20/12/16

154 5 0
                                    


  Mi ideas presionan el delirio tenebroso. Sin necesidad de una botella de alcohol, he sentido la misma amargura dentro de mi negro veneno, fusionándose con el salado de mis lágrimas. Su voz.... Tan dulce era aquella bella entonación que partió mi corazón en pedazos cuando la oí romperse en un cruel sollozo. No evité golpear con fiereza la mesa, deseando que mis puños sangrasen, solo para recibir un poco del daño que tanto me acusaste de haber hecho; pero dentro de mí, junto con ideas de testigos, se me ha dictado inocente. ¿Por qué, entonces, aún se me presiona el pecho en una cruel calidez cada vez que te recuerdo? Llevo un síndrome de Jesucristo. Desde antaño, he decidido llevar las cargas de otros a base del amor que les tengo. ¿Por qué solo ha sido la tuya, que siendo ahora un recuerdo, sigue pesando, siendo tan solo un velo? Todo ello me confunde. Me adentra a una aterradora psicosis donde veo nuestros momentos felices -entre las sábanas; fuera de ellas- hundirse en un negro vacío que solo mata mi alma y destruye mi pobre corazón de escritor. Ya no puedo aguantarlo. Mi cárcel de propia soledad inducida ha sido llenada con un grito de dolor que estremece hasta los objetos. ¡Ay de ellos! Estoy seguro que si pudieran demostrar emociones y sentimientos, hubieran sido los primeros en llorar conmigo y luego sanar mi fracturado pecho. 

¡¿Y cuánto más he de asesinarme?! Muevo el puntero de una pantalla siniestra, reproduciendo, una vez más, tu voz que tanto dolor ha causado dentro mí; profundo y lento. Cuánto desearía que notaras que sí he logrado comprenderte, al punto de convertirte en el mejor de mis estudios. Cuánto querría demostrarte que ya estuve en las mismas condiciones que aún te afligen. Eras un bello arte porque representabas lo que es la lucha contra el dolor, mi fragmentado lienzo naranja; te aprecié y analicé tanto porque yo era otra pintura hecha por la vida con el mismo doloroso tema. Éramos retratos fragmentados; mas solo yo he logrado sanar lo pasado. Y te encantó recordármelo, ¿no es así? Olvidaste una vez que era el amor con la intención de restregar aquello que enterré y evité por largo tiempo. Aprovechaste nuestra desnuda intimidad para utilizarlo como una suerte metafórica de daga envenenada. Lograste que derramara mis lágrimas en tu hombro, entre tu pecho, y te reíste cruelmente de ello. Me aterró verlo; pero noté cuán dañada estabas por como vi tu transformación de crueldad a compasión. Otra razón se manifestó; con aquellas manos suaves, pero trabajadas, secaste mi mejilla, besaste mis labios, me pediste perdón por el daño causado y reviviste el fuego de la pasión y el deseo que ya me habían cautivado. Después de hundirnos en el sudor del amor, mencionaste cuánto me amabas y que nunca dejarías que nadie me dañara. Aún quiero creer que no fueron falacias... 

Mis ojos irritados por el llanto salieron de la visión causada por la misericordia de mi Imaginación Libre. Ha pasado una hora. Que crueldad la tuya, noche del 19 de Diciembre por permitirme esta tortura. Que masoquismo el mío, por hundirme en tu voz, ex amada mía -¿o amada, aún, mía?-. Ahora noto cuanta similitud había entre la prosa y la rima.  

Für KrelaWhere stories live. Discover now