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Capítulo 1: en el que Genevieve mete la pata

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Capítulo 1

En el que Genevieve mete la pata.

En el que Genevieve mete la pata

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"...tocada por un hada. En su gracia y belleza todos encontrarían la redención. Obra de la esperanza y el amor, ella era el poder de todos".

"...tocada por un hada. En su gracia y belleza todos encontrarían la redención. Obra de la esperanza y el amor, ella era el poder de todos".

Genevieve suspiró, mientras alejaba el pequeño y gastado librito de su rostro. Puso los ojos en blanco. Todo el mundo sabía que las hadas ya no tocaban a nadie y que las historias de princesas heroínas llenas de pureza eran ahora nada más que eso, historias. Se mordió el labio inferior; a pesar de estar forzada a tener los pies en la tierra, creía que algún día las hadas señalarían a una joven muchacha llena de aptitudes para ser heroína.

Sonrió, henchida de sueños. Si tenía mucha suerte, podría tratarse de ella misma.

—¡Genevieve! —La voz de Bernadette la sacó de su trance. Repentinamente irritada, la joven bajó los pies de la pared—. ¡Sal de donde estés y ve a fregar el pasillo del tercer piso!

No le contestó. Definitivamente, no tenía ganas de limpiar el pasillo del tercer piso. Permaneció quieta en su escondite, con la espalda en el suelo y las caderas pegadas a la pared. Encogió las rodillas y esperó por Bernadette. Tal vez si no la encontraba...

—¡Aquí! —Bernadette corrió la pesada cortina de terciopelo que la ocultaba del público—. Genevieve... —Su tono era amargo.

—Hola —saludó ella, sonriendo de lado—. ¿Cómo estás, Bernie?

Bernadette estrechó los ojos y Genevieve casi juró que salían chispitas de ellos.

—Atrasada, Genevieve. Muy atrasada por tu culpa.

La muchacha ladeó la cabeza, deslizándola por el piso de mármol.

—¿Cómo que por mi culpa? —En serio, no era la única mucama del castillo.

—¿Dónde estabas cuando mandé a las muchachas a fregar la escalinata? Han estado barriendo y baldeando como locas desde la hora del almuerzo.

Gennie volvió a sonreír, esta vez con un gesto de inocencia rebelde.

—Yo creo que... no te escuché.

Bernie gruñó y, ya sin paciencia, estiró una mano hacia su pantorrilla. La aferró y la hizo girar en el suelo.

—Hoy no hay tiempo para tu holgazanería. ¿Tienes al menos idea de por qué?

Genevieve miró el techo e hizo una mueca. Bernie volvió a gruñir.

Genevieve - Crónicas de Aladia 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora