Capitulo 4. "Mi Audi"

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La campana para entrar a clases sonó, y las alocadas chicas se fueron dispersando incluyendo a Fátima y Danielle. – Nos cuentas luego – dijeron entre dientes antes de irse.

– Sabía que te escaparías, sube – replico en ese mismo tono de voz, como si fuera una orden. Lo mire incrédula. – Debo de ir a clases señor Baxter- trate de ser "amable" al llamarlo señor aunque no era tan mayor, quizás dos o tres años más que yo.

– no me interesa – respondió. Rodeo el auto y abrió la puerta del copiloto. Pesado pero con buenos modales. Además, este era un auto diferente...

–Escucha estoy en crisis aquí – comencé – me suspenderán – dije en tono de súplica. El solo hecho de no estar entrando en estos momentos se entendía como falta. Además necesitaba ver a Paul.

– Entonces dame cinco mil dólares – sonrió sarcástico e hizo un ademan con la mano. Lo fulmine con la mirada y asegurándome que nadie me viera subí al auto. El también subió y condujo por la ciudad. – Entonces... ¿cómo haz estado?– voltee a verlo. El silencio era incómodo.

El no respondió, pero si presiono un botón del tablero del auto y el silencio fue remplazado por música. Al menos entendió. – Vamos – dijo antes de bajarse, imite su acción y camine a su lado. Entramos a un edificio grande de color blanco y con muchas ventanas.

– ¿a dónde vamos? – pregunte queriendo seguirle el paso. Al ver que estábamos en un lugar profesional, me sentí incomoda al ver a todas las personas en trajes y faldas de oficinas. y yo aquí en shorts de mezclilla. No respondió y se metió al elevador, yo hice lo mismo. Presiono el número 20, el último botón.

– Entra – ordeno, mientras sostenía la puerta seguramente de su oficina. Entre sin decir nada. – Siéntate – me pidió y movió una de las sillas frente al escritorio de caoba.

– ¿no sabes nada más que dar órdenes? – me burle y el me miro como siempre, molesto. – Firma aquí y aquí – dijo señalando lugares específicos en unos papeles que estaban sobre el escritorio. Asegúrate, y lee. Me recordé. Todo estaba según lo habíamos acordado.

– no estoy de acuerdo con esto – señale y lo mire, se acercó detrás de mí y miro. "Sin importar la hora o el tiempo"

– y yo no estoy de acuerdo con que hayas destrozado mi auto – bufo. – Imbécil – susurre antes de firmar, le extendí la hoja molesta y observe su oficina, era enorme y aburrida.

– ¿cuántos años tienes? –pregunto con su vista puesta en su celular. –Casi dieciocho y tú?- respondí. Espere una respuesta. No la hubo.

– bien, ¿en qué año estas? – pregunto ignorándome. Seguramente con ese carácter tenía 65.

– Segundo – replique. – Faltan pocos meses para iniciar el ultimo – explique. Aunque no debía, seguramente a él no le interesaba esa información.

– Bien, ya puedes irte – hizo un movimiento con la mano y señalo la puerta. – espera, ¿cómo se supone que me vaya? – me puse de pie frente a él. Era claro que no me llevaría de regreso.

El levanto la mirada – ¿no conoces que transporte público? – levanto una ceja.

Buen punto. – ¿no me molestaras en todo el día?, porque tengo cosas importantes que hacer- me limite a decir, estaba un poco molesta. Como saber si Paul me quiere como su novia. Pensé.

–No lo sé, ya veremos- dijo sin mirarme de nuevo, rodee los ojos y abrí la puerta, al salir me topé con un hombre que me sonrió extrañado, no hice lo mismo y pensé que eso se había visto muy grosero. Salí del edificio y camine hasta la parada de autobuses más cercana.

Narra Harry.

– quien era ese bombón? – pregunto Louis mi amigo y socio.

– ¿bombón? – reí. –¿enserio? – pregunte seco.

– debes aceptar que esta bonita, ¿quien era? – pregunto y se sentó en la misma silla que se había sentado Maddie.

– en pocas palabras... mi esclava- respondí y reí ante tal etiqueta. Louis hizo lo mismo – ¿tú qué? – Pregunto asombrado. – amigo, choco las luces de mi Audi – me queje.

– vamos Baxter, tienes el dinero suficiente para comprar otro –bufo. El no entendía mi punto de vista.

– Sí, pero a niñas mimadas como ella hay que enseñarles – bromee. Pero la verdad lo decía enserio, hoy en día todos los adolescente se fiaban de papá y mamá. Se pasan la vida pensando que alguien más resolvería sus problemas. La vida no es así de sencilla.

– ¿y te la tiras o qué? – pregunto con tono divertido. Negué con la cabeza sin dejar de reír. – ¿entonces me la prestas? – rio.

– Oye, consíguete la tuya – bromee, yo era posesivo hasta con mis camisetas. – Además irías a la cárcel – agregué.

– y esto no es ilegal? – me miro más serio. Me encogí de hombros restándole importancia. – ¿cómo se llama? – siguió preguntando. –Maddie o algo así – respondí. Era un nombre extraño, era como el diminutivo de algo.

–interesante, ¿y que será lo primero que le pidas? – a Louis le emocionaba esto. Reí. – Mi casa necesita una limpieza– hablaba enserio. Después de pasar un tiempo fuera del país nadie había entrado a esa casa.

– Tu casa es enorme viejo, no creo que pueda ella sola – hizo una mueca. La casa quedaba en las afueras de la ciudad. Menos ruido, menos gente. Y aunque Louis tenía razón no lo dude por un segundo.

– tiene que – murmure, y le enseñe el contrato firmado, el tomo el papel y lo empezó a leer con una sonrisa en su rostro.

– enserio estás loco – puso el papel en el escritorio.

–Si es probable, pero nadie se mete conmigo y mi Audi R8 – me excuse.

100 días con el señor arrogante ORIGINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora