría vivimos en la más absoluta miseria. Nadie nos ha enseñado a sobrevivir. Poca gente posee armas de fuego y quienes las poseen, no se pueden permitir el lujo de malgastar una de sus balas. Mami canturrea. Su voz es la que me acaba de despertar. Ella me regala las fuerzas que de vez en cuando me faltan. Ella me recuerda que estoy viva y que hay alguien en otra parte del mundo que me recuerda, que quizás me necesite y que incluso me quiera, mi hermana me espera y no puedo desperdiciar el tiempo estirada en una cama. El perfume de Mami me marea un poco. Noto que aún no estoy en plena forma, aunque me siento capacitada para levantarme.

-Mami, ¿cómo va todo? - pregunté intentando esconder mi cansancio.

- ¡Orit! ¡Bienvenida otra vez! -sonrió con los ojos bien abiertos.

- ¿Otra vez? -pregunté confundida.

- ¡Sí! Ayer de madrugada abriste los ojos preguntaste por... -Mami calló.

- Por mi hermana -afirmé muy segura.

-No, Orit. No sé por quién preguntabas. Llamabas a un niño pero no dijiste su nombre... Tampoco creo que sea muy importante... - Las ideas vinieron a mí de forma repentina. Me iba a levantar pero Mami impidió que lo hiciera.

-¿Orit, que pretendes hacer?- preguntó inútilmente ya que ella sabía perfectamente la respuesta

-Levantarme, tengo que ir a un sitio. - dije decidida

- Muy bien y qué pretendes que Apolo me maté por dejar que te vayas?

- No te matará te aprecia lo suficiente como para no hacerlo- contesté seriamente- Tengo que ir al bosque, Mami, tengo que ir... he dejado... algo pendiente...

Un grito gutural llamó a la mujer que tenía delante. Ella no respondió pero, por algún motivo desconocido nosotras sabíamos que él se acercaría a verme. La puerta se abrió cuidadosamente y unos ojos verdes esmeralda se dejaron entre ver entre los parpados de una cara perfecta, colocada encima de unos abdominales descubiertos. Una proporción áurea que ni los pintores en la Antigua Grecia hubieran sabido plasmar tan bien. Cuando Apolo me vio incorporada, sus ojos se abrieron. Noté como el corazón se le aceleraba. Cogió aire y me pareció ver que no podía soltarlo. Sus ojos se humedecieron un pelín y su boca no sabía si sonreír o entristecer... Apolo era un chico guapo de verdad. Verle esa cara de niño que tiene pero a la vez, con esos ángulos tan marcados, era el placer de toda mujer; sin hablar de lo que había por debajo del cuello. Verlo desnudo era el deseo de medio Asentamiento, el mío? No lo tenía claro. Verlo tan bloqueado no me parecía justo y no tuve otro remedio que decir algo:

-Hola! Emms.. qué llevas ahí?- Nunca era yo la que empezaba una conversación, nunca era yo lo que se interesaba por él, aunque me interesara, nunca me he sentido a gusto con él, es demasiado guapo... y esta vez, era yo la que le preguntaba algo, la que se interesaba. 

Sus ojos me miraban, me recorrían cada espacio de mi cuerpo, cada arruga de mi camiseta, cada hueso que sobresalía, todo. Me sentía incómoda. Pero cuando vio como me sentía dirigió su mirada hacia mis ojos:

- La comida que tú no trajiste, esa que necesitamos para sobrevivir. - contestó echándome en cara. Muy bien ahora estaba incluso enfadado.

- Perdone Don Apolo, por no haber caído en que un.... - yo misma frené. ¿A caso, Apolo sabía algo de ese niño? ¿Quién me había traído hasta aquí?

Alzaré los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora